lunes, 5 de junio de 2017

Cuatro clases de amor




Cuatro clases de amor
El que el ser humano pueda manifestar amor es una expresión de la sabiduría y el amor e interés de Dios por la humanidad. Es interesante el hecho de que los griegos de la antigüedad tenían cuatro palabras para “amor”. Una era é·ros, que denotaba amor romántico asociado con la atracción sexual. No hubo ocasión para que los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas usaran é·ros, aunque la Septuaginta usa formas de ese término en Proverbios 7:18 y 30:16, y hay otras referencias al amor romántico en las Escrituras Hebreas. Por ejemplo, leemos que Isaac “se enamoró” de Rebeca. (Génesis 24:67.) Un ejemplo verdaderamente notable de esta clase de amor se halla en el caso de Jacob, pues parece que él se enamoró a primera vista de la hermosa Raquel. De hecho, “Jacob procedió a servir siete años por Raquel, pero a sus ojos resultaron como unos cuantos días debido al amor que le tenía”. (Génesis 29:9-11, 17, 20.) El Cantar de los Cantares también trata sobre el amor romántico entre un pastor y una doncella. Pero se tiene que recalcar que esta clase de amor, que puede ser una fuente de mucha alegría y gozo, debe manifestarse solamente en conformidad con las normas justas de Dios. La Biblia nos dice que es solo con el amor de la esposa legítima del hombre que él puede estar “en un éxtasis constantemente”. (Proverbios 5:15-20.)


 Luego está el fuerte amor entre parientes, o el afecto natural, que se basa en consanguinidad, para el cual los griegos tenían la palabra stor·gué. Por eso en países de habla inglesa dicen que “la sangre es más espesa que el agua”. Tenemos un excelente ejemplo de esto en el amor que le tenían las hermanas María y Marta a su hermano Lázaro. El hecho de que él significaba mucho para ellas se puede ver por la gran angustia que sintieron debido a la muerte súbita de él. ¡Y cuánto se regocijaron cuando Jesús resucitó al hermano amado de ellas, Lázaro! (Juan 11:1-44.) El amor de una madre a su hijo o hija es otro ejemplo de esta clase de amor. (Compárese con 1 Tesalonicenses 2:7.) Así, Jehová, para subrayar el gran amor que le tenía a Sión, declaró que era mayor que el de una madre a su hijito. (Isaías 49:15.)
 Una indicación de que vivimos en “los últimos días”, con sus “tiempos críticos, difíciles de manejar”, es la falta de “cariño natural”. (2 Timoteo 3:1, 3.) La falta de amor en la familia hace que ciertos jóvenes huyan de su hogar, y que algunos hijos ya crecidos descuiden a sus padres de edad avanzada. (Compárese con Proverbios 23:22.) También se ve falta de cariño natural en la abundancia del abuso de menores... el que algunos padres golpeen tan cruelmente a sus hijos que estos necesiten hospitalización. También se ve la falta de amor por parte de los padres por el hecho de que muchos de ellos no disciplinan a sus hijos. El dejar que los niños hagan lo que les plazca no es prueba de amor; más bien, es escoger el camino más fácil. El padre que verdaderamente ama a sus hijos los disciplina cuando esto es necesario. (Proverbios 13:24; Hebreos 12:5-11.)


 Luego hay la palabra griega fi·lí·a, que denota afecto (sin aspectos sexuales) entre amigos, como entre dos hombres o mujeres maduros. Tenemos un excelente ejemplo de esto en el amor mutuo entre David y Jonatán. Cuando se dio muerte a Jonatán en una batalla, David expresó esta lamentación por él: “Estoy angustiado por ti, hermano mío, Jonatán, muy agradable me fuiste. Más maravilloso me fue tu amor que el amor procedente de mujeres”. (2 Samuel 1:26.) También nos enteramos de que Cristo mostró cariño especial al apóstol Juan, quien fue conocido como el discípulo “a quien le tenía cariño Jesús”. (Juan 20:2.)


¿Qué palabra griega usó Pablo en 1 Corintios 13:13, donde mencionó la fe, la esperanza y el amor y dijo que “el mayor de estos es el amor”? Aquí la palabra es a·gá·pe, la misma que usó el apóstol Juan cuando dijo: “Dios es amor”. (1 Juan 4:8, 16.) Este es un amor guiado o regido por principios. Puede que incluya cariño y afecto, o puede que no, pero es una emoción altruista o un sentimiento hacia hacer el bien a los demás prescindiendo de si lo merecen o no, o de si el dador recibe o no beneficios en cambio. Esta clase de amor hizo que Dios diera lo que más atesoraba su corazón, su Hijo unigénito, Jesucristo, “para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. (Juan 3:16.) Como bien nos recuerda Pablo: “Apenas muere alguien por un hombre justo; en realidad, por el hombre bueno, quizás, alguien hasta se atreva a morir. Pero Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Romanos 5:7, 8.) 
Sí, a·gá·pe hace el bien a otros sin tomar en consideración la posición que ocupan en la vida ni el costo por expresar tal amor.