lunes, 17 de julio de 2017

Reina-Valera y sus revisiones vista por un protestante





¿Una versión de hoy o de ayer?

Importancia de la versión de Reina

Hay libros que hacen época.
La anterior afirmación también es válida para ciertas traducciones de libros que, en sus idiomas originales, hicieron época.
La Biblia es “el libro que hizo época” por excelencia. 
Y lo es, porque sigue haciendo época. 
No solo porque continúa siendo el libro más vendido del mundo, sino, sobre todo, porque, por el poder transformador del Espíritu que lo inspiró, “hace época” en la vida de cada ser humano que acepta el don gracioso de Dios que la propia Biblia proclama.
Pero esa Biblia, portadora de un mensaje que cambia vidas, se nos da, ahora, por interpósitas lenguas que la hacen accesible al hombre y a la mujer contemporáneos que se acercan a sus páginas. 
De otra manera, sería un libro cerrado para quienes no supieran los idiomas en que fue escrita originalmente.
El castellano no es una excepción. 
Y, respecto de él y de la Biblia, la versión de Casiodoro de Reina ocupa un lugar privilegiado en la historia de las traducciones castellanas del Libro. 
Ello es así, no solo por haber sido la primera traducción del texto bíblico hecha, desde los idiomas originales, por cristianos, sino porque llegó a gozar de tal aceptación que, para millones de estos, a lo largo de años y siglos y a lo ancho del mundo de habla castellana, se convirtió en la Biblia por antonomasia. 
La historia de este fenómeno tiene facetas muy interesantes, pero no es el tema que nos ocupa en este trabajo.
Destaquemos, eso sí, el hecho de que la Biblia que hoy lleva el nombre de Reina-Valera ha ocupado, y ocupa, un indiscutible primer lugar en muchos aspectos de la vida de los protestantes.
En la inmensa mayoría de las comunidades evangélicas esparcidas por América Latina y por la España peninsular e insular, no sería posible concebir las actividades litúrgicas al margen de esta versión de la Biblia. 
La práctica cultual de la lectura antifonal, tan común en gran número de nuestras iglesias, suele hacerse a partir de ese texto. 
¿Y qué decir de lo que solemos llamar el uso “devocional” de las Escrituras?
 Es generalmente esta versión del texto sagrado la que se utiliza para las lecturas personales que tienen como propósito fundamental encontrar solaz para el alma, o consuelo en momentos de prueba y de dolor, o inspiración y dirección en tiempos de duda.
La Biblia de Reina ha jugado un papel importantísimo en la historia de la expansión misionera realizada por los protestantes en el mundo de habla castellana. 
Casi desde sus orígenes, el movimiento protestante español contó con esta versión, al haber aparecido apenas cincuenta y dos años después que Martín Lutero clavara sus noventa y cinco tesis en la puerta de la abadía de Wittenberg.
Las investigaciones que se han hecho acerca de la versión de Casiodoro de Reina y las subsecuentes revisiones dan testimonio de la importancia que tal versión ha tenido en la historia del protestantismo.

Revisiones contemporáneas
Como nuestro propósito tiene que ver con la obra de conjunto y con el valor de uso de la versión Reina-Valera, nos limitamos aquí a mencionar las cuatro revisiones contemporáneas más importantes:
Revisión de 1960, realizada por un equipo de revisores de las Sociedades Bíblicas Unidas. Es la más ampliamente usada en el mundo evangélico.
Revisión de CLIE, conocida popularmente así por haber sido publicada por la casa editorial de ese nombre, en 1977. Pretende ser una revisión de la de 1909, pero un análisis cuidadoso del texto pareciera indicar que no fue así. No ha tenido muy buena acogida por los evangélicos.
Versión Reina-Valera Actualizada (RVA). Hecha por un equipo nombrado por los bautistas y publicada por Editorial Mundo Hispano, de la Casa Bautista de Publicaciones, dice que es revisión de la Reina-Valera de 1909. 
En la Introducción se explica que “el Nuevo Testamento de la RVA se basa en los mejores textos griegos conocidos en la actualidad, tal como aparecen presentados en la tercera edición del Nuevo Testamento Griego de Sociedades Bíblicas Unidas y en otras reconocidas autoridades”. 
Este hecho no deja de ser problemático, pues cambia significativamente la base textual usada por Reina y Valera, lo que hace que uno se pregunte si es correcto seguir llamándola “Reina-Valera”, como, en efecto, se hace. 
Este cuestionamiento ha sido planteado incluso por algunos dirigentes bautistas.
Revisión de los adventistas. (Como no la conocemos directamente sino por referencias, nos abstenemos de hacer comentarios, que no tendrían fundamento objetivo.)
Actualmente se está realizando una nueva revisión. 
Esta -que es patrocinada por las Sociedades Bíblicas Unidas- es revisión de la de 1960, pero toma en cuenta revisiones anteriores y coteja la traducción con los idiomas originales, aunque sin pretender cambiar la base textual utilizada por Reina y Valera.

Una apreciación muy personal

[Nota aclaratoria: 
En el primer número de la revista Traducción de la Biblia apareció, en la contraportada, el siguiente texto: 
“Las Sociedades Bíblicas Unidas no son responsables por las opiniones expresadas por los autores”. 
Creo oportuno traer esta nota a colación porque, de hecho, lo que se dice en este artículo y, muy especialmente, lo que se afirma en esta sección, es responsabilidad única y exclusiva del autor de este trabajo. 
Representa mi posición personalísima y no la opinión de las Sociedades Bíblicas Unidas ni la de ninguna de las Sociedades Bíblicas nacionales.]
La versión Reina-Valera es la versión de los evangélicos hispanohablantes
Ya nos referimos a este hecho en líneas anteriores. 
Valga añadir aquí que la historia de la evangelización de España y de Hispanoamérica da razón suficiente de este fenómeno. 
Además, por las condiciones particulares en que esa evangelización se llevó a cabo, la Reina-Valera llegó a identificarse como “la Biblia protestante”, por contraposición a “otras Biblias”, que eran católicas (y, por tanto, se presuponía, distorsionaban el sentido en la traducción).
El hecho de que, no solo por años sino por siglos, esta versión fuera la única usada por el pueblo evangélico de habla castellana ha tenido repercusiones muy importantes y significativas respecto de la apreciación que los propios evangélicos han desarrollado de la Biblia como tal (haciendo abstracción de una versión en particular).
A continuación señalamos, a modo de apuntes preliminares, algunas de esas repercusiones que varios observadores del fenómeno hemos percibido. 
Somos conscientes de que se necesita más investigación objetiva, para que nuestras afirmaciones puedan tener el valor de verdaderas conclusiones.
(1) La versión Reina-Valera (de aquí en adelante identificada por las siglas R-V) ha ejercido una gran influencia en la configuración de las creencias teológicas del mundo evangélico.
La validez de esta afirmación puede avalarse por algunas observaciones adicionales. Tenemos, por ejemplo, el siguiente hecho: en términos generales, los misioneros europeos que evangelizaron la Península Ibérica, la España insular y las tierras allende la mar océano donde se hablaba castellano eran de tradición teológica conservadora. Otro tanto ocurrió con los misioneros norteamericanos. Hubo, por supuesto, excepciones. 
Eso significó que el uso de la R-V estuvo signado por una particular interpretación teológica. 
A su vez ello implicaba una estrecha relación entre dicha interpretación y los términos teológicos más significativos que había escogido Reina y que Valera y los sucesivos revisores mantuvieron en sus textos. 
Tales términos se han vuelto sagrados en sí mismos, hasta el punto de que es casi un tabú intentar cambiarlos por otros equivalentes pero más explícitos.
Por lo anterior, para muchos evangélicos de tendencia muy conservadora, el uso de versiones distintas de la R-V es señal inequívoca de desviación teológica.
Todo traductor es un intérprete. 
Es absurda la afirmación de que la Biblia no necesita que la interpretemos sino que la obedezcamos, como si esto fuera posible sin aquello. 
Intérpretes fueron Reina y Valera y todos aquellos que, como individuos o como partes de un equipo de trabajo, han colaborado en la revisión del texto de aquellos campeones de la Reforma española. Solo en la medida en que el traductor es consciente de este ineludible hecho, podrá asumir una cierta distancia de sus propios prejuicios teológicos a la hora de traducir el texto bíblico.
(2) Lo dicho en el inciso anterior explica también otro fenómeno que los lingüistas deberían investigar: 
en qué medida el lenguaje de la R-V ha influido en el habla de los evangélicos hispanohablantes. 
El Dr. Ronald Ross, del Departamento de Traducciones de las Sociedades Bíblicas Unidas, me decía, en conversación que sostuvimos hace aproximadamente un año, que había observado cómo algunos evangélicos utilizan ciertas formas de expresión que no son propias de las comunidades a las que ellos mismos pertenecen… pero sí del texto de R-V. 
Hay como una especie de creencia no explicitada de que el texto castellano de R-V es de por sí sagrado, en el sentido de que su forma de expresión es la que debe usarse en el lenguaje de todos los días.  
Esto se ve, por ejemplo, en el uso del “le” como complemento directo de persona.
(3) Sin embargo, para los efectos de este artículo, hay un aspecto de capital importancia que, a criterio del que esto subscribe, ha ejercido una influencia más bien dañina en la mentalidad de muchos evangélicos. 
Nos referimos al hecho de que para muchísimas personas, aun cuando puedan no saber nada al respecto ni ser conscientes de las implicaciones de las afirmaciones que hacen, la base textual de la R-V es el texto original. 
Expliquémonos.
Cuando Casiodoro de Reina tradujo la Biblia, tenía a su disposición un muy reducido número de manuscritos antiguos del texto bíblico en los idiomas originales. 
Además, eran manuscritos muy tardíos. 
Los innumerables descubrimientos posteriores no solo han puesto a nuestro alcance una enorme cantidad de manuscritos, sobre todo griegos -manuscritos que consideramos “testimonios textuales”-, sino que también han hecho retroceder, en muchos siglos, las fechas de los mismos testimonios. 
La importancia de este hecho salta a la vista: 
Cuanto más antiguo sea un documento más cerca está, en el tiempo, de los textos originales. 
Los estudios que los especialistas (críticos textuales) han hecho de esos textos han venido a demostrar que se formaron varias tradiciones o familias de textos, según las características que iban adquiriendo en el proceso de copiado. 
Esos mismos estudios han revelado que los manuscritos usados por Reina y por Valera no son de los más valiosos. 
 (Aunque, insistimos, eran los únicos con los que ellos contaban. 
Tendrían que transcurrir algunos siglos antes que se descubrieran los que hoy más se valoran.)
Esto plantea un serio problema, desde la perspectiva que estamos analizando aquí: 
Si los evangélicos identifican el texto de R-V como la fiel traducción del “texto original”, lo que se está diciendo -aunque quien lo diga no sea consciente de ello- es que los textos utilizados por Reina y por Valera son esos “textos originales”, y, por ende, inalterados e inalterables. 
¿Qué hacer, entonces, cuando la crítica textual pone a nuestro servicio manuscritos mucho más antiguos que los utilizados por nuestros traductores del siglo XVI, más fidedignos y con variantes significativas respecto de estos últimos?
La reacción posible no es materia de especulación. 
Se manifestó, con claridad meridiana, cuando apareció la primera edición de lo que llamamos comúnmente la “versión popular”, y se agudizó con las ediciones posteriores, cuando comenzó a usarse con más rigurosidad lo que denominamos el “texto crítico”. 
A veces, los ataques contra los traductores y contra las Sociedades Bíblicas fueron a bocajarro y no carentes de cierta malévola intención.
Veamos un caso, muy sencillo: En Col 1.14, los traductores de la versión popular han traducido así: 
“por quien nos salvó y nos perdonó nuestros pecados”. (En la primera edición, de 1966, cuando solo apareció el Nuevo Testamento, ese texto rezaba así: “quien nos salvó por medio de su muerte, perdonándonos nuestros pecados”. 
Nótese que la frase “por medio de su muerte” se ha eliminado.) 
La crítica textual ha demostrado -creo que sin duda alguna- que esa frase (el texto griego dice, literalmente, “por su sangre”) fue introducida en el texto de Colosenses por un copista, que la tomó de Ef 1.7. 
Por ello, la versión Reina-Valera Actualizada, que ya hemos mencionado, agrega una nota al pie que afirma lo siguiente:
 “Algunos mss. tardíos incluyen por su sangre; comp. Ef 1.7.”
 Pues bien, no faltó quien dijera que “las Sociedades Bíblicas ya no creen en la sangre de Cristo” o que “los traductores de las Sociedades Bíblicas son liberales” (en sentido teológico, se entiende). 
Pareciera no haberles importado que esa frase (o su correspondiente, en traducción dinámica) sí estuviera en el texto paralelo de Ef 1.7.
Como el anterior, podrían reproducirse muchísimos otros casos. 
Ellos confirman nuestra apreciación anterior: 
Para muchos lectores de la Biblia en castellano, el texto bíblico tras la traducción R-V es el texto, y no tiene vuelta de hoja.

¿Qué valor tiene hoy la Reina-Valera?

Permítasenos hacer una distinción preliminar entre “valor” y “vigencia”. 
Este último término, aplicado al caso específico que nos ocupa, indica que, indubitablemente, la versión R-V tiene un uso práctico, significativo y muy amplio en el mundo protestante que habla castellano. 
En este sentido, la traducción que nos ocupa tiene una indiscutible vigencia: 
La leen diariamente millones de personas que siguen -o hacen el esfuerzo de seguir- sus enseñanzas, y la tienen en muy alta estima -incluso, como ha podido constatar el autor de estas líneas, cuando no la entienden-, y no la cambian por ninguna otra.
Por otra parte, cuando hablamos del valor de esa traducción, nos referimos a sus cualidades intrínsecas en tanto traducción y a sus características propias, como modernidad, precisión, documentos en que se apoya, etc.
Es en cuanto a su valor en lo que la versión R-V resulta cuestionable, por las razones que pasamos a enumerar:

Principios de traducción.

Desde que Casiodoro hizo el trabajo inicial, mucha agua ha corrido bajo el puente, respecto de lo que tiene que ver con la comprensión de la tarea de traducción y de los principios fundamentales que la rigen. 
La naturaleza formal de esa versión hace que aún en el día de hoy -y a pesar de las numerosas revisiones a que ha sido sometida- haya pasajes que son prácticamente ininteligibles para el lector común (al que se supone que va dirigida y que es, en realidad, quien la lee). 
El autor de este artículo ha realizado la experiencia de poner a leer ciertos textos de la R-V a determinados grupos de personas. 
Preguntadas estas al respecto, muchas no pudieron explicar qué significaban esos pasajes. 
Leídos en otra versión, resultaron fácilmente comprensibles.
La explicación fundamental del resultado de esa práctica radica en que la traducción por equivalencia formal tiende a apegarse a la estructura de la lengua original o lengua fuente. 
Ello resulta, a su vez, en que se fuerza también la forma del idioma receptor (el castellano, en nuestro caso). 
Esto es más evidente cuando el autor original usa figuras como la metáfora.
El desarrollo de la lingüística y su aplicación a la traducción han venido a ratificar aquel dicho que afirma que, supuesta la fidelidad al mensaje que se traduce, “la mejor traducción es aquella que, al leerla, el lector no se da cuenta de que se trata de una traducción”. 
No resulta así con la R-V. 
La llamada traducción idiomática o por equivalencia dinámica (o funcional) busca ser fiel a lo que dice el texto fuente echando mano de los recursos propios de la lengua receptora.

Revisiones del lenguaje.

Lo anterior plantea un problema adicional, secundario respecto de otros, pero importante. 
En un taller de ciencias bíblicas patrocinado por las Sociedades Bíblicas Unidas y celebrado en Bucaramanga (Colombia), se mostró a los participantes una copia facsímil de la Biblia del Oso. 
Muchos quisieron verla, y uno que la tuvo en sus manos, dijo asombrado: 
“Esto no es español; parece más bien portugués”.
La persona que así habló no se había percatado del carácter vivo de la lengua y de las transformaciones que en ella se operan con el tiempo. 
En efecto, no todos pueden leer la versión de 1569. 
Por eso, precisamente, ha sido necesario, a lo largo de los últimos 422 años, hacer revisiones periódicas del texto original de Reina, para ponerlo más a tono con las formas contemporáneas de la lengua. 
Treinta y tres años habían transcurrido desde la edición príncipe cuando Valera publicó la primera revisión. 
Trece o catorce revisiones la han seguido.
Al contemplar el panorama total, la pregunta que surge es la siguiente: 
¿Cuántas revisiones puede soportar una traducción como la de Reina y seguir llamándose con el mismo nombre? 
¿Qué criterios deben regir los procesos de revisión de una traducción para que el producto pueda ser reconocido como obra de legítima continuidad?
O, desde otro punto de vista, ¿se justifica una larga serie de revisiones de la traducción de un texto?
Por razones intrínsecas, creemos que, en el caso de la Biblia, no  puede justificarse hacer revisiones de revisiones. 
Al contrario, los desarrollos en el campo de la traductología,  los numerosos e importantísimos descubrimientos de manuscritos antiguos y los avances de la crítica textual hacen que resulten injustificadas las repetidas revisiones de traducciones antiguas.
Las razones, pues, deben ser extrínsecas al texto mismo.
 Pueden ser financieras (en virtud de la posesión de los derechos de autor), pastorales o de otra naturaleza. 
No nos detendremos a analizarlas porque nuestro interés, para efectos de este artículo, se centra en el texto mismo.

Problemas de crítica textual.

El texto griego del Nuevo Testamento ha sido objeto de estudio desde tiempos antiguos. 
Las investigaciones se aceleraron con el descubrimiento de nuevos manuscritos. 
Los críticos textuales han sido incansables en sus esfuerzos por “fijar” el texto y así determinar las formas que serían “originales”. 
Se trata de un trabajo ingente y altamente especializado. 
Por supuesto, dadas la gran cantidad de material disponible, las variantes que hay en los manuscritos, las diversas causas que explican (o pudieran explicar) la presencia de esas variantes, las familias (grupos, tradiciones) de textos y las razones de su formación, las conclusiones no se presentan como resultados de operaciones matemáticas. 
Se requiere criterio para sopesar los testimonios, valorar textos, datar documentos, etc. 
Y en estos asuntos, no todos están acordes.
No obstante lo dicho, los especialistas han preparado lo que se denomina el “texto crítico”, que ha sido publicado por las Sociedades Bíblicas Unidas (tercera edición corregida, 1984).
Este texto crítico tiene muchas variantes, comparado con el texto que sirve de base a la R-V. 
Esta se hizo sobre el llamado “textus receptus” (texto recibido), que no pertenece, por cierto, a las más confiables familias de textos.
De ahí que nuestro estudio nos enfrente a un nuevo problema: 
Si la versión R-V contribuye a perpetuar entre los evangélicos una comprensión distorsionada del texto griego del Nuevo Testamento, creemos que ya ha llegado la hora de hacer una nueva traducción.

Conclusión

Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera fueron traductores cuyas obras hicieron época. 
De eso no hay ni el menor asomo de duda. 
Su obra ha durado mucho más de lo que ellos mismos podrían haber imaginado. 
Sus nombres han quedado inexorablemente vinculados a la historia del protestantismo de habla castellana. 
Y por eso tenemos que dar gracias a Dios.
Sin embargo, lo anterior no debe cegarnos frente a los resultados de la investigación del texto bíblico en sus idiomas originales. Y esto hemos de recibirlo también como un don de Dios. 
Y, por eso también tenemos que estar agradecidos.
Al concordar totalmente con el espíritu que anima el surgimiento de las “nacionalidades” en la Península Ibérica (llamadas, políticamente, autonomías), preferimos utilizar el término “castellano” para referirnos a lo que otros denominan “español”. 
Porque, aceptémoslo, el catalán o el valenciano también son idiomas españoles. 
No se les puede imponer la ciudadanía española a las personas y negársela a los idiomas que hablan desde su nacimiento.
¡Ojo! 
Los evangélicos con frecuencia hablamos -muy imprecisamente, por cierto
- de “textos originales”. 
Los textos que con propiedad podemos llamar “originales” son los autógrafos, y estos no existen. 
Tenemos copias (y copias de copias) de lo que fueron los autógrafos.
Hubo, antes, traducciones castellanas de las escrituras hebreas, hechas por judíos con base en los textos hebreos y arameos de lo que, para los cristianos, es el Antiguo Testamento. 
La llamada Biblia de Ferrara es, quizá, el ejemplo más connotado.
Usamos el término “protestante” como sinónimo de “evangélico”. 
Nos negamos a aceptar la distinción entre ambas palabras que algunos hacen, pues fue producto de disputas teológicas ajenas a nosotros que tuvieron lugar en otras tierras. 
En 1988 señalamos esto mismo, en “Viaje de ida y vuelta: evangelización y misión”, Pastoralia (San José: CELEP, año 10, núms. 20 y 21, julio-diciembre, 1988), pág. 120.
Véanse, en particular, los siguientes trabajos: Enrique Fernández, Las Biblias castellanas del exilio(Miami: Editorial Caribe, 1976); Jorge González, “Valera’s Method for Revising the Old Testament in the Spanish Bible of 1602” (tesis doctoral presentada por su autor en la Universidad de Emory, Atlanta, Estados Unidos de América, en 1962. Inédita); Hazael T. Marroquín, Versiones castellanas de la Biblia (México: El Faro, 1959). 
Hay otros muchos trabajos referidos a aspectos más específicos y publicados en diversas revistas, como The Bible Translator y La Biblia en América Latina (esta última se llama actualmente La Biblia en las Américas). 
Ambas revistas son publicadas por las Sociedades Bíblicas Unidas. 
Véase, además, la bibliografía que se encuentra en la obra de Jorge González citada en esta nota. 
Pagán, “Nueva revisión de la Versión Reina-Valera” (en Traducción de la Biblia, vol. 1, núm. 1, págs. 1-6), también da testimonio de la importancia de la historia de las revisiones de la traducción de Reina
Deseamos aclarar que damos los significados que se explican a las siguientes expresiones:

Versión Reina-Valera
es lo que podríamos denominar la “tradición” formada por la versión de Reina y todas las revisiones a que ha sido sometida a lo largo de los 422 años desde la aparición de la llamada “Biblia del Oso”. 
Para mayor precisión, cuando nos refiramos a una de las versiones en concreto, debemos añadir el año correspondiente.

Versión de Reina: la de Basilea, de 1569.
Versión de Reina y Valera: la de Reina revisada por Valera en 1602.
El Libro de Dios (El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 1989), pág. vi.
Véase, por ejemplo, págs. 990 y 991, que corresponden a Col 1.13b—4.3a. 
En las notas al pie aparece la afirmación “Algunos mss. tardíos” o “Algunos mss. antiguos” siete veces. 
Estas indicaciones no corresponden a lo que hemos llamado “la versión Reina-Valera” (o sea, la tradición de las revisiones que llevan ese nombre).
Para lo referente a este trabajo de revisión, véase el artículo de Samuel Pagán mencionado supra(nota 5).
Esto explica parte de los ataques que algunos lanzaron contra la llamada “versión popular” cuando esta vio la luz por primera vez. 
No importaba el hecho de que los términos o las expresiones usadas en la nueva versión fueran más comprensibles o explicitaran mejor el significado del texto en el idioma original. 
Los equivalentes en R-V debían ser intocables. (Véase [3] en este mismo inciso.)
Hecha, por ejemplo, por un abogado evangélico, en Costa Rica, durante un estudio bíblico. 
Al hablar del tema de la sujeción de la mujer a su marido, sostuvo, efectivamente, que “lo que el cristiano tiene que hacer no es interpretar la Biblia, sino obedecerla”. 
Esta idea está muy extendida en los círculos a los que venimos refiriéndonos.
El propio Dr. Ross me relató el siguiente hecho: 
Estaba él en un grupo evangélico que cantaba uno de los “coritos” que son tan típicos de, por lo menos, ciertos sectores de nuestra tradición. 
Él les indicó que, en el corito que se cantaba, había un error en el uso del idioma. 
La respuesta fue la siguiente: 
“Eso es imposible, porque ese corito se lo dio el Espíritu al hermano Fulano de tal y, por lo tanto, no puede tener errores”. 
Y se negaron a corregirlo, aunque habría sido muy fácil la corrección.
Recuérdese la distinción que debe hacerse entre texto original y lenguas originales. Véase la nota 2.
La bibliografía actual en castellano sobre traducción es ahora abundante, tanto por la traducción de obras clásicas como por la producción original en nuestro idioma. 
La palabra traductología 
-no registrada en el Diccionario de la Real Academia ni en el Diccionario Manual– 
ya aparece en los títulos de algunas obras y en los programas de cursos universitarios.
Más de 5000 de parte o todo el Nuevo Testamento.

Ejemplo de ello es el texto, preparado por Bruce M. Metzger, que acompaña a la edición del Nuevo Testamento griego, y se titula A Textual Commentary on the New Testament (Stuttgart: United Bible Societies, 1985).

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