lunes, 3 de julio de 2017

Base de la Traducciòn del Nuevo Mundo




TODA carne es hierba verde . . . La hierba verde se ha secado, la flor se ha marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo indefinido.” ¡Tal como Dios prometió, la Palabra de Jehová Dios ha durado a través de los muchísimos siglos desde que fue escrita, y eso a pesar de todos los esfuerzos de los enemigos de Dios por destruir su Palabra por mofa y por persecución!—Isa. 40:6, 8.
Al encargarse de conservar su Palabra, Jehová pudo haber ejecutado un milagro continuo. Pudo haber conservado los manuscritos originales o pudo haber mantenido las copias de éstos libres de los errores de copistas y traductores, sin embargo no optó por hacer ni una ni otra de esas cosas. Más bien, creyó conveniente guiar los asuntos de tal manera que, con pocas excepciones, ningún error significativo se ha introducido en el texto.
Podemos tener confianza en que las copias que tenemos hoy son copias fieles de los escritos originales. Esto se discierne del Rollo del Mar Muerto de Isaías. Las autoridades asignan a la escritura de este rollo una fecha de antes de nuestra era común. Da testimonio elocuente del cuidado con que efectuaban su trabajo los copistas de la Biblia. ¡Una comparación de éste con el texto masorético de fecha más remota en existencia, que se produjo más de mil años después, muestra que, durante mil años de copiar, solo cambios muy insignificantes se introdujeron!
Muchos amadores de la Biblia que han obtenido ejemplares de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras han querido saber por qué encuentran diferencias entre ésta y la Biblia a la que habían estado acostumbrados, por lo general la Versión Valera. ¿A qué se debe? En cuanto a las Escrituras Griegas Cristianas, las diferencias se deben principalmente a que la Traducción del Nuevo Mundo se basó en el texto griego de Westcott y Hort, mientras que la Versión Valera se basó en aquello a que se hace referencia como Textus Receptus o “Texto Recibido.”
Como bien saben los estudiantes de la Biblia, las Escrituras Griegas Cristianas originalmente se escribieron en lo que se conoce como griego koiní o “común” durante el primer siglo de nuestra era común. Sin embargo, no fue sino hasta el principio del siglo dieciséis que se produjo un “Nuevo Testamento” griego para circulación general. El impresor de éste fue un hombre de apellido Froben, de Basilea, Suiza. Él comisionó a Erasmo, un prominente docto de aquel tiempo, para que preparara apresuradamente un “Nuevo Testamento” griego. Esto lo hizo Erasmo en diez meses, y se publicó en 1516. Debido a la prisa con que trabajó, su texto salió lleno de errores. Muchos de éstos se eliminaron gradualmente en ediciones posteriores que se publicaron en 1519, 1522, 1527 y 1535.
En el prefacio de su texto Erasmo escribió: “Disiento vehementemente de aquellos [la Iglesia de Roma] que no quieren que personas particulares lean las Santas Escrituras, ni que se traduzcan a la lengua vulgar,” es decir, al idioma de la gente común. Aunque en su edición también hizo comentarios críticos acerca del clero católico romano, Erasmo nunca reunió suficiente celo ni valor para darle a la gente común de Europa el beneficio de la Palabra de Dios traduciéndola a una de las lenguas de esos pueblos.
EL “TEXTO RECIBIDO”
El texto de Erasmo fue una sensación literaria. Esto, aunado a su precio razonable, resultó en que llegara a ser la primera Biblia “de mejor venta.” De hecho, se puede decir que sus ediciones en realidad iniciaron algo, porque después un publicador tras otro produjo su propia edición. Entre éstos estuvieron el parisiense Stephanus (Estéfano), el suizo Beza y el holandés Elzevir; sin embargo, las ediciones de éstos no diferían mucho del texto de Erasmo que imprimió Froben. Lutero usó la edición de Erasmo de 1519 para su propia traducción al alemán. Entre las ediciones que se basaron en el texto de Erasmo estuvo una que llegó a ser el Textus Receptus o el Texto Recibido para la Gran Bretaña y la base para muchas versiones en inglés, incluso la porción de las Escrituras Griegas Cristianas de la King James Version, y en español la de Valera.
¿Hasta qué grado era bueno este Texto Recibido? No había duda de que era la Palabra de Dios. Sin embargo, dejaba mucho que desear en cuanto a exactitud, y esto por más de una buena razón. Ante todo, Erasmo solo pudo consultar un puñado de manuscritos griegos. Aun más serio era el hecho de que todos éstos eran de origen reciente. Como regla, mientras más antiguo sea un manuscrito, más probable es que tenga menos errores nacidos del copiar. También hubo el asunto de la prisa con que Erasmo efectuó su trabajo. Él mismo admitió que su edición fue “preparada con prisa en vez de ser editada.”
A pesar de estos aspectos desfavorables de las ediciones de Erasmo, que aplicaban con casi igual fuerza al Texto Recibido, este texto siguió siendo la norma por más de doscientos años. Entre los primeros que produjeron su propio texto estuvo el docto alemán Griesbach; aunque se dice que él no se libró del todo de la influencia del Texto Recibido.
El primero que lo hizo fue Lachmann, profesor de antiguos idiomas clásicos de la Universidad de Berlín. Como lo expresó una autoridad, Lachmann “fue el primero que fundó un texto, totalmente en evidencia antigua; y . . . efectuó mucho para romper la reverencia supersticiosa al textus receptus.” Después de él vino Tischendorf, un docto verdaderamente sobresaliente que descubrió el Manuscrito Sinaítico en un monasterio en la península de Sinaí. Mientras Tischendorf estaba ocupado en Alemania, Tregelles efectuó trabajo muy bueno en Inglaterra, produciendo un texto que J. B. Rotherham utilizó para las primeras dos ediciones de su Emphasised Bible.
WESTCOTT Y HORT
Toda esta actividad de refinamiento alcanzó su punto culminante en la labor de dos doctos bíblicos británicos, B. F. Westcott y F. J. A. Hort. Como Tischendorf y Tregelles, estos hombres creían firmemente en la inspiración divina de las Escrituras. Sin duda este hecho ayudó a explicar tanto su celo como su juicio sano.
Westcott y Hort trabajaron en su texto griego durante veintiocho años, de 1853 a 1881. Aunque trabajaban independientemente uno del otro, continuamente comparaban notas. “Reunieron en sí,” como lo expresa A. Souter, “todo lo más valioso de la obra de sus antecesores.” Tomaron en consideración todo factor concebible y toda probabilidad pertinente.
Se le ha llamado a su trabajo “la contribución más importante a la crítica científica del Nuevo Testamento hecha hasta ahora.” Rotherham la utilizó para sus ediciones posteriores, hablando de Westcott y Hort como “maestros consumados de la crítica textual.” Goodspeed expresa en el prefacio de An American Translation (1923):
He seguido cuidadosamente el texto griego de Westcott y Hort, que ahora se acepta generalmente. Todo docto conoce su superioridad sobre los textos recientes y defectuosos de los cuales se hicieron las primeras traducciones al inglés desde la de Tyndale hasta la Versión Autorizada.” El texto de Westcott y Hort también sirvió de fundamento para la porción de las Escrituras Griegas de la American Standard Version (1901) y la Revised Standard Version (1946).
Los traductores de la Revised Standard Version también utilizaron un texto todavía más reciente, muy autoritativo, el de Nestle, texto que también fue consultado por el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo. Ese Comité, como se puede ver por sus notas al pie de las páginas, hizo comparaciones con muchos otros textos excelentes, tanto en griego como en otros idiomas. Por ejemplo, consultaron diecinueve versiones hebreas de las Escrituras Griegas Cristianas que sirvieron de base para que usaran el nombre divino, Jehová, en muchos lugares de las Escrituras Griegas Cristianas.
Ahora el texto griego de Westcott y Hort está disponible a todos los que aman la Biblia en The Kingdom Interlinear Translation of the Greek Scriptures. Esta versión es uno de los productos más recientes del Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo y se presentó al público en 1969 en la Asamblea Internacional “Paz en la Tierra” de los Testigos de Jehová.
Esta obra de erudición tiene en cada página una columna ancha y una columna angosta. En la columna ancha a la izquierda aparece el texto de Westcott y Hort y bajo cada palabra griega el equivalente en inglés, traducido palabra por palabra. En la columna angosta a la derecha aparece un texto mejorado de la Traducción del Nuevo Mundo de 1961. Esta Kingdom Interlinear Translation también contiene mucha información valiosa en su introducción y apéndice, y tocante al idioma griego mismo en la contracubierta del frente y de atrás.
Lo ya dicho explica muchas de las diferencias entre la Traducción del Nuevo Mundo y la Versión Valera y otras versiones antiguas. Las diferencias más notables constan de cosas que aparecen en las versiones más antiguas que no se encuentran en las versiones posteriores o que se muestran solo en las notas al pie de las páginas. ¿A qué se debe eso? A que la mayoría de los errores de los copistas son añadiduras al texto más bien que omisiones. Así, hoy los doctos bíblicos concuerdan en que los últimos doce versículos del Evangelio de Marcos (16:9-20) y los primeros once versículos del capítulo ocho del Evangelio de Juan no formaban parte de los escritos originales. Tampoco formaban parte de ellos las palabras “en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra,” que se encuentran en 1 Juan 5:7, 8 en las versiones Valera y Torres Amat.
LAS ESCRITURAS HEBREAS
Las Escrituras Hebreas fueron producidas por escritores de Dios desde el tiempo de Moisés hasta el tiempo de Esdras. Hoy no se sabe que exista ninguno de los escritos originales; solo copias de copias. Sin embargo, desde el principio se ejerció gran cuidado para conservarlos, incluso conservar las copias autorizadas de ellos.
Debido a que los judíos llegaron a ser un pueblo extensamente esparcido, desde el tiempo que regresaron de Babilonia hubo una demanda creciente de copias de las Escrituras Hebreas inspiradas. Las copias manuscritas se continuaron haciendo particularmente hasta que se inventó la imprenta de tipo movible en el tiempo de Gutenberg. Hoy en diversas bibliotecas del mundo hay 1.700 copias manuscritas de diversas partes de las Escrituras Hebreas. Hasta recientemente no había copias, salvo unos cuantos fragmentos, de más antigüedad que el siglo diez. Pero comenzando con el hallazgo de los Rollos del Mar Muerto en 1947, han salido a luz muchos rollos de las Escrituras Hebreas mucho más antiguos. El más valioso de éstos es el Rollo del Mar Muerto de Isaías, al cual, como ya se hizo notar, los expertos han asignado una fecha de antes de nuestra era común.
Los hombres que copiaron estos manuscritos desde el tiempo de Esdras hasta el tiempo de Jesús fueron los escribas o soferim. Estos hombres a veces se sintieron movidos a hacer cambios en el texto, como cuando les parecía que el texto entrañaba alguna indignidad contra Jehová Dios. Sus sucesores fueron los masoretas, los “señores de la tradición.” Éstos eran sumamente escrupulosos y no solo se abstenían de todo cambio, sino que, empleando mucho cuidado, se encargaron de restaurar a lo original los cambios que habían hecho los soferim, y en particular restauraron el nombre divino Jehová. El manuscrito masorético más temprano y más confiable que se ha hecho disponible a los doctos bíblicos modernos es el texto masorético de Ben Asher, de aproximadamente 930 E.C.
Este es el texto que utilizaron Rudolf Kittel, uno de los prominentes doctos del hebreo del siglo veinte, y sus asociados y sucesores, para producir la tercera edición y las ediciones posteriores de la Biblia Hebraica. El Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo utilizó las ediciones 7.ma, 8.va y 9.na de ésta (1951-1955) para producir su versión de las Escrituras Hebreas. El Comité también consultó otros excelentes textos hebreos, especialmente el del eminente docto D. Ginsburg, siguiendo su texto como lectura principal en varios lugares.
El Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo también utilizó con propósitos de comparación prominentes textos que se cuentan entre las primeras traducciones. El más importante de éstos es la Versión de los Setenta griega. Se comenzó a producir esta versión en 280 a. de la E.C., y, según se cree, fue la obra de setenta doctos, del cual hecho obtuvo su nombre. Es la versión que usaron principalmente los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas, como se puede ver por sus citas, tanto directas como indirectas.
El Comité también consultó la principal versión latina, la Vulgata de Jerónimo. Jerónimo hizo su traducción de los idiomas originales al idioma de la gente que entonces era común, y por esa razón se le llamó la Vulgata o versión “vulgar.” En las notas al pie de las páginas de las primeras ediciones en inglés de la Traducción del Nuevo Mundo, y en la de 1963, también se hacen muchas referencias a esa versión latina publicada a principios del siglo quinto E.C.
También se consultaron y merecen mencionarse el Pentateuco Samaritano y los Tárgumes Arameos. En realidad el Pentateuco Samaritano es una transliteración más bien que una traducción. Es decir, las palabras hebreas simplemente se escribieron con los caracteres del alfabeto samaritano, de modo que los samaritanos las podían leer, pero no necesariamente entender. Este Pentateuco se produjo durante el cuarto siglo antes de la E.C., aunque las copias existentes solo se remontan hasta el siglo diez E.C. Los Tárgumes Arameos fueron las primeras traducciones, o, más correctamente, paráfrasis, de libros de la Biblia. Pero fueron puestas por escrito por primera vez al comienzo de la era común; hasta entonces solo habían sido transmitidas oralmente.
La base de erudición para la manera en que se han vertido algunos versículos y frases en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, como se ha hecho notar en lo que ya se ha considerado, suministra confianza en la exactitud de esta traducción. Otra cosa que nos da más confianza en ella es el hecho de que los miembros del Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo creen firmemente en la inspiración divina de la Biblia, sabiendo que de veras es la Palabra de Dios y que “el dicho de Jehová dura para siempre.”—1 Ped. 1:25.
[Nota]

De éstos quizás haya habido solo cinco; a lo más ocho. Sin embargo, éstos no constaban de las Escrituras Griegas Cristianas completas, sino más bien de una o más secciones en las cuales por lo general estaban divididas estas Escrituras para copiarse a mano: (1) los Evangelios, (2) Hechos y las cartas generales desde Santiago hasta Judas, (3) las cartas de Pablo, (4) Revelación.

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