Cuatro
clases de amor
El que el
ser humano pueda manifestar amor es una expresión de la sabiduría y
el amor e interés de Dios por la humanidad. Es interesante el hecho
de que los griegos de la antigüedad tenían cuatro palabras para
“amor”. Una era é·ros, que denotaba amor romántico
asociado con la atracción sexual. No hubo ocasión para que los
escritores de las Escrituras Griegas Cristianas usaran é·ros,
aunque la Septuaginta usa formas de ese término en Proverbios
7:18 y 30:16, y hay otras referencias al amor romántico en las
Escrituras Hebreas. Por ejemplo, leemos que Isaac “se enamoró”
de Rebeca. (Génesis 24:67.) Un ejemplo verdaderamente notable de
esta clase de amor se halla en el caso de Jacob, pues parece que él
se enamoró a primera vista de la hermosa Raquel. De hecho, “Jacob
procedió a servir siete años por Raquel, pero a sus ojos resultaron
como unos cuantos días debido al amor que le tenía”. (Génesis
29:9-11, 17, 20.) El Cantar de los Cantares también trata sobre
el amor romántico entre un pastor y una doncella. Pero se tiene que
recalcar que esta clase de amor, que puede ser una fuente de mucha
alegría y gozo, debe manifestarse solamente en conformidad con las
normas justas de Dios. La Biblia nos dice que es solo con el amor de
la esposa legítima del hombre que él puede estar “en un éxtasis
constantemente”. (Proverbios 5:15-20.)
Luego está
el fuerte amor entre parientes, o el afecto natural, que se basa en
consanguinidad, para el cual los griegos tenían la palabra stor·gué.
Por eso en países de habla inglesa dicen que “la sangre es más
espesa que el agua”. Tenemos un excelente ejemplo de esto en el
amor que le tenían las hermanas María y Marta a su hermano Lázaro.
El hecho de que él significaba mucho para ellas se puede ver por la
gran angustia que sintieron debido a la muerte súbita de él. ¡Y
cuánto se regocijaron cuando Jesús resucitó al hermano amado de
ellas, Lázaro! (Juan 11:1-44.) El amor de una madre a su hijo o hija
es otro ejemplo de esta clase de amor. (Compárese con
1 Tesalonicenses 2:7.) Así, Jehová, para subrayar el gran amor
que le tenía a Sión, declaró que era mayor que el de una madre a
su hijito. (Isaías 49:15.)
Una
indicación de que vivimos en “los últimos días”, con sus
“tiempos críticos, difíciles de manejar”, es la falta de
“cariño natural”. (2 Timoteo 3:1, 3.) La falta de amor
en la familia hace que ciertos jóvenes huyan de su hogar, y que
algunos hijos ya crecidos descuiden a sus padres de edad avanzada.
(Compárese con Proverbios 23:22.) También se ve falta de cariño
natural en la abundancia del abuso de menores... el que algunos
padres golpeen tan cruelmente a sus hijos que estos necesiten
hospitalización. También se ve la falta de amor por parte de los
padres por el hecho de que muchos de ellos no disciplinan a sus
hijos. El dejar que los niños hagan lo que les plazca no es prueba
de amor; más bien, es escoger el camino más fácil. El padre que
verdaderamente ama a sus hijos los disciplina cuando esto es
necesario. (Proverbios 13:24; Hebreos 12:5-11.)
Luego hay la
palabra griega fi·lí·a, que denota afecto (sin aspectos
sexuales) entre amigos, como entre dos hombres o mujeres maduros.
Tenemos un excelente ejemplo de esto en el amor mutuo entre David y
Jonatán. Cuando se dio muerte a Jonatán en una batalla, David
expresó esta lamentación por él: “Estoy angustiado por ti,
hermano mío, Jonatán, muy agradable me fuiste. Más maravilloso me
fue tu amor que el amor procedente de mujeres”. (2 Samuel
1:26.) También nos enteramos de que Cristo mostró cariño especial
al apóstol Juan, quien fue conocido como el discípulo “a quien le
tenía cariño Jesús”. (Juan 20:2.)
¿Qué
palabra griega usó Pablo en 1 Corintios 13:13, donde mencionó
la fe, la esperanza y el amor y dijo que “el mayor de estos es el
amor”? Aquí la palabra es a·gá·pe, la misma que usó el
apóstol Juan cuando dijo: “Dios es amor”. (1 Juan 4:8, 16.)
Este es un amor guiado o regido por principios. Puede que incluya
cariño y afecto, o puede que no, pero es una emoción altruista o un
sentimiento hacia hacer el bien a los demás prescindiendo de si
lo merecen o no, o de si el dador recibe o no beneficios en cambio.
Esta clase de amor hizo que Dios diera lo que más atesoraba su
corazón, su Hijo unigénito, Jesucristo, “para que todo el que
ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”.
(Juan 3:16.) Como bien nos recuerda Pablo: “Apenas muere alguien
por un hombre justo; en realidad, por el hombre bueno, quizás,
alguien hasta se atreva a morir. Pero Dios recomienda su propio amor
a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió
por nosotros”. (Romanos 5:7, 8.)
Sí, a·gá·pe hace
el bien a otros sin tomar en consideración la posición que ocupan
en la vida ni el costo por expresar tal amor.