¿Una versión de hoy o de ayer?
Importancia
de la versión de Reina
Hay
libros que hacen época.
La
anterior afirmación también es válida para ciertas traducciones de
libros que, en sus idiomas originales, hicieron época.
La
Biblia es “el libro que hizo época” por excelencia.
Y lo es,
porque sigue haciendo época.
No solo porque continúa siendo el
libro más vendido del mundo, sino, sobre todo, porque, por el poder
transformador del Espíritu que lo inspiró, “hace época” en la
vida de cada ser humano que acepta el don gracioso de Dios que la
propia Biblia proclama.
Pero
esa Biblia, portadora de un mensaje que cambia vidas, se nos da,
ahora, por interpósitas lenguas que la hacen accesible al hombre y a
la mujer contemporáneos que se acercan a sus páginas.
De otra
manera, sería un libro cerrado para quienes no supieran los idiomas
en que fue escrita originalmente.
El
castellano no es una excepción.
Y, respecto de él y de la
Biblia, la versión de Casiodoro de Reina ocupa un lugar privilegiado
en la historia de las traducciones castellanas del Libro.
Ello es
así, no solo por haber sido la primera traducción del texto bíblico
hecha, desde los idiomas originales, por cristianos, sino
porque llegó a gozar de tal aceptación que, para millones de estos,
a lo largo de años y siglos y a lo ancho del mundo de habla
castellana, se convirtió en la Biblia por antonomasia.
La historia
de este fenómeno tiene facetas muy interesantes, pero no es el tema
que nos ocupa en este trabajo.
Destaquemos,
eso sí, el hecho de que la Biblia que hoy lleva el nombre de
Reina-Valera ha ocupado, y ocupa, un indiscutible primer lugar en
muchos aspectos de la vida de los protestantes.
En
la inmensa mayoría de las comunidades evangélicas esparcidas por
América Latina y por la España peninsular e insular, no sería
posible concebir las actividades litúrgicas al margen de esta
versión de la Biblia.
La práctica cultual de la lectura antifonal,
tan común en gran número de nuestras iglesias, suele hacerse a
partir de ese texto.
¿Y qué decir de lo que solemos llamar el uso
“devocional” de las Escrituras?
Es generalmente esta versión del
texto sagrado la que se utiliza para las lecturas personales que
tienen como propósito fundamental encontrar solaz para el alma, o
consuelo en momentos de prueba y de dolor, o inspiración y dirección
en tiempos de duda.
La
Biblia de Reina ha jugado un papel importantísimo en la historia de
la expansión misionera realizada por los protestantes en el mundo de
habla castellana.
Casi desde sus orígenes, el movimiento protestante
español contó con esta versión, al haber aparecido apenas
cincuenta y dos años después que Martín Lutero clavara sus noventa
y cinco tesis en la puerta de la abadía de Wittenberg.
Las
investigaciones que se han hecho acerca de la versión de Casiodoro
de Reina y las subsecuentes revisiones dan testimonio de la
importancia que tal versión ha tenido en la historia del
protestantismo.
Revisiones
contemporáneas
Como
nuestro propósito tiene que ver con la obra de conjunto y con el
valor de uso de la versión Reina-Valera, nos
limitamos aquí a mencionar las cuatro revisiones contemporáneas más
importantes:
Revisión
de 1960,
realizada por un equipo de revisores de las Sociedades Bíblicas
Unidas. Es la más ampliamente usada en el mundo evangélico.
Revisión
de CLIE,
conocida popularmente así por haber sido publicada por la casa
editorial de ese nombre, en 1977. Pretende ser una revisión de la de
1909, pero un análisis cuidadoso del texto pareciera indicar que no
fue así. No ha tenido muy buena acogida por los evangélicos.
Versión
Reina-Valera Actualizada (RVA).
Hecha por un equipo nombrado por los bautistas y publicada por
Editorial Mundo Hispano, de la Casa Bautista de Publicaciones, dice
que es revisión de la Reina-Valera de 1909.
En la Introducción se
explica que “el Nuevo Testamento de la RVA se basa en los mejores
textos griegos conocidos en la actualidad, tal como aparecen
presentados en la tercera edición del Nuevo Testamento Griego de
Sociedades Bíblicas Unidas y en otras reconocidas autoridades”.
Este
hecho no deja de ser problemático, pues cambia significativamente la
base textual usada por Reina y Valera, lo que hace que uno se
pregunte si es correcto seguir llamándola “Reina-Valera”, como,
en efecto, se hace.
Este
cuestionamiento ha sido planteado incluso por algunos dirigentes
bautistas.
Revisión
de los adventistas.
(Como no la conocemos directamente sino por referencias, nos
abstenemos de hacer comentarios, que no tendrían fundamento
objetivo.)
Actualmente
se está realizando una nueva revisión.
Esta -que es patrocinada por
las Sociedades Bíblicas Unidas- es revisión de la de 1960, pero
toma en cuenta revisiones anteriores y coteja la traducción con los
idiomas originales, aunque sin pretender cambiar la base textual
utilizada por Reina y Valera.
Una
apreciación muy personal
[Nota
aclaratoria:
En el primer número de la revista Traducción
de la Biblia apareció,
en la contraportada, el siguiente texto:
“Las Sociedades Bíblicas
Unidas no son responsables por las opiniones expresadas por los
autores”.
Creo oportuno traer esta nota a colación porque, de
hecho, lo que se dice en este artículo y, muy especialmente, lo que
se afirma en esta sección, es responsabilidad única y exclusiva del
autor de este trabajo.
Representa mi posición personalísima y no la
opinión de las Sociedades Bíblicas Unidas ni la de ninguna de las
Sociedades Bíblicas nacionales.]
La
versión Reina-Valera es la versión de los evangélicos
hispanohablantes
Ya
nos referimos a este hecho en líneas anteriores.
Valga añadir aquí
que la historia de la evangelización de España y de Hispanoamérica
da razón suficiente de este fenómeno.
Además, por las condiciones
particulares en que esa evangelización se llevó a cabo, la
Reina-Valera llegó a identificarse como “la Biblia protestante”,
por contraposición a “otras Biblias”, que eran católicas (y,
por tanto, se presuponía, distorsionaban el sentido en la
traducción).
El
hecho de que, no solo por años sino por siglos, esta versión fuera
la única usada por el pueblo evangélico de habla castellana ha
tenido repercusiones muy importantes y significativas respecto de la
apreciación que los propios evangélicos han desarrollado de la
Biblia como tal (haciendo abstracción de una versión en
particular).
A
continuación señalamos, a modo de apuntes preliminares, algunas de
esas repercusiones que varios observadores del fenómeno hemos
percibido.
Somos conscientes de que se necesita más investigación
objetiva, para que nuestras afirmaciones puedan tener el valor de
verdaderas conclusiones.
(1)
La versión Reina-Valera (de aquí en adelante identificada por las
siglas R-V) ha ejercido una gran influencia en la configuración de
las creencias teológicas del mundo evangélico.
La
validez de esta afirmación puede avalarse por algunas observaciones
adicionales. Tenemos, por ejemplo, el siguiente hecho: en términos
generales, los misioneros europeos que evangelizaron la Península
Ibérica, la España insular y las tierras allende la mar océano
donde se hablaba castellano eran de tradición teológica
conservadora. Otro tanto ocurrió con los misioneros norteamericanos.
Hubo, por supuesto, excepciones.
Eso significó que el uso de la R-V
estuvo signado por una particular interpretación teológica.
A su
vez ello implicaba una estrecha relación entre dicha interpretación
y los términos teológicos más significativos que había escogido
Reina y que Valera y los sucesivos revisores mantuvieron en sus
textos.
Tales términos se han vuelto sagrados en sí mismos, hasta
el punto de que es casi un tabú intentar cambiarlos por otros
equivalentes pero más explícitos.
Por
lo anterior, para muchos evangélicos de tendencia muy conservadora,
el uso de versiones distintas de la R-V es señal inequívoca de
desviación teológica.
Todo
traductor es un intérprete.
Es absurda la afirmación de
que la Biblia no necesita que la interpretemos sino que la
obedezcamos, como si esto fuera posible sin aquello.
Intérpretes
fueron Reina y Valera y todos aquellos que, como individuos o como
partes de un equipo de trabajo, han colaborado en la revisión del
texto de aquellos campeones de la Reforma española. Solo en la
medida en que el traductor es consciente de este ineludible hecho,
podrá asumir una cierta distancia de sus propios prejuicios
teológicos a la hora de traducir el texto bíblico.
(2)
Lo dicho en el inciso anterior explica también otro fenómeno que
los lingüistas deberían investigar:
en qué medida el lenguaje de
la R-V ha influido en el habla de los evangélicos hispanohablantes.
El Dr. Ronald Ross, del Departamento de Traducciones de las
Sociedades Bíblicas Unidas, me decía, en conversación que
sostuvimos hace aproximadamente un año, que había observado cómo
algunos evangélicos utilizan ciertas formas de expresión que no son
propias de las comunidades a las que ellos mismos pertenecen… pero
sí del texto de R-V.
Hay como una especie de creencia no explicitada
de que el texto castellano de R-V es de por sí sagrado, en el
sentido de que su forma de expresión es la que debe usarse en el
lenguaje de todos los días.
Esto
se ve, por ejemplo, en el uso del “le” como complemento directo
de persona.
(3)
Sin embargo, para los efectos de este artículo, hay un aspecto de
capital importancia que, a criterio del que esto subscribe, ha
ejercido una influencia más bien dañina en la mentalidad de muchos
evangélicos.
Nos referimos al hecho de que para muchísimas
personas, aun cuando puedan no saber nada al respecto ni ser
conscientes de las implicaciones de las afirmaciones que hacen, la
base textual de la R-V es el
texto original.
Expliquémonos.
Cuando
Casiodoro de Reina tradujo la Biblia, tenía a su disposición un muy
reducido número de manuscritos antiguos del texto bíblico en los
idiomas originales.
Además, eran manuscritos muy tardíos.
Los
innumerables descubrimientos posteriores no solo han puesto a nuestro
alcance una enorme cantidad de manuscritos, sobre todo griegos
-manuscritos que consideramos “testimonios textuales”-, sino que
también han hecho retroceder, en muchos siglos, las fechas de los
mismos testimonios.
La importancia de este hecho salta a la vista:
Cuanto más antiguo sea un documento más cerca está, en el tiempo,
de los textos originales.
Los estudios que los especialistas
(críticos textuales) han hecho de esos textos han venido a demostrar
que se formaron varias tradiciones o familias de textos, según las
características que iban adquiriendo en el proceso de copiado.
Esos
mismos estudios han revelado que los manuscritos usados por Reina y
por Valera no son de los más valiosos.
(Aunque, insistimos,
eran los
únicos con
los que ellos contaban.
Tendrían que transcurrir algunos siglos
antes que se descubrieran los que hoy más se valoran.)
Esto
plantea un serio problema, desde la perspectiva que estamos
analizando aquí:
Si los evangélicos identifican el texto de R-V
como la fiel traducción del “texto original”, lo que se está
diciendo -aunque quien lo diga no sea consciente de ello- es que los
textos utilizados por Reina y por Valera son esos “textos
originales”,
y, por ende, inalterados e inalterables.
¿Qué hacer, entonces,
cuando la crítica textual pone a nuestro servicio manuscritos mucho
más antiguos que los utilizados por nuestros traductores del siglo
XVI, más fidedignos y con variantes significativas respecto de estos
últimos?
La
reacción posible no es materia de especulación.
Se manifestó, con
claridad meridiana, cuando apareció la primera edición de lo que
llamamos comúnmente la “versión popular”, y se agudizó con las
ediciones posteriores, cuando comenzó a usarse con más rigurosidad
lo que denominamos el “texto crítico”.
A veces, los ataques
contra los traductores y contra las Sociedades Bíblicas fueron a
bocajarro y no carentes de cierta malévola intención.
Veamos
un caso, muy sencillo: En Col 1.14, los traductores de la versión
popular han traducido así:
“por quien nos salvó y nos perdonó
nuestros pecados”. (En la primera edición, de 1966, cuando solo
apareció el Nuevo Testamento, ese texto rezaba así: “quien nos
salvó por medio de su muerte, perdonándonos nuestros pecados”.
Nótese que la frase “por medio de su muerte” se ha eliminado.)
La crítica textual ha demostrado -creo que sin duda alguna- que esa
frase (el texto griego dice, literalmente, “por su sangre”) fue
introducida en el texto de Colosenses por un copista, que la tomó de
Ef 1.7.
Por ello, la versión Reina-Valera Actualizada, que ya hemos
mencionado, agrega una nota al pie que afirma lo siguiente:
“Algunos
mss. tardíos incluyen por su sangre; comp. Ef 1.7.”
Pues bien, no
faltó quien dijera que “las Sociedades Bíblicas ya no creen en la
sangre de Cristo” o que “los traductores de las Sociedades
Bíblicas son liberales” (en sentido teológico, se entiende).
Pareciera no haberles importado que esa frase (o su correspondiente,
en traducción dinámica) sí estuviera
en el texto paralelo de Ef 1.7.
Como
el anterior, podrían reproducirse muchísimos otros casos.
Ellos
confirman nuestra apreciación anterior:
Para muchos lectores de la
Biblia en castellano, el texto bíblico tras la traducción R-V
es el texto,
y no tiene vuelta de hoja.
¿Qué
valor tiene hoy la Reina-Valera?
Permítasenos
hacer una distinción preliminar entre “valor” y “vigencia”.
Este último término, aplicado al caso específico que nos ocupa,
indica que, indubitablemente, la versión R-V tiene un uso práctico,
significativo y muy amplio en el mundo protestante que habla
castellano.
En este sentido, la traducción que nos ocupa tiene una
indiscutible vigencia:
La leen diariamente millones de personas que
siguen -o hacen el esfuerzo de seguir- sus enseñanzas, y la tienen
en muy alta estima -incluso, como ha podido constatar el autor de
estas líneas, cuando no la entienden-, y no la cambian por ninguna
otra.
Por
otra parte, cuando hablamos del valor de esa traducción, nos
referimos a sus cualidades intrínsecas en tanto traducción y a sus
características propias, como modernidad, precisión, documentos en
que se apoya, etc.
Es
en cuanto a su valor en lo que la versión R-V resulta cuestionable,
por las razones que pasamos a enumerar:
Principios
de traducción.
Desde
que Casiodoro hizo el trabajo inicial, mucha agua ha corrido bajo el puente, respecto de lo que tiene que ver con la comprensión
de la tarea de traducción y de los principios fundamentales que la
rigen.
La naturaleza formal de esa versión hace que aún en el día
de hoy -y a pesar de las numerosas revisiones a que ha sido sometida-
haya pasajes que son prácticamente ininteligibles para el lector
común (al que se supone que va dirigida y que es, en realidad, quien
la lee).
El autor de este artículo ha realizado la experiencia de
poner a leer ciertos textos de la R-V a determinados grupos de
personas.
Preguntadas estas al respecto, muchas no pudieron explicar
qué significaban esos pasajes.
Leídos en otra versión, resultaron
fácilmente comprensibles.
La
explicación fundamental del resultado de esa práctica radica en que
la traducción por equivalencia formal tiende a apegarse a la
estructura de la lengua original o lengua fuente.
Ello resulta, a su
vez, en que se fuerza también la forma del idioma receptor (el
castellano, en nuestro caso).
Esto es más evidente cuando el autor
original usa figuras como la metáfora.
El
desarrollo de la lingüística y su aplicación a la traducción han
venido a ratificar aquel dicho que afirma que, supuesta la fidelidad
al mensaje que se traduce, “la mejor traducción es aquella que, al
leerla, el lector no se da cuenta de que se trata de una traducción”.
No resulta así con la R-V.
La llamada traducción idiomática o por
equivalencia dinámica (o funcional) busca ser fiel a lo que dice el
texto fuente echando mano de los recursos propios de la lengua
receptora.
Revisiones
del lenguaje.
Lo
anterior plantea un problema adicional, secundario respecto de otros,
pero importante.
En un taller de ciencias bíblicas patrocinado por
las Sociedades Bíblicas Unidas y celebrado en Bucaramanga
(Colombia), se mostró a los participantes una copia facsímil de la
Biblia del Oso.
Muchos quisieron verla, y uno que la tuvo en sus
manos, dijo asombrado:
“Esto no es español; parece más bien
portugués”.
La
persona que así habló no se había percatado del carácter vivo de
la lengua y de las transformaciones que en ella se operan con el
tiempo.
En efecto, no todos pueden leer la versión de 1569.
Por eso,
precisamente, ha sido necesario, a lo largo de los últimos 422 años,
hacer revisiones periódicas del texto original de Reina, para
ponerlo más a tono con las formas contemporáneas de la lengua.
Treinta y tres años habían transcurrido desde la edición príncipe
cuando Valera publicó la primera revisión.
Trece o catorce
revisiones la han seguido.
Al
contemplar el panorama total, la pregunta que surge es la siguiente:
¿Cuántas revisiones puede soportar una traducción como la de Reina
y seguir llamándose con el mismo nombre?
¿Qué criterios deben
regir los procesos de revisión de una traducción para que el
producto pueda ser reconocido como obra de legítima continuidad?
O,
desde otro punto de vista, ¿se justifica una larga serie de
revisiones de la traducción de un texto?
Por
razones intrínsecas,
creemos que, en el caso de la Biblia, no puede justificarse
hacer revisiones de revisiones.
Al contrario, los desarrollos en el
campo de la traductología, los
numerosos e importantísimos descubrimientos de manuscritos
antiguos y
los avances de la crítica textual hacen
que resulten injustificadas las repetidas revisiones de traducciones
antiguas.
Las
razones, pues, deben ser extrínsecas al texto mismo.
Pueden ser
financieras (en virtud de la posesión de los derechos de autor),
pastorales o de otra naturaleza.
No nos detendremos a analizarlas
porque nuestro interés, para efectos de este artículo, se centra en
el texto mismo.
Problemas
de crítica textual.
El
texto griego del Nuevo Testamento ha sido objeto de estudio desde
tiempos antiguos.
Las investigaciones se aceleraron con el
descubrimiento de nuevos manuscritos.
Los críticos textuales han
sido incansables en sus esfuerzos por “fijar” el texto y así
determinar las formas que serían “originales”.
Se trata de un
trabajo ingente y altamente especializado.
Por supuesto, dadas la
gran cantidad de material disponible, las variantes que hay en los
manuscritos, las diversas causas que explican (o pudieran explicar)
la presencia de esas variantes, las familias (grupos, tradiciones) de
textos y las razones de su formación, las conclusiones no se
presentan como resultados de operaciones matemáticas.
Se requiere
criterio para sopesar los testimonios, valorar textos, datar
documentos, etc.
Y en estos asuntos, no todos están acordes.
No
obstante lo dicho, los especialistas han preparado lo que se denomina
el “texto crítico”, que ha sido publicado por las Sociedades
Bíblicas Unidas (tercera edición corregida, 1984).
Este
texto crítico tiene muchas variantes, comparado con el texto que
sirve de base a la R-V.
Esta se hizo sobre el llamado “textus
receptus” (texto recibido), que no pertenece, por cierto, a las más
confiables familias de textos.
De
ahí que nuestro estudio nos enfrente a un nuevo problema:
Si la
versión R-V contribuye a perpetuar entre los evangélicos una
comprensión distorsionada del texto griego del Nuevo Testamento,
creemos que ya ha llegado la hora de hacer una nueva traducción.
Conclusión
Casiodoro
de Reina y Cipriano de Valera fueron traductores cuyas obras hicieron
época.
De eso no hay ni el menor asomo de duda.
Su obra ha durado
mucho más de lo que ellos mismos podrían haber imaginado.
Sus
nombres han quedado inexorablemente vinculados a la historia del
protestantismo de habla castellana.
Y por eso tenemos que dar gracias
a Dios.
Sin
embargo, lo anterior no debe cegarnos frente a los resultados de la
investigación del texto bíblico en sus idiomas originales. Y esto
hemos de recibirlo también como un don de Dios.
Y, por eso también
tenemos que estar agradecidos.
Al
concordar totalmente con el espíritu que anima el surgimiento de las
“nacionalidades” en la Península Ibérica (llamadas,
políticamente, autonomías), preferimos utilizar el término
“castellano” para referirnos a lo que otros denominan “español”.
Porque, aceptémoslo, el catalán o el valenciano también son
idiomas españoles.
No se les puede imponer la ciudadanía española
a las personas y negársela a los idiomas que hablan desde su
nacimiento.
¡Ojo!
Los evangélicos con frecuencia hablamos -muy imprecisamente, por
cierto
- de “textos originales”.
Los textos que con propiedad
podemos llamar “originales” son los autógrafos, y estos no
existen.
Tenemos copias (y copias de copias) de lo que fueron los
autógrafos.
Hubo,
antes, traducciones castellanas de las escrituras hebreas, hechas por
judíos con base en los textos hebreos y arameos de lo que, para los
cristianos, es el Antiguo Testamento.
La llamada Biblia
de Ferrara es,
quizá, el ejemplo más connotado.
Usamos
el término “protestante” como sinónimo de “evangélico”.
Nos negamos a aceptar la distinción entre ambas palabras que algunos
hacen, pues fue producto de disputas teológicas ajenas a nosotros
que tuvieron lugar en otras tierras.
En 1988 señalamos esto mismo,
en “Viaje de ida y vuelta: evangelización y
misión”, Pastoralia (San
José: CELEP, año 10, núms. 20 y 21, julio-diciembre, 1988), pág.
120.
Véanse,
en particular, los siguientes trabajos: Enrique Fernández, Las
Biblias castellanas del exilio(Miami:
Editorial Caribe, 1976); Jorge González, “Valera’s Method for
Revising the Old Testament in the Spanish Bible of 1602” (tesis
doctoral presentada por su autor en la Universidad de Emory, Atlanta,
Estados Unidos de América, en 1962. Inédita); Hazael T.
Marroquín, Versiones
castellanas de la Biblia (México:
El Faro, 1959).
Hay otros muchos trabajos referidos a aspectos más
específicos y publicados en diversas revistas, como The
Bible Translator y La
Biblia en América Latina (esta
última se llama actualmente La
Biblia en las Américas).
Ambas revistas son publicadas por las Sociedades Bíblicas Unidas.
Véase, además, la bibliografía que se encuentra en la obra de
Jorge González citada en esta nota.
Pagán, “Nueva revisión de la
Versión Reina-Valera” (en Traducción
de la Biblia,
vol. 1, núm. 1, págs. 1-6), también da testimonio de la
importancia de la historia de las revisiones de la traducción de
Reina
Deseamos
aclarar que damos los significados que se explican a las siguientes
expresiones:
Versión
Reina-Valera:
es lo que podríamos denominar la “tradición” formada por la
versión de Reina y todas las revisiones a que ha sido sometida a lo
largo de los 422 años desde la aparición de la llamada “Biblia
del Oso”.
Para mayor precisión, cuando nos refiramos a una de las
versiones en concreto, debemos añadir el año correspondiente.
Versión
de Reina:
la de Basilea, de 1569.
Versión
de Reina y Valera:
la de Reina revisada por Valera en 1602.
El
Libro de Dios (El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 1989), pág.
vi.
Véase,
por ejemplo, págs. 990 y 991, que corresponden a Col 1.13b—4.3a.
En las notas al pie aparece la afirmación “Algunos mss. tardíos”
o “Algunos mss. antiguos” siete veces.
Estas indicaciones no corresponden a lo que hemos llamado “la
versión Reina-Valera” (o sea, la tradición de las revisiones que
llevan ese nombre).
Para
lo referente a este trabajo de revisión, véase el artículo de
Samuel Pagán mencionado supra(nota
5).
Esto
explica parte de los ataques que algunos lanzaron contra la llamada
“versión popular” cuando esta vio la luz por primera vez.
No
importaba el hecho de que los términos o las expresiones usadas en
la nueva versión fueran más comprensibles o explicitaran mejor el
significado del texto en el idioma original.
Los equivalentes en R-V
debían ser intocables. (Véase [3] en este mismo inciso.)
Hecha,
por ejemplo, por un abogado evangélico, en Costa Rica, durante un
estudio bíblico.
Al hablar del tema de la sujeción de la mujer a su
marido, sostuvo, efectivamente, que “lo que el cristiano tiene que
hacer no es interpretar la Biblia, sino obedecerla”.
Esta idea está
muy extendida en los círculos a los que venimos refiriéndonos.
El
propio Dr. Ross me relató el siguiente hecho:
Estaba él en un grupo
evangélico que cantaba uno de los “coritos” que son tan típicos
de, por lo menos, ciertos sectores de nuestra tradición.
Él les
indicó que, en el corito que se cantaba, había un error en el uso
del idioma.
La respuesta fue la siguiente:
“Eso es imposible,
porque ese corito se
lo dio el
Espíritu al hermano Fulano de tal y, por lo tanto, no puede tener
errores”.
Y se negaron a corregirlo, aunque habría sido muy fácil
la corrección.
Recuérdese
la distinción que debe hacerse entre texto original y lenguas
originales. Véase la nota 2.
La
bibliografía actual en castellano sobre traducción es ahora
abundante, tanto por la traducción de obras clásicas como por la
producción original en nuestro idioma.
La palabra traductología
-no
registrada en el Diccionario
de la Real Academia ni
en el Diccionario
Manual–
ya aparece en los títulos de algunas obras y en los programas de
cursos universitarios.
Más
de 5000 de parte o todo el Nuevo Testamento.
Ejemplo
de ello es el texto, preparado por Bruce M. Metzger, que acompaña a
la edición del Nuevo Testamento griego, y se titula A
Textual Commentary on the New Testament (Stuttgart:
United Bible Societies, 1985).
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