miércoles, 19 de julio de 2017

Los Mormones-a




El mormonismo. 
¿Una restauración de todas las cosas?


Un joven en busca de respuestas.

EL SOL radiante de la mañana se filtraba entre los árboles y se posaba sobre un muchacho que estaba arrodillado, orando fervorosamente. 
José, de 14 años, se hallaba en confusión a causa del caos religioso que reinaba en su tiempo. 
çLas iglesias tradicionales estaban sufriendo divisiones. 
Por todas partes surgían nuevas sectas. 
¿En qué grupo debía ingresar? 
En su oración, preguntó: “
¿Cuál de todos estos partidos [religiosos] tiene razón; 
o están todos en error? 
Si uno de ellos es verdadero, 
¿cuál es, y cómo podré saberlo?”.

Así describió José Smith su crisis espiritual temprana. 
No es de extrañar que estuviera confundido, pues en la región donde vivía, en el noreste rural de Estados Unidos, existía un gran fervor religioso por aquel entonces, a principios del siglo XIX. 

Se necesitaba urgentemente tener alguna esperanza. 
Muchos granjeros llevaban una vida tan dura como el suelo pedregoso que labraban. 
En su afán por obtener algo mejor, se dejaban seducir por historias de tesoros indios escondidos. 

Así que registraban palmo a palmo las colinas, equipados con piedras mágicas de videntes, conjuros y varas de zahoríes. 
Las leyendas locales hablaban de una importante civilización india que había sido aniquilada en una batalla terrible librada en algún lugar del estado de Nueva York.

Algunos predicadores populares de la época avivaron las llamas de la especulación al decir que los indios americanos descendían de las diez tribus perdidas de Israel. En 1823, por ejemplo, Ethan Smith escribió el libro View of the Hebrews; or the Tribes of Israel in America (Visión de los hebreos; o las tribus de Israel en América).

Las planchas de oro y el profeta

El joven José Smith se crió en este fértil ambiente de folclor y ardor religioso. 
Su familia también se vio afectada por toda esta excitación. 
Su madre explicó en un libro que habían experimentado curaciones, milagros y visiones. 
Pero cuando ella y algunos de sus hijos se hicieron miembros de una religión, José no quiso unirse a ellos. 
Él refirió posteriormente en su biografía la oración que había hecho para pedir ayuda y la respuesta que recibió.

José explicó que tuvo una visión en la que Dios le había prohibido unirse a cualquier secta porque todas estaban equivocadas. 
Un día del otoño de 1823, el joven Smith, que entonces tenía 17 años, le contó a su familia que un ángel llamado Moroni le había mostrado unas planchas de oro antiguas. 
Cuatro años después afirmó que había recibido las planchas y el poder divino exclusivo de traducirlas, lo que requería el uso de una piedra especial llamada “piedra de vidente” y un par de anteojos de plata mágicos que tenían dos diamantes pulidos de tres facetas engarzados en los vidrios. 
Smith advirtió que si otros veían las planchas en esos momentos, morirían al instante.

Smith, que sabía leer pero no sabía escribir bien, dictó la “traducción” de las planchas a varios secretarios. 
Sentado tras una cortina, relató una historia que supuestamente compiló un hebreo de nombre Mormón. 
Según Smith, las planchas estaban grabadas con escritura “egipcia reformada”, más concisa que la hebrea. 
En ellas se explicaba que Mormón y su hijo Moroni estaban entre los últimos sobrevivientes de una nación llamada los nefitas, un pueblo de piel blanca descendiente de hebreos que habían emigrado a América alrededor del 600 a.E.C., huyendo de la destrucción de Jerusalén.

El relato explica que Jesús se había aparecido en América a esta nación después de su muerte y resurrección, y había escogido a doce apóstoles nefitas. 
Los lamanitas, otro pueblo también de ascendencia hebrea, eran rebeldes y belicosos, de modo que Dios los maldijo oscureciéndoles la piel. 
El relato de Mormón es básicamente una crónica de las sucesivas batallas entre estas dos naciones. 
Los nefitas se pervirtieron y con el tiempo fueron aniquilados por los lamanitas, que fueron antepasados de los indios americanos.

Smith aseguraba que el hijo de Mormón, para entonces el espíritu Moroni, le había entregado dicha historia grabada en planchas de oro y lo había comisionado para restaurar la Iglesia de Cristo.

 Smith consiguió adeptos enseguida. 
Un creyente acaudalado financió la publicación de su manuscrito, titulado El Libro de Mormón. 
Este salió de las prensas en la primavera de 1830. 
Dos semanas después, José Smith anunció su propio título oficial: “Vidente, Traductor, Profeta, Apóstol de Jesucristo”. 

El 6 de abril de 1830 nació la congregación de los mormones, o La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Smith tenía un aspecto imponente que le hizo ganarse la devoción de muchos conversos; pero su religión, que se apartaba de lo convencional, también le atrajo enemigos. 
La recién fundada Iglesia se convirtió en blanco de persecución; sus miembros huyeron de Nueva York a Ohio y después a Misuri en busca de su Nueva Jerusalén. 
En su calidad de profeta, Smith pronunció una revelación tras otra, declarando la voluntad de Dios en asuntos que comprendían desde las donaciones monetarias hasta un mandato divino de tomar varias esposas. 
Esta última revelación en particular generó mucha oposición. 

En vista del recelo y el antagonismo con que se topaban en todas partes, los mormones tomaron las armas para defenderse.

La intriga y la agitación que caracterizaron los primeros años de la vida de José Smith nunca disminuyeron. 
Las ciudades de la frontera del oeste, inundadas de sus seguidores, opusieron tenaz resistencia. 
No estaban dispuestas a reconocer ni otro libro sagrado ni a un profeta que se había autoproclamado. 
En 1839, para consternación de la población local, los mormones fundaron una colonia próspera con sus propios molinos, fábrica, universidad y milicia en Nauvoo (Illinois). 

Cuando estallaron las hostilidades, arrestaron a Smith y lo internaron en la prisión de Carthage (Illinois). 
El 27 de junio de 1844 una turba asaltó la prisión y lo mató a tiros.

La Iglesia sobrevive a su profeta

El relato no finaliza de ningún modo con la muerte de José Smith. Brigham Young, presidente del Consejo de los Doce Apóstoles, asumió rápidamente el mando y condujo a un buen número de creyentes en un peligroso viaje hasta el valle del gran lago Salado (Utah), donde aún se halla la sede de los mormones.

La Iglesia fundada por José Smith sigue ganando adeptos. 

Según sus propias fuentes, cuenta con unos nueve millones de fieles en todo el mundo. 
Se ha extendido mucho más allá de su cuna, el estado de Nueva York, llegando a lugares tan diversos como Italia, Filipinas, Uruguay y Zaire. 
Pese al persistente antagonismo de que ha sido objeto, la singular religión mormona ha prosperado. 
¿Constituye, en realidad, la restauración del cristianismo verdadero que han esperado hombres de fe?.


Los historiadores llamaron posteriormente a esta región del oeste del estado de Nueva York el “distrito quemado” (burned-over) debido a las olas de avivamientos religiosos efímeros que la barrieron en los inicios del siglo XIX.

Originalmente denominada “La Iglesia de Cristo”, el 26 de abril de 1838 se convirtió en “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”. 
Aunque esta es la designación que prefieren sus miembros, en la presente serie de artículos también se usan los nombres “mormonismo” y “mormones” (derivados de El Libro de Mormón), ya que son los más conocidos para muchos lectores.
Hay varios grupos disidentes que se han apartado de la Iglesia y que se autodenominan mormones. El principal de ellos es la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con sede en Independence (Misuri).






EL Templo de los mormones, ubicado en Salt Lake City (Utah), es para estos un símbolo de su fe del que están orgullosos. 

La laboriosidad, los valores familiares y la autosuficiencia económica son máximas de la Iglesia.
 Los misioneros mormones, con sus distintivos de solapa en los que consta su nombre, constituyen una imagen familiar en todo el mundo. 
Pero algunos asuntos de orden interno que ellos consideran sagrados permanecen ocultos a las personas de fuera. 
Así que la Iglesia sigue siendo el blanco de rumores sensacionalistas. 
No obstante, un análisis imparcial debe basarse en hechos, no en cuentos difamatorios. 
¿Qué podemos aprender sobre esta vilipendiada fe?

La Iglesia de José Smith en la actualidad.

Los mormones creen que su religión constituye la restauración de la Iglesia verdadera con su sacerdocio y sus ordenanzas, razón por la que su nombre oficial es “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”. 
No existe en ella división entre clero y legos. 
Todo varón que sea un miembro digno puede desempeñar diferentes servicios en la Iglesia a partir de los 12 años de edad, y a los 16 años ser ordenado sacerdote.

La mayor parte de los cargos eclesiásticos no recibe retribución económica, y las familias mormonas participan en los muchos programas organizados por su barrio (congregación local). 

Desde el plano de la congregación, los élderes (un tipo de sacerdotes), los obispos y los presidentes de las estacas (distritos) supervisan la buena organización de los asuntos de la Iglesia. 

La jurisdicción mundial corresponde a un consejo de doce apóstoles que se halla en Salt Lake City. 
En el último escalafón se encuentran el presidente de la Iglesia —al que veneran como profeta, vidente y revelador— y dos consejeros; los tres forman el Quórum de la Presidencia, o la Primera Presidencia.

Hay varias ordenanzas, o ceremonias, que afectan la vida de los mormones devotos. 
El bautismo, que simboliza arrepentimiento y obediencia, puede tener lugar al cumplir los 8 años de edad. 
Los lavamientos y la unción purifican y consagran al creyente. 

En la ceremonia de investidura del templo la persona realiza una serie de convenios, o promesas, y se viste con prendas interiores especiales del templo que deberá llevar siempre para protegerse del mal y como recordatorio de los votos secretos que ha hecho.

 Además, las parejas mormonas pueden sellar su matrimonio en el templo “por tiempo y por toda la eternidad” para que su familia permanezca intacta en el cielo, donde podrán seguir procreando.

Los mormones han recibido muchos elogios por su programa de servicios de bienestar o asistencia social, formado para “eliminar la lacra de la ociosidad”. 
Lo financian los miembros locales, quienes ayunan dos veces al mes y donan a la Iglesia el dinero que se hubieran gastado en esas dos comidas. 
Además, es un requisito que paguen el diezmo, es decir, la décima parte de sus ingresos. 
La familia y los amigos mantienen a los misioneros mormones, por lo general jóvenes de uno y otro sexo, que dedican unos dos años a dicho servicio.

La abnegación, la unidad familiar y la responsabilidad cívica caracterizan la vida de los mormones. 
Pero ¿qué puede decirse de sus creencias?

Los mormones y la Biblia

“Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente”, declara el octavo de Los artículos de fe mormones. 
Pero añade: “También creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios”. 
No obstante, muchos se preguntan por qué se necesitan otras escrituras.

El élder Bruce R. McConkie aseveró: “No hay sobre la faz de la Tierra nadie que tenga la Biblia en tan gran estima como [los mormones]. [...] Pero no creemos que [...] la Biblia contenga todo lo necesario para la salvación”. 
El presidente Gordon B. Hinckley escribió en el folleto What of the Mormons? (¿Qué se puede decir de los mormones?) que la profusión de sectas e Iglesias “testimonia la deficiencia de la Biblia”.

Los escritores de esta Iglesia expresan serias dudas respecto a la fiabilidad de la Biblia, debido a supuestos errores de traducción y supresiones de texto. 
El apóstol mormón James E. Talmage exhorta en su libro Artículos de fe: “Léase pues la Biblia reverentemente y con cuidado y oración, buscando el lector la luz del Espíritu siempre para poder distinguir entre la verdad y los errores de los hombres”. 
Orson Pratt, uno de los primeros apóstoles mormones, fue aún más lejos: “¿Quién sabe si hay siquiera un versículo bíblico que no esté adulterado?”.

Sobre esta cuestión parece que los mormones no están al tanto de los hechos. 
Aunque el texto bíblico se ha copiado y traducido repetidamente a lo largo de los años, hay pruebas arrolladoras de que se ha mantenido su pureza esencial. 

Se han comparado minuciosamente miles de manuscritos hebreos y griegos antiguos con copias más recientes de la Biblia. 
Por ejemplo, el Rollo de Isaías del mar Muerto, del siglo II a.E.C., se comparó con un manuscrito que data de mil años más tarde. ¿Se habían infiltrado errores graves? 
Al contrario: según un erudito, las pocas discrepancias halladas “consistían principalmente en obvios deslices de la pluma y variaciones ortográficas”.

Después de toda una vida dedicada al estudio, sir Frederic Kenyon, que fue director del Museo Británico, declaró: 
“El cristiano puede tomar la Biblia completa en su mano y decir sin temor ni vacilación que está sosteniendo la verdadera Palabra de Dios, transmitida sin equivocaciones fundamentales de generación en generación a lo largo de los siglos”. 

De modo que todavía es cierta la siguiente afirmación del salmista: “Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces”. (Salmo 12:6, Reina-Valera, 1960.) ¿Realmente necesitamos algo más?

“¡Oh necio —reprocha El Libro de Mormón en 2 Nefi 29:6—, que dirás: 
Una Biblia; tenemos una Biblia y no necesitamos más Biblia!” 

Muchos mormones, sin embargo, han reflexionado sobre las palabras tajantes del apóstol Pablo registradas en la Biblia en Gálatas 1:8 (RV): “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”.

Los eruditos de la Iglesia explican que las nuevas escrituras no van más allá de la Biblia, sino que únicamente la esclarecen y complementan.
 “No existe conflicto entre los dos libros —escribe Rex E. Lee, presidente de la Universidad Brigham Young—. 
Tanto la Biblia como El Libro de Mormón enseñan el mismo plan de salvación.” 
¿Guardan armonía ambos libros? 
Analicemos el plan de salvación mormón.

“Tal como Dios es ahora, puede llegar a ser el hombre”
“Aunque no lo recordamos —explica Lee—, antes de esta vida ya existíamos en forma de espíritu.” 
Según esta creencia mormona del progreso eterno, mediante la obediencia estricta el hombre puede convertirse en un ser divino, un creador como Dios. 

José Smith afirmó: “Dios una vez fue como nosotros ahora; es un hombre glorificado, y está sentado sobre su trono allá en los cielos [...]; y vosotros mismos tenéis que aprender a ser Dioses, [...] como lo han hecho todos los Dioses antes de vosotros”. 
El profeta mormón Lorenzo Snow dijo: “Tal como es el hombre ahora, fue Dios en un tiempo; tal como Dios es ahora, puede llegar a ser el hombre”.

¿Se presenta tal futuro en las páginas de la Biblia? 
La única oferta de divinidad de la que hay constancia es la promesa vacía que hizo Satanás el Diablo en el jardín de Edén. (Génesis 3:5.) 
La Biblia muestra que Dios creó a Adán y Eva para que vivieran en la Tierra, y les mandó que engendraran una familia humana perfecta que habría de vivir en ella eternamente en felicidad. (Génesis 1:28; 3:22; Salmo 37:29; Isaías 65:21-25.) La desobediencia deliberada de Adán introdujo el pecado y la muerte en el mundo. (Romanos 5:12.)
El Libro de Mormón dice que si Adán y Eva, que anteriormente habían sido espíritus, no hubieran pecado, no habrían tenido hijos y habrían vivido solos e infelices en el Paraíso. 

De manera que, según este libro, el pecado del primer matrimonio tenía que ver con las relaciones sexuales y la maternidad. 
“Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo.” (2 Nefi 2:22, 23, 25.) 

Por consiguiente, los espíritus celestiales aguardan su oportunidad de vivir en una Tierra pecaminosa, pues es un paso necesario para alcanzar la perfección y la naturaleza divina. 
La revista mormona Ensign indica: “No sentimos desdén, sino un gran aprecio por lo que Adán y Eva hicieron”.

“Esta doctrina [de que el hombre existía en la creación espiritual] —dice José Fielding Smith, sobrino nieto de José Smith—, solo aparece de forma nebulosa en la Biblia [...] porque muchas cosas claras y preciosas han sido eliminadas de la Biblia.” 
Y añade: “Esta creencia se basa en una revelación dada a la Iglesia el 6 de mayo de 1833”. Por lo tanto, aunque la doctrina mormona acepta la autoridad de la Biblia, en caso de discrepancia da prioridad a las palabras de sus profetas.

El Libro de Mormón: clave de la fe

José Smith alabó El Libro de Mormón por ser “el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión”. 

Se dijo que la fuente de sus escritos había sido unas planchas de oro.
 Once mormones dieron fe de que las habían visto. 
Una vez concluido el documento, sin embargo, Smith afirmó que un ángel se había llevado las planchas al cielo. 
Así pues, no puede hacerse un análisis textual de ellas.

La perla de gran precio  explica que a un tal profesor Charles Anthon se le mostró una copia de algunas inscripciones y declaró que eran genuinas y que la traducción era exacta. 

Pero, según el relato, al saber del origen de las planchas, se retractó de su veredicto. 
Esta historia no parece concordar con la afirmación de Smith de que él era el único que tenía el don de traducir el idioma de las planchas, “el conocimiento del cual el mundo había perdido”. ¿Cómo podía el profesor Anthon confirmar la exactitud de un texto que no sabía leer ni, en consecuencia, traducir?.

El Libro de Mormón cita muchos pasajes de la Versión del rey Jacobo de la Biblia, cuyo inglés shakespeariano ya se consideraba arcaico en los días de José Smith. 

A algunos lectores les ha perturbado que El Libro de Mormón, “el más correcto de todos los libros”, copie al menos veintisiete mil palabras directamente de una traducción bíblica que presuntamente está llena de errores y que Smith más tarde se comprometió a revisar. 

Muchos mormones que han comparado la primera edición de El Libro de Mormón con ediciones actuales han descubierto un hecho sorprendente: que el libro que se “tradujo por el don y el poder de Dios” ha sufrido numerosos cambios gramaticales, ortográficos y sustanciales.

 Por ejemplo, parece haber confusión respecto a la identidad del “Eterno Padre”. La primera edición dice en 1 Nefi 13:40: “El Cordero de Dios es el Eterno Padre”. Pero ediciones posteriores indican que “el Cordero de Dios es el Hijo del Eterno Padre”. 

 Los dos manuscritos originales de El Libro de Mormón, que datan de 1830, todavía existen. 
Uno de ellos, que obra en poder de la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tiene las palabras “el Hijo” intercaladas entre líneas.

En cuanto al libro mormón Doctrina y Convenios, el prólogo de The Revelations of the Prophet Joseph Smith (Las revelaciones del profeta José Smith), del erudito mormón Lyndon W. Cook, señala:
 “Dado que algunas revelaciones han sido revisadas por comités encargados de prepararlas para su publicación, se han observado añadiduras y supresiones textuales significativas”. 

Uno de tales cambios se halla en El Libro de Mandamientos 4:2, que decía de Smith: “Tiene un don para traducir el libro [...;] no le concederé ningún otro don”. 
Pero cuando la revelación se reimprimió en 1835 en Doctrina y Convenios, leía: “Porque no te concederé ningún otro don hasta que se realice [la traducción]” (5:4).

Enigmas históricos

Hay a quien le cuesta asimilar el relato de que unos veinte judíos que partieron de Jerusalén rumbo a América en el 600 a.E.C., se multiplicaron y se dividieron en dos naciones en menos de treinta años. (2 Nefi 5:28.) 

A los diecinueve años de su llegada, este pequeño grupo supuestamente construyó un templo “según el modelo del templo de Salomón [...]; y su obra fue sumamente hermosa”. 
Una empresa descomunal, desde luego. Para la construcción del templo de Salomón en Jerusalén, que tomó siete años, se necesitaron casi doscientos mil peones, artesanos y capataces. (2 Nefi 5:16; compárese con 1 Reyes, caps. 5, 6.)
A los lectores meticulosos de El Libro de Mormón los han desconcertado ciertos acontecimientos que no parecen guardar la debida secuencia cronológica. Por ejemplo, Hechos 11:26 dice: “A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (RV). Pero Alma 46:15, al describir sucesos que, según se supone, tuvieron lugar en 73 a.E.C, sitúa a cristianos en América antes de que Cristo siquiera viniera a la Tierra.
El Libro de Mormón se presenta más como una narración histórica que como un tratado doctrinal. La frase “and it came to pass” (traducida en la versión española “y aconteció”, “y sucedió” y con otros verbos similares) aparece unas mil doscientas veces en la edición actual (alrededor de dos mil en la edición de 1830). Muchos lugares mencionados en la Biblia aún existen; sin embargo, se desconoce la ubicación de casi todos los lugares mencionados en El Libro de Mormón, como Gimgimno y Zeezrom.
El relato mormón habla de vastos asentamientos a lo ancho de Norteamérica. Helamán 3:8 dice: “Y sucedió que se multiplicaron y se extendieron [...] a tal grado que empezaron a cubrir la superficie de toda esa tierra”. Según Mormón 1:7, la tierra “había quedado cubierta de edificios”. Muchos se preguntan dónde están los restos de estas extensas civilizaciones. ¿Dónde están los diversos objetos nefitas, como monedas de oro, espadas, escudos o petos? (Alma 11:4; 43:18-20.)
Teniendo en cuenta tales cuestiones, los seguidores de la fe mormona harían bien en reflexionar seriamente en las palabras de su correligionario Rex E. Lee: “La autenticidad del mormonismo se confirma o se destruye con el libro del cual deriva su apodo la Iglesia”. Para el mormón sincero, así como para todo el que se considere cristiano, representa un desafío llegar a tener una fe basada en conocimiento bíblico sólido y no meramente en una oración emotiva.
La base de la restauración
El caos espiritual que le rodeaba llevó a José Smith a rechazar las sectas enfrentadas de su día. Otros hombres reverentes antes de él, durante su tiempo y después de él trataron de volver a la fe verdadera.
¿Cuál es el modelo del cristianismo verdadero? ¿No lo es Cristo, quien “[dejó] ejemplo, para que sigáis sus pisadas”? (1 Pedro 2:21, RV.) La vida de Jesucristo ofrece un agudo contraste con la teología mormona. Aunque Jesús no era ningún asceta, llevó una vida sencilla y nunca ambicionó riquezas, gloria ni poderío político. Fue perseguido por “no [ser] del mundo”. (Juan 17:16, RV.) El principal objetivo del ministerio de Cristo fue glorificar a su Padre, Jehová, y santificar Su nombre. También es así en el caso de los verdaderos discípulos de Jesús. Consideran su propia salvación como un asunto secundario.
Jesús enseñó la Palabra de Dios, citó profusamente de ella y vivió en armonía con ella. Brigham Young dijo de la Biblia: “Consideramos que este libro es nuestra guía, nuestra norma de acción; lo consideramos el fundamento de nuestra fe. Muestra el camino a la salvación” (Journal of Discourses, volumen XIII, página 236). De modo que dio la siguiente exhortación: “Tomad la Biblia, comparad la religión de los Santos de los Últimos Días con ella, y ved si pasa la prueba” (Discourses of Brigham Young [Discursos de Brigham Young]). No solo la fe mormona sino todas las religiones que afirman ser cristianas deben someterse a esta prueba, pues Jesús dijo: “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. (Juan 4:23, RV.)
[Nota a pie de página]
Para más información, véase el libro La Biblia... ¿la Palabra de Dios, o palabra del hombre?, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Ilustración en la página 25]
Estatua de Moroni en la cúspide del templo de los mormones, en Salt Lake City
[Recuadro en la página 20]
Escritos sagrados de los mormones
ADEMÁS de la Biblia y El Libro de Mormón, los Santos de los Últimos Días reconocen unos cuantos escritos más.
  Doctrina y Convenios: Se trata principalmente de una recopilación de lo que José Smith llamaba “revelaciones de Dios”. Estas se han revisado varias veces porque así lo han exigido los cambios doctrinales y los acontecimientos históricos.
  La perla de gran precio: Este libro contiene las revisiones que hizo José Smith del libro bíblico de Génesis y del capítulo 24 de Mateo, así como su historia personal. También incluye su traducción de un papiro que adquirió en 1835. Smith afirmó que lo había escrito Abrahán de su puño y letra, y que en él contaba cómo un ángel lo había salvado cuando un sacerdote trató de sacrificarlo sobre un altar. En 1967 volvió a encontrarse este papiro, y lo examinaron varios egiptólogos. Según cierto informe, estos descubrieron que “ni una sola palabra de la presunta traducción de Smith guardaba parecido alguno con el contenido del documento”. Resultó ser el Libro de los hálitos, un documento funerario egipcio que se enterraba junto con los muertos. El manuscrito original de Smith muestra que este usó 136 palabras inglesas diferentes para traducir el carácter jeroglífico correspondiente a “lago”.
  Traducción de la Biblia de José Smith: En 1830 Smith inició una revisión de la Versión del rey Jacobo de la Biblia, que dejó inconclusa. Revisó unos tres mil cuatrocientos versículos y añadió mucha información, incluida una profecía al final de Génesis sobre su propia venida como “vidente escogido”. Puesto que el manuscrito quedó en manos de la viuda de Smith, que no siguió a Brigham Young, la Iglesia de Salt Lake apenas cita de él, aunque lo considera correcto.
  Otras doctrinas “inspiradas”: Las puede transmitir el profeta vivo de la Iglesia en cualquier momento y gozan de la misma autoridad que la Santa Biblia. Un ejemplo de ello es el discurso “King Follett”, que Smith presentó en 1844 en el funeral del élder King Follett y en el cual expuso la doctrina del hombre deificado y del Dios hecho hombre. Aparece en el libro Enseñanzas del Profeta José Smith y en el Journal of Discourses, una recopilación de conferencias de Smith, Young y otras autoridades mormonas del siglo XIX.
[Recuadro en la página 21]
La familia de dioses mormones
  Dios: El Padre de todos los dioses; tiene un cuerpo de carne y hueso. (Doctrina y Convenios 130:22.)
  Elohim: A veces se le considera un ser individual. También se dice que es un Concilio de Dioses que organizaron la Tierra. (Doctrina y Convenios 121:32; La perla de gran precio, Abraham 4:1; Journal of Discourses, volumen I, página 51.)
  Jesús: Dios y Creador de toda la Tierra, el Salvador. (3 Nefi 9:15; 11:14.)
  Jehová: Nombre de Jesús en el Antiguo Testamento. (Compárese Mormón 3:22 con Moroni 10:34; “Guía para el Estudio de las Escrituras” de El Libro de Mormón.)
  Trinidad: Divinidad formada por tres personas espirituales distintas: el Padre y el Hijo, de carne y hueso, y el Espíritu Santo. (Alma 11:44; 3 Nefi 11:27.)
  Adán: Ayudante de Jesús en la creación. Brigham Young afirmó: “Nuestro padre Adán entró en el jardín de Edén [...] y llevó a Eva, una de sus esposas. [...] Él es nuestro Padre y nuestro Dios”. (Journal of Discourses, volumen I, página 50, edición de 1854.) Después de pecar, Adán se convirtió en el primer cristiano de la Tierra. (La perla de gran precio, Moisés 6:64-66; Ensign, enero de 1994, página 11.) Él es “el Anciano de Días” (Doctrina y Convenios 116) y el padre físico literal de Jesús. (Journal of Discourses, volumen I, página 51.)
  Miguel: Otro nombre de Adán, el arcángel. (Doctrina y Convenios 107:54.)
[Recuadro en la página 24]
Discrepancias entre la Biblia y los escritos mormones
  La Biblia: Aunque se desconoce el emplazamiento exacto del jardín de Edén, probablemente se hallaba en Mesopotamia, cerca del río Éufrates. (Génesis 2:11-14.)
  Doctrina y Convenios: El jardín de Edén se hallaba en el condado de Jackson (Misuri, E.U.A.). (Doctrina y Convenios 57, según lo explicó el presidente J. F. Smith.)
  La Biblia: El alma muere. (Ezequiel 18:4; Hechos 3:23.)
  El Libro de Mormón: “El alma nunca podía morir”. (Alma 42:9.)
  La Biblia: Jesús nació en Belén. (Mateo 2:1-6.)
  El Libro de Mormón: Jesús nacería en Jerusalén. (Alma 7:10.)
  La Biblia: Jesús fue concebido por espíritu santo. (Mateo 1:20.)
  Journal of Discourses: Jesús no fue concebido por espíritu santo. Fue concebido en la carne al tener Adán relaciones sexuales con María. (Journal of Discourses, tomo I, páginas 50-1.)
  La Biblia: La Nueva Jerusalén estará en el cielo. (Revelación [Apocalipsis] 21:2.)
  El Libro de Mormón: La Nueva Jerusalén será terrestre, y la construirán los hombres en Misuri (E.U.A.). (3 Nefi 21:23, 24; Doctrina y Convenios 84:3, 4.)
  La Biblia: Los escritores de la Biblia fueron inspirados para escribir los pensamientos de Dios. (2 Pedro 1:20, 21.)
  El Libro de Mormón: Sus profetas dicen que escribieron según sus propios conocimientos. (1 Nefi 1:2, 3; Jacob 7:26.)
  La Biblia: La Ley mosaica, lo que incluye los diezmos, quedó anulada al morir Jesús. Las contribuciones deben ser voluntarias, no obligadas. (2 Corintios 9:7; Gálatas 3:10-13, 24, 25; Efesios 2:15.)
  Doctrina y Convenios: “En verdad, es un día de [...] requerir el diezmo de mi pueblo, porque el que es diezmado no será quemado en su venida [la del Señor]”. (Doctrina y Convenios 64:23.)
[Recuadro/Fotografía en la página 23]
Los mormones, el nacionalismo y la política
JOSÉ SMITH —profeta, vidente y revelador, según la creencia mormona— también fue alcalde, tesorero, teniente general y candidato a la presidencia de Estados Unidos. Fieles a su ejemplo, muchos mormones son enérgicos activistas políticos. La Iglesia se enorgullece de su legado estadounidense y afirma que Dios dirigió la redacción de la Constitución de Estados Unidos. Brigham Young dijo: “Cuando [...] el Reino de Dios gobierne, la bandera de Estados Unidos ondeará con orgullo impoluta en el asta de la Libertad y la igualdad de derechos, sin mancha alguna”.
  El duodécimo de Los artículos de fe declara: “Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley”. ¿Hasta dónde alcanza su sujeción? Cuando Estados Unidos entró en la I Guerra Mundial, el élder Stephen L. Richards afirmó: “Nadie es más leal al gobierno de Estados Unidos que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”. “Cuando luchemos, venceremos por el poder de Dios”, dijo otro élder.
  El artículo duodécimo también se aplicó al otro lado del campo de batalla. Christine E. King, profesora de la Universidad de Staffordshire, escribió: “A los mormones alemanes se les alentó a tomar las armas por su país y a orar por su victoria”. La Iglesia alegó que no estaban luchando contra sus hermanos mormones de Gran Bretaña o Estados Unidos, sino contra representantes de esos gobiernos. “Tal distinción, aunque obvia, sirvió para disipar las dudas morales y religiosas de los mormones alemanes.”
  Cuando Hitler subió al poder, la política mormona de apoyo incondicional continuó. “Los nazis no encontraron ninguna resistencia ni atisbo de crítica en los mormones”, escribió la profesora King. El énfasis que ponía la doctrina mormona en la pureza racial y el patriotismo le fue muy útil a la Iglesia. Para muchos mormones, “los vínculos que existían entre su fe y la política del Tercer Reich, eran claros”. Hubo varios mormones que se atrevieron a oponerse a Hitler, pero no recibieron ningún apoyo de los dirigentes de su religión. “La Iglesia era patriótica y leal, y condenaba cualquier ataque al gobierno nazi.” La Iglesia incluso excomulgó con carácter póstumo a un disidente después que los nazis lo hubieron ejecutado.
  Qué diferente la postura de aquellos a quienes El Libro de Mormón alaba en Alma 26:32: “Prefieren sacrificar sus vidas antes que arrebatar la vida aun a su enemigo; y han enterrado sus armas de guerra profundamente en la tierra a causa de su amor por sus hermanos”.
  Jesús razonó con Pilato: “Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos”. (Juan 18:36, Reina-Valera, 1960.) Si sus discípulos no debían tomar las armas para defender al propio Hijo de Dios, mucho menos lo harían en una guerra entre gobiernos. Es más, tenían que amar a sus enemigos. (Mateo 5:44; 2 Corintios 10:3, 4.)
  Hoy en día hay cristianos verdaderos que han mantenido estricta neutralidad individualmente y como grupo. El libro Mothers in the Fatherland (Madres en la patria) dice: “Desde sus inicios los testigos de Jehová se habían mantenido firmes en su postura de permanecer separados de todos los estados”. Por consiguiente, durante el reinado de terror de Hitler “prácticamente todos ellos se negaron rotundamente a prestar cualquier tipo de obediencia al estado nazi”.
  Aunque miles de ellos sufrieron martirio, los testigos de Jehová tomaron a pecho las palabras de Jesús: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. (Juan 13:35, RV).
[Nota]
Dicho disidente, llamado Helmut Hübener, fue rehabilitado en 1948.

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