Cuestión
1
¿Cómo
empezó la vida?
Cuando era niño,
¿sorprendió alguna vez a sus padres preguntándoles de dónde
vienen los bebés? En tal caso, ¿cómo respondieron?
Dependiendo de la edad suya y de la personalidad de ellos,
quizás hicieron como si no lo hubieran oído, o le dieron una
respuesta apresurada y evasiva, o le contaron un relato fantástico
que después descubrió que no era cierto. Obviamente, para que
un niño llegue bien preparado a la edad adulta y el matrimonio, con
el tiempo tiene que aprender sobre las maravillas de la reproducción
sexual.
Así como hay padres a
quienes les resulta violento hablar del origen de los bebés, hay
también científicos que se resisten a hablar de una cuestión aun
más trascendental: de dónde vino la vida. Una respuesta verosímil
puede repercutir hondamente en nuestra filosofía de vida. Entonces,
¿cómo empezó todo?
¿Qué
afirman muchos científicos? Muchos le dirán que la vida se
inició hace miles de millones de años en la orilla de una charca de
marea o en el fondo del océano. Suponen que en un entorno así,
algunos compuestos químicos se ensamblaron al azar para crear
estructuras semejantes a burbujas, formaron moléculas complejas y
empezaron a reproducirse. Según su tesis, toda forma de vida en la
Tierra se originó por casualidad a partir de una o más de estas
células primigenias “simples”.
Otros científicos
evolucionistas eminentes no opinan igual. Conjeturan que las
primeras células, o al menos sus componentes principales, llegaron a
la Tierra procedentes del espacio. ¿Por qué? Porque los mejores
esfuerzos por demostrar que la vida puede surgir a partir de
moléculas inertes han sido infructuosos. Subrayando esta dificultad,
el profesor de Biología Alexandre Meinesz dijo en 2008 que
durante los pasados cincuenta años, “ninguna prueba empírica ha
sustentado la hipótesis de la aparición espontánea de la vida en
la Tierra a partir de una simple sopa molecular, y ningún avance
significativo en el conocimiento científico apunta en esa
dirección”.1
¿Qué
revelan las pruebas? La respuesta a la pregunta “¿De dónde
vienen los bebés?” está bien documentada y no es polémica.
La vida procede siempre de vida preexistente. Ahora bien, ¿es
posible que en un pasado remoto se violara esta ley fundamental?
¿Pudo surgir espontáneamente la vida a partir de materia inerte?
¿Qué probabilidades hay de que algo así ocurriera?
Para que una célula
sobreviva se precisa la intervención conjunta de, como mínimo, tres
tipos de moléculas complejas: ADN (ácido desoxirribonucleico), ARN
(ácido ribonucleico) y proteínas. Pocos científicos sostendrían
hoy que una célula viva completa se formó súbitamente por azar a
partir de una mezcla de compuestos inanimados. Pero ¿qué
probabilidad hay de que el ARN o las proteínas sí lo hicieran?
Un experimento realizado
en 1953 da pie a muchos científicos para creer que la
vida se originó espontáneamente. El químico Stanley L. Miller
obtuvo aminoácidos (los bloques básicos de las proteínas) enviando
descargas eléctricas a una mezcla de gases que simulaba la atmósfera
terrestre primitiva. Posteriormente, se detectaron aminoácidos en un
meteorito. ¿Significan tales hallazgos que todos los componentes
básicos de la vida se produjeron fácilmente por casualidad?
“Algunos autores —dice
Robert Shapiro, profesor emérito de Química de la Universidad de
Nueva York— han imaginado que todos los componentes de la
vida se encontraban ya en los meteoritos y podrían formarse
fácilmente mediante experimentos parecidos al de Miller. Pero ése
no es el caso.”2
Examinemos la molécula
de ARN, formada a su vez por moléculas de menor tamaño llamadas
nucleótidos. Un nucleótido es distinto de un aminoácido y
ligeramente más complejo. “Nunca se ha detectado la presencia de
ningún nucleótido, ni entre los productos de los experimentos
con descargas eléctricas ni en los estudios de meteoritos”,
afirma Shapiro.3 Y añade que la probabilidad de que
una molécula autorreplicante de ARN se ensamblara por casualidad en
un estanque de bloques químicos “es tan pequeña, que el hecho de
que ocurra, aunque sólo fuere una vez, en cualquier lugar del
universo visible, se consideraría una suerte de milagro”.4
¿Y las moléculas de
proteína? Estas resultan de la unión de aminoácidos (desde
cincuenta hasta varios miles) en un orden altamente específico.
La proteína funcional promedio de una célula “simple”
contiene 200 aminoácidos, y hay miles de diferentes tipos de
proteínas incluso en esta clase de células. La probabilidad de
que una proteína de solo 100 aminoácidos se formara alguna vez al
azar en la Tierra sería como de una en mil billones (1015).
El teórico evolucionista
Hubert P. Yockey va más lejos al afirmar que “es
imposible que la vida se originara siguiendo el modelo de
‘proteínas primero’”.5 Las proteínas requieren ARN
para su síntesis, pero la producción de ARN requiere proteínas.
Aun suponiendo que las moléculas de proteína y ARN aparecieran en
un mismo tiempo y lugar por accidente, pese a la remotísima
posibilidad en contra, ¿qué probabilidad hay de que cooperaran para
crear un tipo de vida autosostenible y autorreplicante? “La
probabilidad de que esto sucediera al azar (dada una combinación
aleatoria de proteínas y ARN) es infinitesimal”, admite la doctora
Carol Cleland, miembro del Instituto de Astrobiología de la NASA.
“No obstante —añade—, parece que la mayoría de los
investigadores suponen que si logran entender la producción
independiente de proteínas y ARN en las condiciones naturales
primigenias, el enigma de la coordinación se resolvería de algún
modo por sí mismo.” Y aludiendo a las teorías actuales sobre
el origen fortuito de estos bloques fundamentales de la vida,
puntualiza: “Ninguna ofrece una historia convincente de cómo se
produjo”.6
¿Qué
importancia tienen estos hechos? Pensemos en el reto que
afrontan los investigadores que creen que la vida es fruto del azar:
han hallado en un meteorito aminoácidos que también aparecen en las
células vivas; han sintetizado en el laboratorio moléculas más
complejas mediante experimentos ideados y controlados con
minuciosidad, y, a la larga, esperan fabricar todas las partes
necesarias para construir una célula “simple”. Podríamos
asemejar su situación a la de un ingeniero que transforma sustancias
naturales en acero, plástico, silicona y cables y construye un
robot, al que luego programa para que se copie a sí mismo. ¿Qué
demostrará con ello? A lo sumo, que un ente inteligente es
capaz de crear una máquina asombrosa.
Pues bien, si un día los
científicos construyeran una célula, sería un logro verdaderamente
impresionante; pero ¿probarían que la célula apareció por azar?
En todo caso, probarían lo contrario, ¿no le parece?
¿Qué
opina? Hasta la fecha, toda la prueba científica indica que
la vida viene de la vida. Creer que una célula viva “simple”
surgió por casualidad a partir de compuestos inanimados es un
verdadero acto de fe.
Ante la evidencia de los
hechos, ¿está usted dispuesto a hacer ese acto de fe? Antes de que
conteste, lo invitamos a examinar más de cerca la estructura de la
célula. Esto le ayudará a determinar si las teorías sobre el
origen de la vida formuladas por algunos científicos son sólidas, o
tan fantásticas como los relatos que algunos padres cuentan sobre el
origen de los bebés.
[Notas]
La probabilidad de que el
ADN se formara al azar se trata en la sección 3, “¿De dónde
provinieron las instrucciones?”.
El profesor Shapiro
no cree que la vida fue creada, sino que surgió al azar
mediante procesos aún no comprendidos del todo.
En 2009, científicos de
la Universidad de Manchester (Inglaterra) informaron de la creación
de nucleótidos en el laboratorio. A esto, Shapiro objeta: “Su
receta definitivamente no satisface mi criterio para explicar de
manera plausible la ruta al mundo del ARN”.
La doctora Cleland
no cree que la vida fue creada, sino que surgió al azar
mediante procesos aún no comprendidos del todo.
[Recuadro
de la página 7]
HECHOS
Y PREGUNTAS
▪
Hecho.
Toda la investigación científica indica que la vida no surge
de materia inerte.
Pregunta.
¿Sobre qué base científica se apoya el postulado de que la primera
célula surgió a partir de componentes inanimados?
▪
Hecho.
Los investigadores han recreado en el laboratorio las supuestas
condiciones ambientales de la Tierra primigenia y han fabricado
algunas moléculas presentes en los organismos vivos.
Pregunta.
Si en el experimento los compuestos químicos representan las
condiciones terrestres primitivas y las moléculas producidas
representan los bloques básicos de la vida, ¿a quién o qué
representa el científico que lo realiza: al ciego azar, o a un ente
inteligente?
▪
Hecho.
Las moléculas de proteína y ARN deben cooperar para que la célula
sobreviva. Los científicos admiten que es altamente improbable que
el ARN surgiera de forma espontánea, y las probabilidades en contra
de la formación aleatoria de una sola proteína son astronómicas.
Que el ARN y las proteínas se produjeran por accidente en un mismo
tiempo y lugar y que, además, actuaran de forma conjunta es
extremadamente improbable.
Pregunta.
¿Qué exige más fe: creer que las partes intrincadamente
coordinadas de la célula —que se cuentan por millones— surgieron
al azar, o creer que la célula es el producto de una mente
inteligente?
[Ilustración
de la página 6]
(Para
ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
El
ARN 1 interviene en la síntesis de proteínas 2,
pero las proteínas intervienen en la producción de ARN. ¿Cómo
podría originarse al azar una de estas moléculas, por no decir
ambas? Los ribosomas 3 se tratarán en la sección 2.
Si
la creación de moléculas complejas en el laboratorio requiere la
pericia de un científico, ¿podrían formarse por casualidad las
moléculas mucho más complejas de una célula?
[Ilustración
de la página 4]
Óvulo
humano fertilizado, ampliado unas ochocientas veces
[Ilustración
de la página 5]
STANLEY
MILLER (1953)
[Ilustración
de la página 7]
Si
la creación y programación de un robot sin vida exige una mente
inteligente, ¿qué se necesitaría para crear una célula viva, y
no digamos ya un ser humano?
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