miércoles, 19 de julio de 2017

En los dìas de Herodes




“En los días de Herodes”

¿Ha oìdo hablar de Herodes el Grande? 
Según el relato bíblico, se trata del antiguo rey de Judea que, para matar a Jesús, mandó asesinar a todos los bebés varones de Belén. 

No obstante, los libros de historia narran muchos otros sucesos que ocurrieron “en los días de Herodes”. 
Al analizarlos, comprenderemos mejor el contexto histórico de 
la vida y el ministerio de Jesús (Mateo 2:1-16).

Por ejemplo, ¿por qué quería Herodes matar a Jesús, si solo era un niño? Además, si cuando Jesús nació había un rey en Judea, ¿por qué cuando él murió ese territorio estaba en manos de un gobernador romano, Poncio Pilato? Para responder estas cuestiones, retrocedamos hasta unos doscientos años antes del nacimiento de Jesús.

La lucha por el poder en Judea
En la primera mitad del siglo II antes de nuestra era, Judea se hallaba bajo el dominio de la dinastía seléucida de Siria, uno de los cuatro reinos en que se dividió el imperio de Alejandro Magno. 
Sin embargo, alrededor del año 168, los judíos se sublevaron cuando el rey seléucida intentó sustituir la adoración de Jehová por el culto a Zeus y profanó el templo de Jerusalén. 
A la cabeza de la rebelión estuvieron los Macabeos (también llamados Asmoneos), quienes gobernarían Judea desde el 142 hasta el 63 antes de nuestra era.

En el año 66, dos príncipes asmoneos —Hircano II y su hermano, Aristóbulo— se enzarzaron en una lucha por el poder. 
Se desató una guerra civil, por lo que solicitaron la mediación de Pompeyo, un general romano que en ese momento se encontraba en Siria. 
Pompeyo, por supuesto, no perdió la oportunidad de aprovecharse de la situación.
Para ese tiempo, los romanos estaban extendiéndose hacia el este y ya controlaban gran parte de Asia Menor. 
No obstante, en la cercana Siria, la situación se había vuelto inestable debido a que una sucesión de débiles gobernantes casi había sumido al país en la anarquía. 
Como los romanos deseaban asegurar la paz en la región, Pompeyo había decidido conquistar Siria.

Para solucionar el conflicto entre los Asmoneos, el general romano decidió apoyar a Hircano. 
Así, en el año 63 atacó Jerusalén para instalarlo en el poder. 
Pero los romanos se aseguraron de que su autoridad fuera limitada, y para ello le dieron a Hircano el título de etnarca. 
Como tal, sería un gobernador subordinado y solo mantendría el puesto mientras contara con el beneplácito de Roma. 
Así pues, Hircano tenía potestad para tomar decisiones en cuestiones locales, pero no en política exterior.


El ascenso de Herodes
Hircano resultó tener un carácter demasiado débil. De hecho, quien en realidad ejercía el poder desde la sombra era un idumeo llamado Antípatro, que anteriormente había apoyado a Hircano. 
Antípatro se encargó de mantener a raya a las agresivas facciones judías y no tardó en controlar Judea. 
Además, ayudó a Julio César a luchar contra los egipcios, por lo que los romanos lo recompensaron designándolo procurador, un gobernante que les rendía cuenta directamente a ellos. 
A su vez, él nombró gobernadores de Jerusalén y Galilea a sus hijos Fasael y Herodes, respectivamente. 
Este último llegaría a ser conocido como Herodes el Grande.

Antípatro les inculcó que, sin el consentimiento de Roma, no se podía conseguir nada, lección que Herodes grabó muy bien en su mente. 
Gracias a su talento como general y organizador, a lo largo de su mandato, Herodes se las ingenió para complacer a sus superiores romanos y, al mismo tiempo, a sus súbditos judíos. 
Fue nombrado gobernador con 25 años, y en poco tiempo eliminó a las bandas de delincuentes que actuaban en sus territorios. 
Su determinación y eficiencia despertaron la admiración de judíos y romanos por igual.

Después de que Antípatro muriera envenenado en el año 43, Herodes llegó a ser el hombre más poderoso de Judea. 
No obstante, las clases altas de Jerusalén lo consideraban un enemigo, un usurpador, y por ello presionaron a Roma para que lo destituyera. 
Pero no lo consiguieron, pues los romanos respetaban la memoria de Antípatro y valoraban mucho la capacidad de su hijo Herodes.


Proclamado rey de Judea
Aunque ya habían pasado veinte años desde la intervención de Pompeyo en el conflicto de los Asmoneos, el bando derrotado seguía descontento. De hecho, en varias ocasiones habían intentado recuperar el poder. Y finalmente lo lograron en el año 40 con la ayuda de los partos, enemigos históricos de los romanos. Aprovechando la confusión existente en Roma debido a la guerra civil, invadieron Siria y Judea, y sustituyeron a Hircano por otro Asmoneo, uno que no se plegara a los dictados del imperio.
Herodes decidió huir a Roma, donde fue muy bien recibido. La intención de los romanos era recuperar el control de Judea, echando a los partos y colocando allí un gobernante de su confianza. Viendo en Herodes al aliado que buscaban, el Senado romano lo coronó rey de Judea. Demostrando hasta qué punto haría concesiones para mantenerse en el poder, Herodes encabezó una procesión desde el Senado hasta el templo de Júpiter, donde ofreció sacrificios a los dioses paganos.
Con la ayuda de las legiones romanas, derrotó a sus enemigos en Judea y recuperó el trono. Entonces comenzaron las brutales represalias contra todos los que se habían opuesto a él. Acabó con los Asmoneos y con los aristócratas judíos que los habían apoyado, así como con quienes se quejaban de tener un gobernante amigo de los romanos.


Su poder se consolida
En el año 31, Octavio (conocido luego como César Augusto) derrotó a Marco Antonio en Accio y se alzó como el único soberano de Roma. Consciente de que su larga amistad con Marco Antonio podía suscitar sospechas, Herodes se apresuró a prometerle lealtad a Octavio. Así logró que este lo ratificara como rey de Judea e incluso ampliara sus dominios.
En los siguientes años, el reino de Herodes se estabilizó y prosperó, y Jerusalén se transformó en un centro de la cultura griega. Además, Herodes emprendió grandes construcciones, entre ellas varios palacios, la ciudad portuaria de Cesarea y algunos edificios nuevos para el templo de Jerusalén. Desde el primer momento, la amistad con Roma fue el punto focal de su política y la fuente de su autoridad.
Herodes ejerció sobre Judea un poder absoluto. De hecho, llegó a controlar a su antojo el nombramiento del sumo sacerdote.


Celos asesinos



En el plano personal, la vida de Herodes resultó ser muy tormentosa. No faltaron las intrigas palaciegas, pues muchas de sus diez esposas deseaban que el heredero del trono fuera uno de sus hijos. Con el tiempo, Herodes se volvió cada vez más cruel y desconfiado. En cierta ocasión, en un ataque de celos mandó ejecutar a su esposa favorita, Mariamne. Más tarde ordenó estrangular a dos de los hijos de ella, acusados de conspiración. Conociendo el carácter de Herodes y la determinación con la que eliminó a sus posibles rivales, no sorprende leer en el Evangelio de Mateo que ordenara matar a los niños de Belén.


Algunas fuentes indican que Herodes, consciente de su falta de popularidad, se propuso que el día de su muerte fuera una ocasión de duelo nacional, y no de festejos. Para ello arrestó a algunos de los principales ciudadanos de Judea y ordenó que los ejecutaran el mismo día en que se anunciara su muerte. Pero su orden jamás se llevó a término.


El legado de Herodes el Grande
A la muerte de Herodes, Roma decretó que el siguiente gobernante en Judea fuera su hijo Arquelao y que otros dos de sus hijos fueran tetrarcas, o príncipes independientes: Antipas sobre las regiones de Galilea y Perea, y Filipo sobre Iturea y Traconítide. Arquelao no alcanzó ninguna popularidad, ni entre sus súbditos ni entre sus superiores. Su estéril mandato se extendió por una década, hasta que Roma lo destituyó y nombró un gobernador de origen romano, quien sería el predecesor de Poncio Pilato. Mientras tanto, Filipo y Antipas —a quien Lucas llama simplemente Herodes— continuaron en sus puestos como tetrarcas. Esta era la situación política cuando Jesús comenzó su ministerio (Lucas 3:1).
Como hemos visto, Herodes el Grande fue un brillante político, pero también un despiadado asesino. Probablemente, la peor de sus acciones fue su intento de matar a Jesús cuando este era apenas un niño. Con todo, este análisis de la vida de Herodes tiene mucho interés para los lectores de la Biblia. Nos ayuda a comprender algunos importantes sucesos de la época; además, nos explica cómo cayeron los judíos bajo el dominio romano y, por último, nos proporciona el contexto en el que Jesús vivió y efectuó su ministerio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario