Este es un Blog para refinar entradas o escritos y que despues sean trasladados al Blog principal, es como si este Blog sirviera como primer depòsito. Yo por ahora estoy navegando en ese pequeño velero de allà al fondo. ¿Que no me vèis?. ¿Seguros que no me vèis? ¡Recàspitas!. Yo creìa que ya habìa resucitado
martes, 1 de agosto de 2017
S.I. Virus, Microbios y demases
No podemos verlos, pero
ahí están.
Millones hormiguean a nuestro alrededor, se adhieren a
nosotros y se empeñan en colarse en nuestro interior.
Les encanta el
ambiente cálido y nutritivo de nuestro cuerpo y, una vez dentro, su
número crece de forma alarmante.
Si se los dejara actuar libremente,
en poco tiempo nos colonizarían por completo.
Para contrarrestar esa
fuerza destructiva, nuestra única respuesta es la guerra, una guerra
interna, total e inmediata entre estos invasores extraños portadores
de enfermedades y los dos billones de soldados que forman nuestro
sistema inmunológico.
No se pide ni se da tregua alguna.
Nuestras vidas están en juego, se trata de ellos o nosotros.
Normalmente ganamos nosotros, aunque no siempre es así.
El
resultado depende de la rapidez y eficacia con la que nuestro sistema
inmunológico se haya preparado para la batalla.
S.I. El sistema inmunològico increìble
EL SISTEMA inmunológico
es uno de los más increíbles y asombrosos de nuestro maravilloso y
sorprendente cuerpo, por lo que se le ha comparado con el más
complejo de todos los órganos humanos, el cerebro. El inmunólogo
William Paul del Instituto Nacional de la Salud afirma: “El sistema
inmunológico tiene una capacidad impresionante para procesar,
aprender, memorizar, crear, almacenar y utilizar información”.
Todas las alabanzas son pocas. El doctor Stephen Sherwin, director de
investigación clínica en Genentech, Inc., añade el siguiente
comentario: “Es un sistema increíble. Reconoce moléculas que
nunca antes habían estado en el cuerpo. Puede diferenciar entre lo
que pertenece al mismo y lo ajeno”, y si se trata de un agente
extraño, le declara la guerra.
¿Cómo sabe el sistema
inmunológico lo que pertenece al cuerpo y lo que no? Gracias a una
molécula proteínica especial, llamada MHC (complejo mayor de
histocompatibilidad), que recubre la superficie de casi todas
nuestras células y actúa como señal identificadora, es decir,
comunica al sistema que la célula es benigna, parte de nosotros y
exclusivamente nuestra. De esta forma, el sistema inmunitario
reconoce y acepta nuestras propias células, pero ataca a cualquier
otra que tenga moléculas diferentes en la superficie, y no hay
que olvidar que las células que no son nuestras presentan
moléculas diferentes.
S.I. La piel...mas que una protecciòn
La
piel: más que una protección pasiva
La piel constituye la
primera línea defensiva contra los invasores. Es más que una
cubierta protectora pasiva, pues tiene células que advierten al
sistema inmunitario de la presencia de microorganismos invasores.
Billones de bacterias benignas viven en la piel, en algunas zonas
hasta tres millones por centímetro cuadrado. Algunas producen ácidos
grasos que estorban el desarrollo de hongos y bacterias
perjudiciales. A este respecto, la revista Scientific American,
en su número de junio de 1985, explica que la piel es un “elemento
activo del sistema inmunológico”, con células especializadas que
desempeñan “funciones interrelacionadas para responder a
invasiones desde el exterior”.
También forman parte del
sistema de protección unas membranas que recubren la cara interna de
la piel y que secretan mucosidad que atrapa a los microbios. La
saliva, las secreciones nasales y las lágrimas contienen sustancias
que matan a los microbios. Los cilios similares a pelillos situados
en las vías que conducen hasta los pulmones empujan la mucosidad y
los desperdicios hasta la garganta, desde donde se expulsan al toser
o estornudar. Si los invasores llegan hasta el estómago, son
eliminados por los ácidos, descompuestos por las enzimas digestivas
o bien quedan atrapados en la mucosidad que recubre el estómago y
los intestinos, con lo que terminan por ser evacuados junto con otros
desperdicios corporales.
S.I. Fagocitos y Linfocitos
Fagocitos
y linfocitos: una verdadera artillería
Pero estas son simples
escaramuzas comparadas con las batallas encarnizadas que se producen
una vez que los organismos externos rompen estas barreras defensivas
y penetran en la corriente sanguínea y en los fluidos o tejidos
corporales. Han invadido el territorio donde se despliega la
artillería del sistema inmunológico, una fuerza compuesta de dos
billones de glóbulos blancos. Se producen en la médula ósea
—aproximadamente un millón por segundo— salen de allí, maduran
y forman tres divisiones diferentes: los fagocitos, y dos clases de
linfocitos, a saber, las células T (hay tres tipos principales:
auxiliares, supresoras y asesinas) y las células B.
Aunque el sistema
inmunológico tenga una fuerza compuesta de billones de soldados,
cada uno puede pelear contra un solo tipo de invasor. Durante una
enfermedad pueden generarse millones de gérmenes, cada uno con la
misma clase de antígeno, pero diferentes enfermedades —incluso
variedades dentro de la misma enfermedad— tienen diferentes
antígenos. Antes de que las células T y las células B puedan
atacar a estos invasores, han de poseer receptores que puedan fijarse
a sus antígenos correspondientes. De ahí que entre las células T y
las células B haya muchos receptores diferentes, específicos para
los antígenos de cada enfermedad, mientras que cada célula
individual T y B presenta receptores que son específicos para un
solo antígeno patógeno.
Daniel E. Koshland
Jr., director de la revista Science, comenta sobre este punto:
“El sistema inmunológico está diseñado para reconocer a los
invasores externos. Para eso, genera aproximadamente unos 1011
(100.000.000.000) tipos diferentes de receptores inmunológicos de
manera que, sin importar la forma o tamaño del invasor, haya algún
receptor complementario que lo reconozca y elimine”. (Science,
15 de junio de 1990, página 1273.) Así que entre los grupos de
células T y B se encuentra el receptor específico que corresponde a
cada antígeno que entra en el cuerpo, tal como una llave encaja en
una cerradura.
Sirva el ejemplo de dos
cerrajeros que trabajan independientemente. Uno de ellos hace
millones de cerraduras de todo tipo, pero no hace llaves. El
otro hace millones de llaves de todas las formas, pero no hace
cerraduras. Ahora, se arroja todo a un contenedor gigante y se
revuelve bien, de modo que cada llave encuentra su cerradura
particular. ¿Parece imposible? ¿Es un milagro? Lo parece.
Como si se tratasen de
cerraduras con sus ojos correspondientes, millones de gérmenes con
sus antígenos invaden nuestro cuerpo y circulan por la corriente
sanguínea y el sistema linfático. Como millones de llaves, también
circulan por el mismo caudal nuestras células inmunes con sus
receptores y encajan con los antígenos correspondientes de los
gérmenes. ¿Parece imposible? ¿Es un milagro? Lo parece, pero a
pesar de todo, el sistema inmunológico lo consigue.
Cada categoría de
linfocitos desempeña una función específica en la lucha contra la
infección. Las células auxiliares T (uno de los tres tipos
principales de células T) son decisivas, pues organizan las diversas
reacciones del sistema inmunológico. Accionadas por la presencia de
antígenos enemigos, avisan a las tropas del sistema inmunológico
mediante señales químicas (proteínas llamadas linfocinas) y
aumentan sus filas en millones. Son precisamente las células
auxiliares T las escogidas por el virus del sida como blanco de sus
ataques. Una vez eliminadas, el sistema inmunológico se vuelve
prácticamente inútil, lo que hace que la víctima de sida sea
vulnerable a casi todo tipo de enfermedades.
S.I. Los Fagocitos...comedores de cèlulas
Consideremos ahora la
función de los fagocitos apoyada por las células auxiliares T. Su
nombre significa “comedores de células”, y podría decirse que
son basureros. No son muy escrupulosos, pues devoran cualquier
cosa que parezca sospechosa, sean microorganismos extraños, células
muertas o cualquier otro tipo de desperdicio. Son a la vez una fuerza
defensiva contra los gérmenes patógenos y un servicio de recogida
que engulle las basuras. Incluso se comen las sustancias
contaminantes que provienen del humo de los cigarrillos y ennegrecen
los pulmones, aunque si se sigue fumando durante mucho tiempo, el
humo los destruye a un ritmo mayor que el de su reproducción.
No obstante, algunas de sus comidas son indigeribles, incluso
mortales, como por ejemplo el polvo de sílice o las fibras de
amianto.
Existen dos tipos de
fagocitos, los neutrófilos y los macrófagos. La médula ósea
produce unos cien mil millones de neutrófilos cada día. Viven tan
solo unos días, pero cuando hay infecciones su número se multiplica
hasta cinco veces. Cada neutrófilo puede capturar y destruir hasta
25 bacterias, y entonces muere, pero hay una afluencia constante de
reemplazos. Por otra parte, los macrófagos pueden destruir cien
invasores antes de morir. Son más grandes y fuertes, y viven más
que los neutrófilos. Solo tienen una acción de respuesta frente a
los invasores o a la basura: comerlos. No obstante, sería un
error pensar que los macrófagos son solamente unidades de
eliminación de basuras, ya que pueden fabricar “hasta 50 tipos de
enzimas y agentes antimicrobianos” y funcionar como enlaces de
comunicación “no sólo entre las células del sistema
inmunológico sino entre células productoras de hormonas, células
nerviosas e incluso cerebrales”.
S.I. El enemigo està entre nosotros
¡Ayuda!
El enemigo está entre nosotros
Cuando un macrófago
ingiere un microorganismo hace más que comerlo. Como casi todas las
células del cuerpo, el macrófago está recubierto por moléculas
MHC que lo identifican como perteneciente al cuerpo. Pero cuando el
macrófago se come un germen, la molécula MHC saca y muestra un
fragmento del antígeno enemigo sobre uno de los surcos de su
superficie. La muestra actúa como bandera roja para el sistema
inmunológico y da la voz de alarma de que un organismo extraño anda
suelto en nuestro interior.
Al accionar esta alarma,
el macrófago pide refuerzos, más macrófagos, millones. Aquí es
donde entran en juego las células auxiliares T. Millones de
ellas pululan por nuestro cuerpo, pero el macrófago debe reclutar un
tipo específico: uno que tenga el tipo de receptor que se fije al
antígeno concreto que despliega el macrófago.
Una vez que este tipo de
célula auxiliar T llega y se pone en contacto con el antígeno
enemigo, el macrófago y la célula auxiliar T intercambian señales
químicas. Estos compuestos químicos semejantes a hormonas, o
linfocinas, son proteínas extraordinarias que tienen una asombrosa
variedad de funciones para regular y acelerar la respuesta del
sistema inmunológico frente a los gérmenes infecciosos. El
resultado es que tanto los macrófagos como las células auxiliares T
se reproducen prodigiosamente. Esto significa que más macrófagos
comen a más gérmenes invasores y más células auxiliares T con las
características necesarias se fijan a los antígenos que los
macrófagos desplegarán, con lo que las filas de las fuerzas
inmunológicas se multiplican enormemente y se eliminan hordas
enteras de gérmenes infecciosos específicos.
Aunque su número varía
mucho, se calcula que hay de uno a dos billones de glóbulos blancos.
Sustancia que estimula la
formación de anticuerpos destinados a neutralizarla.
Término aplicado a todos
los microorganismos o sustancias capaces de producir enfermedad.
S.I. Armas contra cualquier enemigo
“Armas
prefabricadas contra cualquier enemigo imaginable”
El
sistema inmunológico mantiene “una reserva de armas prefabricadas
contra cualquier invasor posible”. Se sabe que esta profusión de
armamento “se fabrica mediante un complejo proceso genético en el
que se mezclan y recombinan partes de genes”.
El informe sobre un
importante descubrimiento reciente aclara cómo sucede.
“Se
cree que el gen recién descubierto desempeña una función
importante en el proceso de recombinación genética. Los científicos
han denominado RAG-1 al gen activador de la recombinación.”
Este
descubrimiento se comunicó en el número del 22 de diciembre de 1989
de la revista Cell.
Pero los científicos del Instituto Whitehead de Investigación
Biomédica de Cambridge (Massachusetts, E.U.A.) que descubrieron el
RAG-1, estaban preocupados debido a que “el gen recombinado era
poco eficaz y demasiado lento para explicar el suministro constante y
asombroso de diversas proteínas inmunológicas que produce el
cuerpo.
Contando con la posibilidad de cualquier tipo de invasión,
el cuerpo debe mantener en reserva a millones de anticuerpos y
receptores de las células T, todos modelados de forma lo bastante
diferente como para que al menos unos pocos puedan reconocer incluso
a un tipo enteramente nuevo de gen infeccioso”. (The
New York Times,
26 de junio de 1990.)
Por
eso, los propios científicos comenzaron a buscar otro gen que
superase ese inconveniente. Seis meses después la revista Science
del 22 de junio de 1990 informaba que lo habían encontrado. “Los
científicos dicen que el nuevo gen, RAG-2, trabaja junto con el
primero para entretejer anticuerpos y receptores proteicos con más
rapidez.
Cuando trabajan en tándem, los dos pueden recombinar piezas
del sistema inmunológico de mil a un millón de veces más
eficazmente que el gen individual.” Al trabajar en tándem, RAG-1 y
RAG-2 producen los millones de anticuerpos y receptores necesarios
para las células T.
Se
ha calificado a esta investigación de “trabajo refinado”. Es un
descubrimiento importante que puede dar paso a una mayor comprensión
de algunas enfermedades genéticas contra las que el sistema
defensivo no funciona como es debido. (The
New York Times,
22 de diciembre de 1989.)
S.I. Adiestramiento de cèlulas T y B
Adiestramiento
de las células T y B
LAS células T y las
células B no pueden ir directamente a la guerra después de
salir de la médula ósea. Su armamento es ultramoderno, lo que
obliga a un adiestramiento de alta tecnología antes de salir a
luchar. Las células T se dedicarán a la guerra biológica, mientras
que las B se especializarán en misiles dirigidos. Ambas se entrenan
en las escuelas técnicas del sistema inmunológico.
Con este fin, la mitad
del millón de linfocitos que se produce cada minuto en la médula
ósea va hasta el timo —una pequeña glándula situada detrás del
esternón— para recibir entrenamiento como células T. A este
respecto, el libro The Body Victorious comenta: “Los
linfocitos que asisten a la escuela de adiestramiento técnico del
timo son las células auxiliares, las supresoras y las asesinas,
llamadas linfocitos T (o células T) y constituyen los elementos
indispensables de las fuerzas armadas del sistema inmunológico”.
Cada
célula produce diez mil anticuerpos por segundo
El libro The Body
Victorious explica:
“La otra mitad de los linfocitos
no entrenados” son células B que van hasta los nódulos
linfáticos y tejidos relacionados para ser adiestradas en la
fabricación y lanzamiento de misiles dirigidos que reciben el nombre
de anticuerpos.
Cuando las células B “se agrupan en estos
tejidos, son como páginas en blanco: no saben nada y deben
aprender desde cero” para “adquirir la capacidad de reaccionar de
forma específica contra sustancias ajenas al cuerpo”.
En los
nódulos linfáticos una célula B madura, activada por
células T auxiliares y antígenos relacionados, “prolifera y
se diferencia para formar células plasmáticas que segregan
anticuerpos idénticos con especificidad única a un ritmo de
aproximadamente diez mil moléculas por segundo en cada célula”.
(Immunology.)
Para ayudarnos a
comprender la magnitud del trabajo que efectúa nuestro sistema
inmunológico, un artículo del National Geographic de junio
de 1986 detalla el desafío al que se enfrenta el timo:
“A medida
que las células T maduran en el timo, una de ellas aprende de alguna
forma a reconocer los antígenos de, por ejemplo, el virus de la
hepatitis, otra aprende a identificar antígenos de una variedad de
la gripe, una tercera a detectar el rinovirus 14 [un virus del
resfriado], y así sucesivamente”.
Después de hablar sobre “la
inmensa tarea a la que se enfrenta el timo”, el artículo explica
que en la naturaleza hay antígenos “con centenares de millones de
formas diferentes, por lo que el timo debe producir grupos de células
T que reconozcan a cada una. [...]
De hecho, produce a gran
ritmo decenas de millones. Aunque solo unas pocas reconozcan a un
antígeno en particular, el número de células inspectoras es
lo bastante grande como para identificar la variedad casi infinita de
antígenos que produce la naturaleza”.
Mientras algunas de las
células T auxiliares estimulan a los macrófagos a multiplicarse,
otras situadas en los nódulos linfáticos se fijan a las células B
situadas allí y hacen que se multipliquen. Muchas se convierten en
células plasmáticas.
De nuevo, las células T han de tener los
receptores apropiados que se unan a las células B y las motiven a
formar células plasmáticas, que a su vez producen millones de
anticuerpos cada segundo.
Como cada célula
plasmática fabrica un tipo único de anticuerpo, con un receptor
específico para cada antígeno patógeno, pronto hay billones en las
líneas de batalla que apuntan hacia los antígenos de una enfermedad
específica.
Se fijan a los invasores, los detienen, hacen que se
reagrupen y los convierten en presas más apetecibles para los
fagocitos, lo que, unido a ciertas sustancias químicas liberadas por
las células T, produce en los macrófagos un hambre insaciable,
haciendo que engullan a millones de microorganismos invasores.
Además, los propios
anticuerpos pueden provocar la muerte de estos microorganismos.
Una
vez que se han fijado a sus antígenos superficiales, hay moléculas
proteicas especiales, llamadas factores de complemento, que se
agrupan en la superficie del germen.
Cuando hay suficientes factores
de complemento, penetran en la membrana del microorganismo y producen
un líquido que hace que la célula reviente y muera.
Estos anticuerpos, desde
luego, deben poseer los receptores correspondientes que les permitan
fijarse a los invasores.
A este respecto el 1989 Medical and
Health Annual de la Encyclopædia Britannica, página 278,
explica que las células B son capaces de “producir entre cien
millones y mil millones de anticuerpos diferentes”.
S.I. Las cèlulas T declaran la guerra
Las
células asesinas T declaran la guerra biológica
Al llegar a esta etapa,
las células auxiliares T han reclutado millones de macrófagos
basureros que engullen enemigos y animan a las células B y a sus
anticuerpos a que se unan a la lucha contra los invasores, pero las
células auxiliares T aún llaman a más refuerzos. Ordenan unirse a
la batalla a millones de los más fieros luchadores: las células
asesinas T.
El propósito de los
virus, bacterias y parásitos es introducirse en las células
corporales, ya que una vez dentro están a salvo de los macrófagos y
de las células B con sus anticuerpos. Sin embargo, no están a
salvo de las células asesinas T, ya que si una de estas células
infectadas tan solo roza a una célula asesina T, esta acribillará a
la célula infectada con proteínas letales, destruirá su ADN y
derramará su contenido hasta que muera. De esta forma, las células
asesinas T pueden atacar y destruir incluso a células mutantes o que
se hayan vuelto cancerosas.
Además de las células
asesinas T, hay otras células asesinas en el armamento del sistema
inmunológico humano, a saber, las células citotóxicas. A
diferencia de las células B y T, no necesitan ser activadas por
un antígeno específico. Las células cancerosas y las células
invadidas por otros virus son vulnerables a sus ataques. Pero su
esfera de acción no se limita a los virus, pues sus
“principales objetivos son las células tumorales y quizás células
que hayan sido infectadas por agentes que no sean virus”,
afirma Scientific American en su número de enero de 1988.
¿Cómo se enfrentan
estos luchadores a los microorganismos invasores? ¿Es pura
casualidad? No. Nada se deja al azar, pues gracias al sistema
linfático y a la corriente sanguínea, tanto los antígenos
patógenos como las células T, B, los fagocitos y los anticuerpos
circulan por todo el cuerpo. Los órganos linfoideos secundarios,
como son los nódulos linfáticos, el bazo, amígdalas, glándulas
adenoides, zonas de tejido especializado situadas en el intestino
delgado y apéndice, son lugares de iniciación de la respuesta
inmunológica. Los nódulos linfáticos desempeñan una función
primordial. La linfa es el fluido que impregna las células de
nuestros tejidos. Se produce en esos tejidos, se acumula en vasos
sanguíneos de paredes finas y fluye hacia los nódulos linfáticos,
continúa por el resto del sistema linfático y finalmente
completa su circuito desembocando en las venas que llegan hasta el
corazón.
A medida que los
antígenos patógenos pasan a través de los nódulos linfáticos, se
les filtra y atrapa. Los combatientes del sistema inmunológico
tardan 24 horas en completar todo el circuito linfático, pero 6 de
esas horas las pasan en los nódulos linfáticos. Allí se encuentran
con los antígenos invasores que han sido atrapados y comienzan las
batallas más duras. Asimismo, los antígenos enemigos que fluyen por
la corriente sanguínea tampoco se escapan, pues son
canalizados hacia el bazo, donde los agentes contra la
enfermedad están a la espera.
Entonces termina nuestra
guerra interna. Las fuerzas invasoras son derrotadas. El sistema
inmunológico con más de un billón de leucocitos ha ganado. Es el
momento de que actúen otro tipo de células T, a saber, las células
T supresoras. Cuando ven que se ha ganado la guerra, dan por
terminada la batalla y despiden a las fuerzas agresoras del sistema
inmunológico.
S.I. Las cèlulas no sufren de Alzheimer
Células
con memoria y problemas de la inmunidad
Sin embargo, al llegar a
este punto, las células B y las células T han realizado
otro servicio vital: han producido células con memoria que circulan
por la corriente sanguínea y los vasos linfáticos durante muchos
años, en algunos casos durante toda la vida. Si alguna vez somos
atacados por la misma variedad del virus de la gripe o del resfriado,
o por cualquier otra sustancia extraña que nos hubiera atacado en el
pasado, estas células con memoria la identificarán de inmediato y
harán que el sistema inmunológico desencadene un ataque rápido y
arrollador. En seguida producirán gran cantidad de células
específicas de los tipos B y T que lanzarán el primer ataque contra
ese agresor específico, por lo que se sofocará la nueva invasión
antes de que llegue a ser importante. Un ataque que originalmente
podría haber tardado tres semanas en solucionarse, de esta forma es
vencido antes de que gane terreno alguno. La infección previa por
este invasor específico nos hizo inmunes a él.
No obstante, el cuadro se
complica debido a la existencia de diferentes variedades del virus de
la gripe, que a menudo se originan en diferentes partes del mundo.
Además, hay más de doscientas variedades diferentes del virus del
resfriado y cada variedad tiene su antígeno específico. Por eso,
debe haber unos doscientos tipos diferentes de células auxiliares T,
cada uno con un receptor que se empareje con el antígeno de uno de
los doscientos virus del resfriado. Pero eso no es todo. Los
virus del resfriado y de la gripe están mutando constantemente, y
cada vez que eso ocurre hay un nuevo antígeno de la gripe o del
resfriado que requiere un nuevo receptor en una célula auxiliar T
que se fije a él. El virus del resfriado sigue cambiando sus
cerraduras, por eso la célula T ha de seguir buscando nuevas llaves.
Antes de criticar a los
médicos que no pueden curar un resfriado común, hay que
comprender el problema. Es probable que nos curemos del resfriado que
tengamos en ese momento y no volvamos a ser atacados por él,
pero surgirá una nueva mutación del virus y nuestro sistema
inmunológico tendrá que producir una célula auxiliar T totalmente
nueva que reagrupe a las fuerzas inmunológicas para la batalla. Sin
embargo, una vez ganada la batalla, pronto comienza otra: la guerra
es interminable.
S.I. Comunicaciòn cerebro sistema inmunològico
Comunicación
entre el cerebro y el sistema inmunológico
No es extraño que se
haya comparado al sistema inmunológico con el cerebro. La
investigación continúa demostrando que se comunican sobre nuestra
salud y que la mente ejerce influencia sobre el cuerpo, lo que
incluye al sistema inmunológico. Los siguientes comentarios muestran
la interacción existente:
“Los inmunólogos están
descubriendo más cosas sobre la relación entre el cuerpo y la
mente, así como sobre los mecanismos de las enfermedades
psicosomáticas.” (National Geographic, junio de 1986,
página 733.)
La relación entre el
sistema inmunológico y el cerebro se conoce, pero no se
comprende bien.
La tensión, la pérdida de un ser querido, la
soledad y la depresión afectan el funcionamiento de los leucocitos,
o de los linfocitos, lo que reduce la actividad de las células
T. “La base biológica de estas interrelaciones sigue siendo
en su mayor parte un misterio.
Sin embargo, está claro que los
sistemas nervioso e inmune están interrelacionados anatómica y
químicamente.” (The Incredible Machine, páginas 217 y
219.)
“El sistema
inmunológico [...] rivaliza con el sistema nervioso central en
sensibilidad, especificidad y complejidad.” (Immunology,
página 283.)
La revista Science
comenta la relación entre el cerebro y el sistema inmunológico:
“Gran cantidad de pruebas indican que los dos sistemas están
íntimamente relacionados. [...] La conclusión a la que estamos
llegando es que los sistemas nervioso e inmune están altamente
integrados y son capaces de comunicarse entre sí para coordinar sus
actividades” (8 de marzo de 1985, páginas 1190-1192).
Todo esto refleja la
infinita sabiduría del Creador del sistema inmune y del cerebro.
A
su vez, hace que nos preguntemos si nuestro Creador, después de
implantar en nosotros maravillas como el cerebro y el sistema
inmunológico, nos programaría para morir.
En realidad, Él no lo
hizo; son los científicos los que dicen que estamos diseñados de
esa forma. Nos dicen que las células se dividen —se crean más de
doscientos millones en nuestro cuerpo cada minuto— para reemplazar
a células viejas o desgastadas.
Sin embargo, de acuerdo con los
científicos, nuestras células no se dividirán más de
cincuenta veces. Cuando perdemos más de las que podemos reemplazar,
llega la vejez y la muerte.
Pero el hombre no fue
creado para esto, sino que lo provocó él mismo.
Fue creado para
vivir, ser fructífero, multiplicarse, llenar la Tierra y cuidarla,
siempre y cuando fuese obediente a su Creador.
Por eso, se le
advirtió: si desobedeces “muriendo morirás”. El primer hombre
desobedeció, se sintió culpable y se ocultó, y desde entonces, la
humanidad ha estado muriendo. (Génesis 1:26-28; 2:15-17, Biblia
con referencias, nota al pie de página; 3:8-10.)
Por otra parte, los
sentimientos negativos persistentes con el tiempo llegan a ser
“podredumbre a los huesos” y como también dice la Biblia, “un
espíritu que está herido seca los huesos”.
Una consecuencia es la
disminución de la capacidad del sistema inmunológico, ya que se
necesita una médula ósea sana para producir la gran cantidad de
leucocitos necesarios para combatir una infección. (Proverbios
14:30; 17:22.)
Sin embargo, la muerte
será reemplazada por vida, y un sistema inmunológico que funcione
adecuadamente será un factor importante que contribuirá a ello.
El
propósito de Jehová de tener un paraíso terrestre lleno de
humanidad justa y obediente se logrará mediante el sacrificio de
rescate de Cristo Jesús.
Entonces nadie enfermará, la muerte será
eliminada y toda carne ‘se hará más fresca que en la juventud’.
(Job 33:25; Isaías 33:24; Mateo 20:28; Juan 17:3; Revelación 21:4.)
Entonces, el asombroso sistema inmunológico diseñado por Jehová
nunca perderá la batalla contra los agentes invasores.
Incluso ahora, nuestro
sistema inmunológico, con sus defectos, es un milagro de la
creación.
Cuanto más aprendemos sobre él, más nos asombra su
maravilloso creador, Jehová Dios.
Por eso, nos unimos al salmista
David en su expresión inspirada: “Te elogiaré porque de manera
que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son
maravillosas, como muy bien percibe mi alma”. (Salmo 139:14.)
S.I. El conocimiento aumenta pero ¿..?
El
conocimiento aumenta, pero el enigma persiste
Desde
que apareció el virus del sida y dirigió sus ataques principalmente
contra el sistema inmunológico, se han multiplicado las
investigaciones y el conocimiento se ha incrementado muchísimo.
No obstante, el sistema inmunológico es tan
maravillosamente complejo que gran parte de su funcionamiento
sigue siendo un misterio, como muestran los siguientes comentarios
hechos por inmunólogos.
El
inmunólogo John Kappler afirma:
“Este campo está progresando con
tanta rapidez que cuando los artículos de investigación salen en
prensa, la información ya está desfasada”. (Time,
23 de mayo de 1988, página 56.)
El
inmunólogo Leroy Hood, del Instituto California de Tecnología,
declara:
“Hemos llegado a comprender bien cuáles son los
componentes del sistema inmunológico, pero no sabemos casi
nada sobre la programación que hace que el sistema funcione, es
decir, los genes que dicen a las células lo que tienen que hacer”.
Respecto a las señales químicas semejantes a hormonas que
desencadenan la reacción, las linfocinas, Hood dice que las que han
sido descubiertas hasta ahora “son solo la punta del iceberg”.
(National
Geographic,
junio de 1986, página 732; Time,
23 de mayo de 1988, página 64.)
El
investigador Edward Bradley declara: “Probablemente sabemos
del sistema inmunológico tan poco como Colón sabía sobre América
después de su primer viaje”. (National
Geographic,
junio de 1986, página 732.)
Cuando
surge la guerra civil
“La
capacidad de distinguir lo perteneciente al individuo de lo extraño
a él es el sello característico del sistema inmunológico.”
(Immunology,
página 368.)
Pero cuando el sistema se descontrola —como sucede a
veces— no consigue hacer la distinción y acaba por librarse una
guerra civil, una lucha contra sí mismo.
Las enfermedades que
entonces se producen se denominan enfermedades autoinmunes.
Se cree
que la fiebre reumática, la artritis reumatoide, la esclerosis
múltiple, la diabetes del tipo 1, la miastenia gravis y el
lupus sistémico eritematoso tienen este origen.
Además,
el sistema inmunológico a veces se equivoca al considerar a
invasores inofensivos como enemigos peligrosos.
La reacción alérgica
puede provocarla un grano de polen, una partícula de polvo, pelo de
animal o tan solo un poco de cangrejo.
Se producen cantidades
excesivas de agentes químicos potentes, como la histamina, para
repeler sustancias que son inofensivas en sí mismas, por lo que las
reacciones alérgicas pueden ser muy molestas: asma, estornudos,
respiración forzada, goteo nasal y lacrimeo.
En casos extremos,
pueden provocar el llamado “shock anafiláctico”, condición que
puede llegar a producir la muerte.
El
consumo de marihuana “desempeña un papel importante en debilitar
el sistema inmunológico, porque limita el desarrollo de ciertos
leucocitos”. (Industrial
Chemist,
noviembre de 1987, página 14.)
Aumenta
el número de pruebas en apoyo de que las transfusiones de sangre son
perjudiciales para el sistema inmunológico. Cientos de trabajos
científicos en los últimos años las han relacionado con la
inmunosupresión. En un informe se comentaba que “una unidad de
sangre es suficiente para producir inmunosupresión”. (Medical
World News,
11 de diciembre de 1989, página 28.)
S.I. Las tropas de defensa del sistema inmunològico
Tropas
de defensa en las filas del sistema inmunológico
Fagocitos
Células que comen. Son de dos clases:
neutrófilos y macrófagos. Son basureros que consumen desperdicios
inanimados, células muertas y otros tipos de basura, así como
grandes cantidades de microbios invasores. Los macrófagos son más
grandes, fuertes y resistentes que los neutrófilos, viven más e
ingieren más microorganismos. Sin embargo, son mucho más que
unidades de eliminación de basura, pues fabrican diferentes tipos de
enzimas y agentes antimicrobianos y funcionan como enlaces de
comunicación con otras células del sistema inmunológico e
incluso con el cerebro.
MHC (complejo mayor de histocompatibilidad)
Moléculas que
recubren las células y las identifican como pertenecientes al
cuerpo. En los macrófagos, el MHC despliega una parte de los
antígenos de las víctimas que el macrófago ha ingerido, lo que
estimula tanto a la célula auxiliar T como al macrófago a
multiplicarse prodigiosamente para aumentar su número y combatir la
infección.
Células T auxiliares
Son los jefes de operaciones del
sistema inmunológico, que identifican a los enemigos y estimulan la
producción de otros guerreros, reclutándolos para que se unan a la
batalla contra los invasores. Piden refuerzos entre los macrófagos,
otras células T y B y estimulan la producción de células
plasmáticas.
Linfocinas
Proteínas similares a las hormonas, que incluyen las
interleucinas y el gamma interferon, y que sirven para que las
células inmunológicas se comuniquen entre sí. Activan
reacciones vitales en el sistema inmunológico, potenciando su
respuesta frente a los gérmenes patógenos.
Células asesinas T
Destruyen las células en las que parasitan
virus y microbios por medio de dispararles proteínas letales, con lo
que acribillan sus membranas y hacen que las células se
rompan. También eliminan las células que se han vuelto cancerosas.
Células B
Bajo el estímulo de las células auxiliares T se
incrementa el número de células B y algunas se dividen y
transforman en células plasmáticas.
Células plasmáticas
Producen millones de anticuerpos que
circulan por todo el cuerpo como si fueran misiles teledirigidos.
Anticuerpos
Cuando los anticuerpos encuentran antígenos en su
camino, sus receptores se pegan a ellos, los agarran, detienen y
hacen que se agrupen de manera que se conviertan en bocados
apetecibles para los fagocitos. También pueden hacer el trabajo
ellos mismos, con la ayuda de los factores de complemento.
Proteínas de complemento
Una vez que los anticuerpos se han
colocado sobre la superficie del microorganismo, las proteínas de
complemento fluyen hacia ellas y les inyectan líquido,
haciendo que revienten y mueran.
Célula supresora T
Cuando se ha contenido la
infección y el sistema inmunológico ha ganado la batalla, las
células supresoras T entran en acción y utilizan señales
químicas para frenar toda la variedad de respuestas inmunológicas.
La batalla está ganada
Células
con memoria
Para entonces, las células T y las células B han
generado células con memoria que circulan por la corriente
sanguínea y el sistema linfático durante años, incluso durante
toda la vida.
Si se produce otra invasión por el mismo tipo de
organismo que había sido derrotado previamente, estas células
preparan un ataque arrollador y la nueva invasión se aplasta con
rapidez.
De esta forma, el cuerpo se inmuniza frente a ese
microorganismo específico.
Este es el mecanismo que hace que las
vacunas sean efectivas para eliminar enfermedades que constituyeron
una plaga años atrás, como el sarampión, la viruela, la fiebre
tifoidea, la difteria y otras.
S.I. La inmunidad espiritual
Inmunidad
espiritual frente a la crisis moral
NUESTRO organismo es
atacado por millones de microbios que intentan entrar en nosotros y
conquistarnos. Afortunadamente, en nuestro interior hay millones de
defensores que están a la espera para vencerlos cuanto antes. Su
respuesta es automática, no tenemos que preocuparnos de ella.
Sin embargo, hay otro tipo de invasión que debemos tener muy en
cuenta si queremos sobrevivir. También amenaza la vida y hay fuerzas
tras ella que son incluso menos visibles que los microorganismos
causantes de las enfermedades.
Atacan la mente y el
corazón, el pensamiento y las emociones, y sus manifestaciones
visibles alimentan los deseos de la carne, pero dejan al espíritu
hambriento y sin gozo. A veces de forma sutil y otras de modo
flagrante, las masas de la humanidad son arrojadas a la crisis moral
cada vez más extensa que plaga a esta generación. De la misma forma
que el sistema inmunológico protege a nuestro cuerpo de las
invasiones víricas y microbianas, ¿hay alguna forma de proteger
nuestra espiritualidad frente a sus atacantes? Sin duda la hay.
¿Dónde podemos
conseguir anticuerpos espirituales lo bastante poderosos como
para inmunizarnos frente a la crisis moral? Resulta obvio que ni la
gran cantidad de libros vendidos sobre psicología popular ni los más
pesados tomos de psiquiatría pueden hacerlo.
Un columnista apunta
hacia una fuente superior para buscar ayuda: “Es imposible que una
comunidad o nación tenga principios morales sin tener fe en Dios,
porque todo se reduce rápidamente al ‘yo’, y un ‘yo’ sin
nada más carece de sentido”. Cuando se pidió al disidente ruso
Alexander Solzhenitsin que identificara el problema clave del
siglo XX, declaró: “Los hombres se han olvidado de
Dios. [...] Todo el siglo XX ha sido arrastrado por el
torbellino del ateísmo y la autodestrucción”.
Uno de los pioneros de la
psiquiatría moderna, el doctor C. G. Jung, indicó el
ingrediente esencial para resistir la caída de los valores morales:
“El individuo que no tiene puesta su esperanza en Dios
no puede resistir por sus propios medios los ataques físicos y
morales del mundo. Para lograrlo necesita la evidencia de la
experiencia interna y trascendente, que es la única que puede
protegerle de ser absorbido irremediablemente por la masa. Una mera
comprensión intelectual o hasta ética [...] carece del empuje
de la convicción religiosa, ya que es meramente racional”. (The
Undiscovered Self, página 34.)
Tan solo la Biblia,
cuando se aplica a nuestra conducta diaria, suministra los
anticuerpos espirituales necesarios para proteger la mente y el
corazón de los antígenos corruptos que nos rodean y que provienen
de las “expresiones inspiradas inmundas” semejantes a ranas que
nos conducirán a la guerra con Dios. (Revelación 16:13, 14; 1 Juan
4:1.)
S.I. Anticuerpos espirituales
Anticuerpos
que protegen nuestra espiritualidad
La
Palabra de Dios tiene el poder de cambiar vidas:
(1 Corintios 6:9-11.)
“Ni fornicadores, ni
idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos
contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones,
ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores,
ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios. Y, sin
embargo, eso era lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han
sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han
sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y
con el espíritu de nuestro Dios.”
(1 Pedro 4:3, 4.)
“Porque basta el tiempo
que ha pasado para que ustedes hayan obrado la voluntad de las
naciones cuando procedían en hechos de conducta relajada, lujurias,
excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber e
idolatrías ilegales. Porque no continúan corriendo con ellos
en este derrotero al mismo bajo sumidero de disolución, ellos están
perplejos y siguen hablando injuriosamente de ustedes.”
(Colosenses 3:9, 10.)
“Desnúdense de la
vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva
personalidad, que mediante conocimiento exacto va haciéndose nueva
según la imagen de Aquel que la ha creado.”
Cuando se ponen en
práctica sus consejos, las Escrituras nos protegen del materialismo:
“Mantengan abiertos los
ojos y guárdense de toda suerte de codicia, porque hasta cuando uno
tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee.”
(Lucas 12:15.)
“Los que están
resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo [...].
Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas
perjudiciales.” (1 Timoteo 6:9, 10.)
“Tal como uno ha salido
del vientre de su madre, desnudo volverá a irse, tal como vino; y
absolutamente nada puede uno llevarse por su duro trabajo.”
(Eclesiastés 5:15.)
Cuidar la Tierra,
no contaminarla
ni física ni espiritualmente:
“Y Jehová Dios
procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén
para que lo cultivara y lo cuidara.” (Génesis 2:15.)
Dios “la formó aun
para ser habitada”. (Isaías 45:18.)
“La tierra la ha dado a
los hijos de los hombres.” (Salmo 115:16.)
“La mismísima tierra
ha sido contaminada bajo sus habitantes [...] y a los que la
habitan se les considera culpables.” (Isaías 24:5, 6.)
Dios vendrá a “causar
la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación
11:18.).
Evitar el espíritu
del yoísmo, la egolatría:
“Amortigüen, por lo
tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en cuanto
a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y
codicia, que es idolatría.” (Colosenses 3:5.)
Evitar compañías
inmorales:
“No se extravíen. Las
malas compañías echan a perder los hábitos útiles.”
(1 Corintios 15:33.)
“El que está andando
con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos
con los estúpidos le irá mal.” (Proverbios 13:20.)
Estar en guardia
contra Satanás y su mundo:
“El dios de este
sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos.”
(2 Corintios 4:4.)
“Sabemos que nosotros
nos originamos de Dios, pero el mundo entero yace en el poder del
inicuo.” (1 Juan 5:19.)
“Si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no está en él; porque todo lo que hay
en el mundo —el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la
exhibición ostentosa del medio de vida de uno— no se origina
del Padre, sino que se origina del mundo. Además, el mundo va
pasando, y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre.” (1 Juan 2:15-17.)
Prepararse contra
cualquier fuerza demoniaca invisible:
“Pónganse la armadura
completa que proviene de Dios para que puedan estar firmes contra las
maquinaciones del Diablo; porque tenemos una lucha, no contra
sangre y carne, sino contra [...] las fuerzas espirituales
inicuas en los lugares celestiales.” (Efesios 6:11, 12.)
“Opónganse al Diablo,
y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a
ustedes.” (Santiago 4:7, 8.)
Seguir principios
dignos y el modelo de conducta perfecta:
“Tu palabra es una
lámpara para mi pie, y una luz para mi vereda.” (Salmo 119:105.)
“Toda Escritura es
inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para
rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el
hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente
equipado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16, 17.)
“Cristo sufrió por
ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo
cuidado y atención.” (1 Pedro 2:21.)
La
forma de pensar que moldea nuestra mente:
“Cesen de amoldarse a
este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente,
para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y
la perfecta voluntad de Dios.” (Romanos 12:2.)
“Cuantas cosas sean
verdaderas, cuantas sean de seria consideración, cuantas sean
justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables, cuantas sean de
buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que
haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas.”
(Filipenses 4:8.)
La
educación de los hijos que protege contra la delincuencia:
“Desde la infancia has
conocido los santos escritos, que pueden hacerte sabio para la
salvación mediante la fe relacionada con Cristo Jesús.”
(2 Timoteo 3:15.)
“Entrena al muchacho
conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se
desviará de él.” (Proverbios 22:6.)
“El que retiene su vara
odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con
disciplina.” (Proverbios 13:24.)
“Pues, ¿qué hijo es
aquel a quien el padre no disciplina? Es cierto que ninguna
disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin
embargo, después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto
pacífico, a saber, justicia.” (Hebreos 12:7, 11.)
“Estas palabras que te
estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y
tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes
en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando
te levantes.” (Deuteronomio 6:6, 7.)
“Hijos, sean obedientes
a sus padres en unión con el Señor, porque esto es justo. Y
ustedes, padres, no estén irritando a sus hijos, sino sigan
criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová.”
(Efesios 6:1, 4.)
Evitar los divorcios
que traen consigo familias monoparentales, delincuencia, drogas e
inmoralidad sexual:
“‘Con la esposa de tu
juventud que nadie trate traidoramente. Porque él ha odiado un
divorciarse’, ha dicho Jehová el Dios de Israel.” (Malaquías
2:15, 16.)
“Yo les digo que
cualquiera que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de
fornicación, y se case con otra, comete adulterio.” (Mateo 19:9.)
El
amor que eliminará toda violencia, delito, racismo, droga,
borrachera, odio y abuso:
“Tienes que amar a
Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu
mente y con todas tus fuerzas.” Y “Tienes que amar a tu prójimo
como a ti mismo”. (Marcos 12:30, 31.)
“Por lo tanto, todas
las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de
igual manera tienen que hacérselas a ellos; esto, de hecho, es lo
que significan la Ley y los Profetas.” (Mateo 7:12.)
“Esto es lo que el amor
de Dios significa: que observemos sus mandamientos.” (1 Juan
5:3.)
S.I. Agoniza el Viejo Mundo: uno nuevo Nace
El
viejo mundo agoniza: nace uno nuevo
Muchos psicólogos y
psiquiatras de hoy no consideran prácticas las restricciones
que imponen las Escrituras sobre el comportamiento.
Hay quienes
aceptan la inmoralidad sexual y la homosexualidad tan solo como
estilos de vida diferentes.
Las diferencias entre lo bueno y lo malo
son cada vez más difusas a medida que se adopta la “nueva
moralidad”.
Es un reflejo moderno de lo que dice Isaías 5:20: “¡Ay
de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que
ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por
dulce y dulce por amargo!”.
La Biblia dice de ellos: “Todos
ustedes son médicos de ningún valor”. (Job 13:4.) Dejan el campo
libre a los antígenos patógenos espirituales y no ofrecen
recetas de anticuerpos para combatirlos.
Las condiciones de este
viejo mundo muestran que está en sus “últimos días” y que será
sustituido por un nuevo mundo donde habrá justicia.
“Los
cielos y la tierra que existen ahora están guardados para fuego y
están en reserva para el día de juicio y de la destrucción de los
hombres impíos. Pero hay nuevos cielos y una nueva tierra que
esperamos según su promesa, y en estos la justicia habrá de morar.”
(2 Timoteo 3:1-5; 2 Pedro 3:7, 13.)
El nuevo mundo verá el
fin del dolor, la enfermedad y la muerte, y abrirá el camino hacia
la vida en una Tierra paradisiaca:
(Isaías 33:24.).
“Ningún residente dirá: ‘Estoy
enfermo’”.
(Revelación 21:3, 4.)
Dios “limpiará toda lágrima de
sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más
lamento ni clamor ni dolor”. .
La receta
para conseguir ese mundo la encontramos en Juan 17:3:
“Esto
significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti,
el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste,
Jesucristo”.
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