¿Enseñó
la iglesia primitiva que Dios sea una Trinidad?
Parte
1—¿Enseñaron Jesús y sus discípulos la doctrina de la Trinidad?
¿Enseñaron Jesús y sus
discípulos la doctrina de la Trinidad? ¿La enseñaron líderes
eclesiásticos de los siglos subsiguientes? ¿Qué origen tiene? ¿Y
por qué es importante saber la verdad sobre esta creencia? A partir
de la Parte 1 en este número, La Atalaya considerará
estas preguntas en una serie de artículos. Otros artículos de la
serie aparecerán periódicamente en números posteriores.
LOS que aceptan la Biblia
como la Palabra de Dios reconocen que tienen la responsabilidad de
enseñar a otros acerca del Creador. También comprenden que lo que
comunican como enseñanza acerca de Dios tiene que ser verídico.
Dios reprendió a los
“consoladores” de Job por no hacer eso. “Jehová procedió a
decir a Elifaz el temanita: ‘Mi cólera se ha enardecido contra ti
y tus dos compañeros, porque ustedes no han hablado acerca de mí lo
que es verídico, como mi siervo Job’.” (Job 42:7.)
El apóstol Pablo, al
tratar de la resurrección, dijo que se nos ‘hallaría falsos
testigos de Dios’ si enseñáramos algo incierto sobre las
actividades de Dios. (1 Corintios 15:15.) Si esa es la realidad
tocante a la enseñanza de la resurrección, ¡cuánto cuidado
debemos tener con relación a enseñar quién es Dios!
La
doctrina de la Trinidad
Casi toda iglesia de la
cristiandad enseña que Dios es una Trinidad.
The Catholic
Encyclopedia dice que la enseñanza de la Trinidad es “la
doctrina central de la religión cristiana”, y la define así:
“En la unidad de la
Divinidad hay Tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
y estas Tres Personas son verdaderamente distintas una de otra.
Así,
en las palabras del Credo de Atanasio: ‘el Padre es Dios, el Hijo
es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo no hay tres
Dioses, sino un solo Dios’. [...]
Las Personas son coeternas y
coiguales: todas son igualmente increadas y omnipotentes”1.
The Baptist
Encyclopædia da una definición parecida. Dice:
“[Jesús] es [...]
el eterno Jehová [...] El Espíritu Santo es Jehová [...]
Se pone al Hijo y al Espíritu en exacta igualdad con el Padre. Si él
es Jehová, ellos también lo son”2.
Anatemas
pronunciados contra los opositores
En 325 E.C. un
concilio de obispos reunido en Nicea, Asia Menor, formuló un credo
que declaró que el Hijo de Dios era “verdadero Dios”, tal como
el Padre era “verdadero Dios”. Parte de ese credo decía:
“Mas a los que afirman:
Hubo un tiempo en que [el Hijo] no fué y que antes de ser engendrado
no fué, y que fué hecho de la nada, o los que dicen que es de otra
hipóstasis o de otra sustancia o que el Hijo de Dios es cambiable o
mudable, los anatematiza la Iglesia Católica”3.
De modo que a cualquiera
que creyera que el Hijo de Dios no era coeterno con el Padre o que el
Hijo había sido creado se le entregaba a la condenación eterna. Uno
puede imaginarse cuánto presionaba aquello a la mayoría de los
creyentes comunes para que se amoldaran a aquellas ideas.
En el año 381 E.C.
se convocó otro concilio en Constantinopla, y este declaró que
había que adorar y glorificar al espíritu santo tal como al Padre y
al Hijo. Un año después —en 382 E.C.— otro sínodo se
reunió en Constantinopla y sostuvo la divinidad plena del espíritu
santo4. Aquel mismo año, ante un concilio celebrado en
Roma, el papa Dámaso presentó una serie de enseñanzas que la
iglesia había de condenar. El documento, llamado el Tomo de Dámaso,
incluía las declaraciones que a continuación se citan.
“Si alguno no dijere
que el Padre es siempre, que el Hijo es siempre y que el Espíritu
Santo es siempre, es hereje.”
“Si alguno no dijere
verdadero Dios al Hijo de Dios, como verdadero Dios a [su] Padre [y]
que todo lo puede y que todo lo sabe y que es igual al Padre, es
hereje.”
“Si alguno no dijere
que el Espíritu Santo [...] es [...] verdadero Dios, [...]
lo puede todo y todo lo sabe [...], es hereje.”
“Si alguno no dijere
ser tres personas verdaderas: la del Padre, la del Hijo y la del
Espíritu Santo, iguales, siempre vivientes, que todo lo contienen,
lo visible y lo invisible, que todo lo pueden, [...] es hereje.”
“Si alguno dijere que
[el Hijo] constituído en la carne cuando estaba en la tierra, no
estaba en los cielos con el Padre, es hereje.”
“Si alguno, al llamar
Dios al Padre, Dios al Hijo de Aquél, y Dios al Espíritu Santo, los
llama dioses [...] y no [...] una sola divinidad [...],
es hereje”5.
Varios eruditos jesuitas,
en su traducción del tomo del latín al inglés, añadieron el
comentario: “Parece que el papa San Celestino I (422-432)
consideró ley esos cánones; estos pueden considerarse definiciones
de fe”6. Y el erudito Edmund J. Fortman afirma que
el tomo representa una “doctrina trinitaria bien fundada y
poderosa”7.
Si usted es miembro de
una iglesia que acepta la enseñanza de la Trinidad, ¿definen su fe
esas declaraciones? ¿Y se da cuenta de que el creer en la doctrina
de la Trinidad según la enseñan las iglesias requiere que usted
crea que Jesús estaba en el cielo al mismo tiempo que estaba en la
Tierra? Esta enseñanza es parecida a lo que declaró Atanasio,
eclesiástico del siglo IV, en su libro La encarnación del
verbo:
“Él [el Verbo,
Jesús,] no estaba encerrado en el cuerpo, ni estaba en el cuerpo sin
estar en otra parte. Ni él movía a aquél, mientras el universo
estaba vacío de su energía y providencia. [...] Daba vida
igualmente a todas las cosas y a la vez nacía en todos y estaba
fuera de todos”8.
Lo
que significa la doctrina de la Trinidad
Algunos han concluido que
el simplemente atribuir deidad o divinidad a Jesús es todo lo que
significa la enseñanza de la Trinidad. Para otros, creer en la
Trinidad significa sencillamente creer en el Padre, el Hijo y el
espíritu santo.
No obstante, un examen
detallado de los credos de la cristiandad expone lo lamentablemente
inadecuadas que son esas ideas con relación a la doctrina formal.
Las definiciones oficiales dejan claro que la doctrina de la Trinidad
no es una idea sencilla. En vez de eso, es un conjunto complejo de
distintas ideas que han sido juntadas durante largo tiempo y
entrelazadas unas con otras.
Basándonos en la
descripción de la doctrina de la Trinidad que se presentó después
del Concilio de Constantinopla en 381 E.C., en el Tomo de Dámaso
de 382 E.C., en el Credo de Atanasio que vino algún tiempo
después, y en otros documentos, podemos determinar con claridad lo
que quiere decir la cristiandad con la doctrina de la Trinidad.
Abarca las siguientes ideas específicas:
1. Se dice que hay tres
personas divinas —el Padre, el Hijo y el espíritu santo— en la
Divinidad.
2. Se dice que cada una
de estas personas distintas es eterna, que ninguna viene antes ni
después de las otras en el tiempo.
3. Se dice que cada una
es todopoderosa, que ninguna es mayor ni menor que las otras.
4. Se dice que cada una
es omnisciente, que todo lo sabe.
5. Se dice que cada una
es verdadero Dios.
6. Con todo, se dice que
no hay tres Dioses, sino un solo Dios.
Está claro que la
doctrina de la Trinidad es un conjunto complejo de ideas que abarca
por lo menos los elementos esenciales ya indicados e implica otros,
como revela un examen de los detalles. Pero si consideramos solo las
ideas básicas ya enumeradas es patente que, si se elimina alguna de
ellas, lo que resta ya no es la Trinidad de la cristiandad. Para
tener el cuadro completo, todas esas partes tienen que estar
presentes.
Ahora que entendemos
mejor el término “Trinidad”, podemos preguntar: ¿La enseñaron
Jesús y sus discípulos? Si así fue, debe haber aparecido en forma
completa en el primer siglo de nuestra era común. Y puesto que lo
que ellos enseñaron se encuentra en la Biblia, entonces la doctrina
de la Trinidad o es una enseñanza bíblica o no lo es. Si lo es,
debería enseñarse claramente en la Biblia.
No es razonable pensar
que Jesús y sus discípulos enseñaran a la gente acerca de Dios y
sin embargo no le dijeran quién es Dios, especialmente si se
requería que algunos creyentes hasta dieran la vida por Dios. Por lo
tanto, Jesús y sus discípulos deberían haber dado prioridad a
enseñar a otros esta doctrina esencial.
Examine
las Escrituras
En el capítulo 17
de Hechos, versículo 11, se dice que ciertas personas eran ‘de
disposición noble’ porque “examinaban con cuidado las
Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas [cosas que
enseñaba el apóstol Pablo] eran así”. Se las animó a
usar las Escrituras para confirmar las enseñanzas hasta de un
apóstol. Usted debe hacer lo mismo.
Tenga presente que las
Escrituras son ‘inspiradas de Dios’ y han de usarse para
“rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el
hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente
equipado para toda buena obra”. (2 Timoteo 3:16, 17.) De modo
que la Biblia está completa en asuntos doctrinales. Si la doctrina
de la Trinidad es verdadera, debe estar en ella.
Invitamos al lector a
buscar en la Biblia, especialmente en los 27 libros de las
Escrituras Griegas Cristianas, para ver por sí mismo si Jesús y sus
discípulos enseñaron una Trinidad. Mientras busca, pregúntese:
1. ¿Puedo hallar algún
texto bíblico que mencione la “Trinidad”?
2. ¿Puedo encontrar
algún texto bíblico que diga que Dios se compone de tres personas
distintas: Padre, Hijo y espíritu santo, pero que las tres son un
solo Dios?
3. ¿Puedo hallar algún
texto bíblico que diga que el Padre, el Hijo y el espíritu santo
son iguales en todo aspecto, como en eternidad, poder, posición y
sabiduría?
Por más que busque, no
encontrará ningún texto bíblico que use la palabra Trinidad, ni
hallará uno que diga que el Padre, el Hijo y el espíritu santo son
iguales en todo aspecto, como en eternidad, poder, posición y
sabiduría. Ni siquiera un texto bíblico dice que el Hijo sea igual
al Padre en esos aspectos... y si hubiera tal texto, no establecería
una Trinidad, sino —a lo más— una “dualidad”. En ninguna
parte de la Biblia se pone al espíritu santo en igualdad con el
Padre.
Lo
que dicen muchos eruditos
Muchos eruditos, incluso
trinitarios, reconocen que la Biblia no contiene la doctrina misma de
una Trinidad. Por ejemplo, The Encyclopedia of Religion
declara:
“Exegetas y teólogos
hoy concuerdan en que la Biblia hebrea no contiene una doctrina de la
Trinidad [...] Aunque la Biblia hebrea describe a Dios como el
padre de Israel y emplea personificaciones de Dios, tales como
Palabra (davar), Espíritu (ruah),
Sabiduría (hokhmah) y Presencia (shekhinah), el
correlacionar estos conceptos con la doctrina trinitaria posterior
iría más allá de la intención y el espíritu del Antiguo
Testamento.
”Además, exegetas y
teólogos reconocen que el Nuevo Testamento tampoco contiene una
doctrina explícita de la Trinidad. Dios Padre es fuente de todo lo
que existe (Pantokrator) y también el padre de Jesucristo; ‘Padre’
no es un título para la primera persona de la Trinidad, sino un
sinónimo de Dios. [...]
”En el Nuevo Testamento
no hay ninguna conciencia reflexiva de la naturaleza metafísica de
Dios (‘trinidad inmanente’) ni contiene el Nuevo Testamento el
lenguaje técnico de la doctrina posterior (hupostasis, ousia,
substantia, subsistentia, prosōpon, persona). [...]
Es indiscutible que la doctrina no puede establecerse sobre pruebas
bíblicas solamente”9.
Respecto a los hechos
históricos de esta cuestión, The New Encyclopædia Britannica
dice:
“Ni la palabra Trinidad
ni la doctrina explícita aparecen en el Nuevo Testamento [...]
”La doctrina se
desarrolló gradualmente en el transcurso de varios siglos y en medio
de muchas controversias. [...]
”No fue sino hasta el
siglo IV cuando la distinción de las tres y su unidad fueron
juntadas en una sola doctrina ortodoxa de una esencia y tres
personas”10.
La New Catholic
Encyclopedia hace una declaración parecida respecto al origen de
la Trinidad:
“Exegetas y teólogos
bíblicos, entre ellos una cantidad constantemente creciente de
católicos romanos, reconocen que no se debe hablar de trinitarismo
en el Nuevo Testamento sin seria reserva. En estrecho paralelo,
historiadores del dogma y teólogos sistemáticos también reconocen
que cuando se habla de trinitarismo pleno se pasa del período de los
orígenes del cristianismo a, digamos, la última cuarta parte del
siglo IV. Fue solo entonces cuando lo que pudiera llamarse el
dogma trinitario definitivo de ‘un solo Dios en tres Personas’
llegó a asimilarse por completo en la vida y el pensamiento
cristianos. [...]
”La fórmula misma no
refleja la conciencia inmediata del período de los orígenes; fue
producto de tres siglos de desarrollo doctrinal”11.
¿Se
“da a entender”?
Quizás los trinitarios
digan que la Biblia “da a entender” una Trinidad. Pero esa
alegación se hace mucho después de haberse escrito la Biblia. Es un
intento de atribuir a la Biblia lo que los clérigos de tiempos
posteriores decidieron arbitrariamente que debería ser doctrina.
Pregúntese: ¿Por qué
debería ser que la Biblia solo ‘diera a entender’ su enseñanza
más importante: quién es Dios? La Biblia se expresa claramente en
cuanto a otras enseñanzas básicas; ¿por qué no con relación a
esta, la más importante? ¿No podría el Creador del universo
producir un libro que mostrara claramente que él es una Trinidad si
eso fuera un hecho?
La razón por la cual la
Biblia no enseña claramente la doctrina de la Trinidad es sencilla:
no es una enseñanza bíblica. Si Dios fuera una Trinidad, sin duda
lo habría dado a conocer claramente, de modo que Jesús y sus
discípulos pudieran enseñarlo a otros. Y esa información esencial
se habría incluido en la Palabra inspirada de Dios. No se habría
dejado para que fuera objeto de contienda entre hombres imperfectos
siglos después.
Cuando examinamos los
textos bíblicos que los trinitarios presentan como prueba de que la
Biblia “da a entender” una Trinidad, ¿qué hallamos? Una
evaluación honrada revela que los textos que se presentan no
tratan de la Trinidad de la cristiandad. En vez de eso, ciertos
teólogos tratan de forzar en los textos sus ideas preconcebidas de
una Trinidad. Pero esas ideas no están en los textos bíblicos. De
hecho, esas ideas trinitarias están en pugna con el testimonio
claro de la Biblia en conjunto.
Un ejemplo de ese tipo de
textos es Mateo 28:19, 20. Ahí se mencionan juntos al Padre, el
Hijo y el espíritu santo. Algunos afirman que eso da a entender una
Trinidad. Pero lea los versículos usted mismo. ¿Hay algo en esos
textos que diga que los tres son un solo Dios, iguales en eternidad,
poder, posición y sabiduría? No, no lo hay. Lo mismo pasa en el
caso de otros textos que mencionan a los tres juntos.
En cuanto a los que creen
que el uso de “nombre” en singular al aludir al Padre, el Hijo y
el espíritu santo en Mateo 28:19, 20 da a entender una
Trinidad, sírvase comparar con eso el uso de “nombre”, en
singular, al aludir a Abrahán e Isaac en Génesis 48:16
(Reina-Valera, 1977; Traducción del Nuevo Mundo de las
Santas Escrituras).
Los trinitarios también
señalan a Juan 1:1 en algunas versiones, donde se dice que “el
Verbo” estaba “con Dios” y era “Dios”. Pero otras
traducciones de la Biblia dicen que la Palabra o el Verbo era “un
dios” o era “divino”, sin querer decir necesariamente Dios,
sino alguien poderoso. Además, ese versículo bíblico dice que “la
Palabra” (o “el Verbo”) estaba “con” Dios. Eso
razonablemente lo excluiría de ser ese mismo Dios. Y sin importar la
conclusión a que se llegue respecto a “la Palabra” (o “el
Verbo”), el hecho es que en Juan 1:1 solo se mencionan dos
personas, no tres. Una y otra vez, cuanto texto se usa para tratar de
apoyar la doctrina de la Trinidad fracasa completamente en cuanto a
ello cuando se examina honradamente.
Otro factor que debe
considerarse es este: Si Jesús y sus discípulos hubieran enseñado
la doctrina de la Trinidad, entonces sin duda eclesiásticos
destacados que existieron inmediatamente después de ellos también
la habrían enseñado. Pero ¿enseñaron aquellos hombres —llamados
hoy padres apostólicos— la doctrina de la Trinidad? Esta pregunta
se considerará en la Parte 2 de esta serie, en un número
posterior de La Atalaya.
Referencias
1. The
Catholic Encyclopedia,
1912, tomo XV, página 47.
2. The
Baptist Encyclopædia,
edición preparada por William Cathcart, 1883, páginas 1168, 1169.
3. El
Magisterio de la Iglesia,
por Enrique Denzinger (traducción directa de los textos originales
por Daniel Ruiz Bueno), 1963, páginas 23, 24.
4. A
Short History of Christian Doctrine,
por Bernhard Lohse, edición de 1980, páginas 64, 65.
5. El
Magisterio de la Iglesia,
por Enrique Denzinger (traducción directa de los textos originales
por Daniel Ruiz Bueno), 1963, páginas 28, 29.
6. The
Church Teaches,
edición traducida al inglés y preparada por John F. Clarkson,
S.J., John H. Edwards, S.J., William J. Kelly, S.J., y John
J. Welch, S.J., 1955, página 125.
7. The
Triune God,
por Edmund J. Fortman, edición de 1982, página 126.
8. Atanasio.
La encarnación del verbo,
traducción del griego al español por José C. Fernández Sahelices,
1989, página 59.
9. The
Encyclopedia of Religion,
Mircea Eliade, jefe de redacción, 1987, tomo 15, página 54.
10. The New
Encyclopædia Britannica, 15.a edición, 1985, tomo
11, Micropædia, página 928.
11. New Catholic
Encyclopedia, 1967, tomo XIV, página 295.
[Nota a pie de página]
Para una consideración
más completa de esos textos bíblicos, véase el folleto ¿Debería
creer usted en la Trinidad?, publicado por Watchtower Bible and
Tract Society of New York, Inc.
[Fotografía
en la página 19]
Iglesia
en Tagnon, Francia
¿Enseñó
la iglesia primitiva que Dios sea una trinidad?
Parte
2—¿Enseñaron los padres apostólicos la doctrina de la Trinidad?
En La Atalaya del
1 de noviembre de 1991, la Parte 1 de esta serie consideró si Jesús
y sus discípulos enseñaron o no la doctrina de la Trinidad... la
idea de que el Padre, el Hijo y el espíritu santo fueran tres
personas en igualdad como un solo
Dios. La prueba clara procedente de la Biblia, de historiadores y
hasta de teólogos indica que no la enseñaron. ¿Qué se
puede decir de los líderes eclesiásticos que les siguieron
poco después? ¿Enseñaron estos una Trinidad?
Padres
Apostòlicos” es la denominación que se usa para los eclesiásticos
que escribieron sobre el cristianismo a fines del primer siglo y
principios del segundo de nuestra era común. Entre ellos estuvieron
Clemente de Roma, Ignacio, Policarpo, Hermas y Papías.
Se dice que fueron
contemporáneos de algunos de los apóstoles. Según eso, deben haber
estado familiarizados con las enseñanzas apostólicas. Respecto a lo
que escribieron esos hombres, The New Encyclopædia Britannica
dice:
“Considerados en
conjunto, los escritos de los Padres Apostólicos son históricamente
más valiosos que toda otra literatura cristiana fuera del Nuevo
Testamento”1.
Si los apóstoles
enseñaron la doctrina de la Trinidad, entonces esos padres
apostólicos deben haberla enseñado también. Esa doctrina debe
haberse destacado en su enseñanza, pues nada era más importante que
decir a la gente quién era Dios. Entonces, ¿enseñaron ellos la
doctrina de la Trinidad?
Una
declaración temprana de fe
Una de las declaraciones
extrabíblicas más tempranas de fe cristiana se halla en un libro de
16 capítulos cortos conocido como la Didajé, o Enseñanza
de los Doce Apóstoles. Algunos historiadores afirman que data de
antes o cerca del año 100 E.C. Se desconoce su autor2.
La Didajé trata
sobre lo que tendría que saber el que quisiera hacerse cristiano. En
su capítulo 7 prescribe el bautismo “en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo”, las mismas palabras que usó Jesús en
Mateo 28:193. Pero no dice nada de que los tres sean
iguales en eternidad, poder, puesto y sabiduría. En su capítulo 10,
la Didajé contiene la siguiente confesión de fe en forma de
oración:
“Te damos gracias,
Padre santo, por tu santo Nombre, que hiciste morar en nuestros
corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos
diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria
por los siglos. Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por
causa de tu nombre [...] Mas a nosotros nos hiciste gracia de
comida y bebida espiritual y de vida eterna por tu siervo [Jesús]”4.
Ahí no se dice nada de
una Trinidad. En The Influence of Greek Ideas on Christianity
(La influencia de las ideas griegas en el cristianismo), Edwin Hatch
cita el pasaje precedente y luego dice:
“En la esfera original
del cristianismo no parece que haya habido gran adelanto desde estos
conceptos sencillos. La doctrina en que se hizo hincapié fue: que
Dios existe, que es uno solo, que es todopoderoso y eterno, que hizo
al mundo, que Su misericordia está sobre todas Sus obras. No había
afición a la discusión metafísica”5.
Clemente
de Roma
Clemente de Roma, de
quien se dice que fue “obispo” de esa ciudad, es otra fuente
temprana de escritos sobre el cristianismo. Se cree que murió
alrededor de 100 E.C. En el material que supuestamente escribió,
él no menciona una Trinidad, ni directa ni indirectamente. La Carta
primera de San Clemente a los Corintios declara:
“Que la gracia y la paz
se multipliquen entre vosotros de parte de Dios omnipotente por
mediación de Jesucristo”.
“Los Apóstoles nos
predicaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo; Jesucristo
fué enviado de Dios. En resumen, Cristo de parte de Dios, y los
Apóstoles de parte de Cristo”.
“Por lo demás, el Dios
que todo lo ve, el Dueño de los espíritus y Señor de toda carne,
el que escogió al Señor Jesucristo y a nosotros por Él para pueblo
peculiar suyo, conceda a toda alma que invoca su magnífico y santo
nombre, fe, amor, paz, paciencia, longanimidad”6.
Clemente no dice que
Jesús ni el espíritu santo sean iguales a Dios. Presenta al Dios
que todo lo puede (no lo llama solo “Padre”) como un ser
diferente del Hijo. Alude a Dios como superior, puesto que Cristo es
“enviado” de Dios, y Dios “escogió” a Cristo. Clemente
muestra que Dios y Cristo son dos personajes distintos y desiguales,
al decir:
“Con constante oración
y súplica pediremos al Hacedor de todas las cosas, conserve íntegro
el número contado de sus escogidos en todo el mundo, por su amado
Hijo y Siervo, Jesucristo [...] Para conocerte a Ti [Dios], el
solo Altísimo en las alturas [...] Tú sólo eres el bienhechor
de los espíritus y Dios de toda carne”.
“Conozcan todos los
pueblos que Tú eres el solo Dios, y Jesucristo tu Hijo y Siervo”7.
Clemente llama a Dios
“Altísimo” (no solo “Padre”), y se refiere a Jesús como el
“Hijo” de Dios. También señala tocante a Jesús: “Él, que,
siendo el esplendor de su grandeza, es tanto mayor que los ángeles
cuanto ha heredado nombre más excelente”8. Jesús
refleja el esplendor de Dios, pero no lo iguala; tal como la Luna
refleja la luz solar, pero no iguala a la fuente de esa luz: el Sol.
Si el Hijo de Dios fuera
igual a Dios —quien es el Padre celestial—, habría sido
innecesario que Clemente dijera que Jesús era mayor que los ángeles,
ya que eso habría sido obvio. Y sus palabras muestran que reconoce
que aunque el Hijo es mayor que los ángeles es inferior al Dios que
todo lo puede.
El punto de vista de
Clemente es muy claro: El Hijo es inferior al Padre y está en
posición secundaria respecto a él. Clemente nunca vio a Jesús como
parte de una divinidad con el Padre. Muestra que el Hijo depende del
Padre, es decir, de Dios, y dice claramente que el Padre es ‘el
solo Dios’, que no comparte Su posición con nadie. Y en ningún
lugar iguala Clemente el espíritu santo a Dios. Por consiguiente, no
hay ninguna Trinidad en los escritos de Clemente.
Ignacio
Ignacio, un obispo de
Antioquía, vivió como desde mediados del siglo I E.C.
hasta principios del siglo II. Si suponemos que todos los
escritos que se le atribuyen son auténticos, en ninguno de ellos hay
igualdad entre el Padre, el Hijo y el espíritu santo.
Aunque Ignacio hubiera
dicho que el Hijo era igual al Padre en eternidad, poder, posición y
sabiduría, todavía no habría una Trinidad, pues no dijo en ningún
lugar que el espíritu santo fuera igual a Dios en esos aspectos.
Pero Ignacio no dijo que el Hijo fuera igual a Dios el Padre de esas
maneras ni de ninguna otra. En vez de eso, mostró que el Hijo está
sujeto a Aquel que es superior, el Dios Todopoderoso.
Ignacio llama al Dios
Todopoderoso “el único Dios verdadero, el no engendrado e
inaccesible, el Señor de todo, el Padre y Engendrador del Hijo
unigénito”, lo cual indica la distinción entre Dios y Su Hijo9.
Habla del “Dios Padre y [...] Jesucristo”10. Y
declara: “Existe un único Dios, el cual se ha manifestado por
medio de su Hijo Jesucristo”11.
Ignacio señala que el
Hijo no era eterno como persona, sino que había sido creado, pues
pone estas palabras en boca del Hijo: “El Señor [Dios
Todopoderoso] me creó principio de sus caminos”12.
También Ignacio dijo: “Uno solo es el Dios del universo, el Padre
de Cristo, de quien todo procede; uno nuestro Señor Jesucristo,
el Unigénito hijo de Dios, Señor de todas las cosas, por el
cual todo ha sido hecho”13. También escribe:
“El Espíritu Santo no
habla Sus propias cosas, sino las de Cristo, [...] tal como el
Señor también nos anunció las cosas que recibió del Padre. Pues,
dice Él [el Hijo], ‘la palabra que ustedes oyen no es Mía, sino
del Padre, quien Me envió’”14.
“Hay un solo Dios, el
cual se manifestó a sí mismo por medio de Jesucristo, su hijo, que
es Palabra suya, que procedió del silencio, y de todo en todo agradó
a Aquel [Dios] que le había enviado. [...] Jesucristo está
sometido [...] a su Padre”15.
Es cierto que Ignacio
llama al Hijo “el Dios Verbo”. Pero el uso del término “Dios”
para referirse al Hijo no significa necesariamente que él sea igual
al Dios Todopoderoso. La Biblia también llama “Dios” al Hijo en
Isaías 9:6. En Juan 1:18 se llama “el dios unigénito” al Hijo.
El Hijo, dotado de poder y autoridad por Jehová Dios, el Padre,
podía ser calificado apropiadamente de “poderoso”, que es lo que
“dios” básicamente significa. (Mateo 28:18; 1 Corintios
8:6; Hebreos 1:2.)
No obstante, ¿se aceptan
como auténticas las 15 cartas que se atribuyen a Ignacio? En
The Ante-Nicene Fathers, tomo I, los editores Alexander
Roberts y James Donaldson declaran:
“Ahora la opinión
general de los críticos es que las primeras ocho de estas supuestas
cartas ignacianas son espurias. Contienen en sí pruebas indudables
de que son producto de una época posterior [...] y ahora se
descartan de común acuerdo como falsificaciones”.
“De las siete Epístolas
que reconoce Eusebio [...], tenemos dos recensiones griegas (una
corta y una larga). [...] Aunque la forma corta [...] se había
aceptado generalmente y preferido a la larga, todavía había entre
los eruditos la opinión bastante extendida de que ni siquiera esa
podía considerarse absolutamente libre de interpolaciones, o que
fuera de autenticidad indudable”16.
Si aceptamos como genuina
la versión corta de sus escritos, esta elimina algunas frases (de la
versión larga) que muestran que Cristo está subordinado a Dios,
pero lo que queda en la versión corta todavía no muestra una
Trinidad. Y prescindiendo de cuáles de sus escritos sean genuinos,
a lo más muestran que Ignacio creyó en una dualidad de Dios y su
Hijo. Esa de ninguna manera sería una dualidad de iguales, pues al
Hijo siempre se le presenta como inferior a Dios y subordinado a él.
Por lo tanto, prescindiendo de cómo vea uno los escritos ignacianos,
en ellos no se halla una doctrina de la Trinidad.
Policarpo
Policarpo de Esmirna
nació en el último tercio del primer siglo y murió a mediados del
segundo. Se dice que estuvo en comunicación con el apóstol Juan y
que escribió la Carta de Policarpo a los Filipenses.
¿Había algo en el
escrito de Policarpo que señalara a una Trinidad? No; no hay ninguna
mención de ella. En realidad lo que él dice concuerda con lo que
enseñaron Jesús, sus discípulos y sus apóstoles. Por ejemplo,
Policarpo dijo en su Carta:
“Que el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, y el mismo [...] Hijo de Dios,
Jesucristo, os edifique en la fe, en la verdad”17.
Note que, al igual que
Clemente, Policarpo no habla de una relación trinitaria del “Padre”
y el “Hijo” como iguales en una divinidad. En vez de eso, habla
sobre “el Dios y Padre” de Jesús, no solo del ‘Padre de
Jesús’. Así que distingue entre Dios y Jesús, tal como lo hacen
muchas veces los escritores de la Biblia. Pablo dice en 2 Corintios
1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
No dice sencillamente: ‘Bendito sea el Padre de Jesús’, sino:
“Bendito sea el Dios y Padre” de Jesús.
Además, Policarpo dice:
“Paz de Dios todopoderoso y de Jesucristo nuestro Salvador”18.
Ahí de nuevo Jesús es diferente del Dios que todo lo puede, no una
persona de una Divinidad trina y una con igualdad establecida.
Hermas
y Papías
Otro de los padres
apostólicos es Hermas, quien escribió en la primera parte del siglo
segundo. En su obra El Pastor, ¿dice algo que llevara a uno a
creer que para él Dios fuera una Trinidad? Note ejemplos de lo que
dijo:
“Ni cuando algún
hombre desee que hable, habla el espíritu santo; sino que entonces
habla cuando Dios quiere que hable. [...] Dios plantó la viña,
a saber, creó al pueblo y lo entregó a su Hijo. El Hijo, a su vez,
puso a sus ángeles sobre ellos, para que los conservasen”19.
“El Hijo de Dios es
seguramente anterior a toda su creación”20.
Ahí Hermas dice que
cuando Dios (no simplemente el Padre) desea que el espíritu hable,
este habla, lo cual revela que Dios es superior al espíritu. Y dice
que Dios entregó la viña a su Hijo, lo cual indica que Dios es
superior al Hijo. También declara que el Hijo de Dios es anterior a
sus criaturas —las del Hijo—, es decir, las que el Hijo de Dios
creó como el Obrero Maestro de Dios, “porque por medio de él
todas las otras cosas fueron creadas en los cielos y sobre la
tierra”. (Colosenses 1:15, 16.) La realidad es que el Hijo no
es eterno. Fue creado como criatura celestial de alto rango, antes
que las demás criaturas celestiales —como los ángeles— que
fueron creadas por medio de él.
J. N. D. Kelly,
en su libro Early Christian Doctrines (Doctrinas cristianas
primitivas), escribe acerca del punto de vista de Hermas sobre el
Hijo de Dios:
“En varios pasajes
leemos sobre un ángel que es superior a los seis ángeles que
componen el consejo central de Dios, y a quien se describe
regularmente como ‘muy venerable’, ‘santo’ y ‘glorioso’.
Este ángel recibe el nombre de Miguel, y es difícil eludir la
conclusión de que Hermas vio en él al Hijo de Dios y lo igualó al
arcángel Miguel”.
“También hay
prueba [...] de que trató de representar a Cristo como un tipo
de ángel supremo [...] Respecto a una doctrina de la Trinidad
en el sentido estricto, desde luego no hay ninguna señal”21.
También de Papías se
dice que conoció al apóstol Juan. Es probable que él escribiera a
principios del siglo segundo, pero hoy día solo existen fragmentos
de sus escritos. En ellos no dice nada de una doctrina de la
Trinidad.
Enseñanza
consecuente
En cuanto a la supremacía
de Dios y su relación con Jesús, la enseñanza de los padres
apostólicos es razonablemente consecuente con la enseñanza de
Jesús, los discípulos y los apóstoles, según se registra en
la Biblia. Ninguno de ellos dice que Dios sea una Trinidad; más
bien, todos se refieren a él como un Ser distinto, eterno,
todopoderoso, omnisapiente. Y hablan del Hijo de Dios como una
criatura celestial distinta, inferior y subordinada a quien Dios creó
para que Le sirviera para llevar a cabo Su voluntad. Y en ningún
lugar se iguala el espíritu santo a Dios.
Por lo tanto, en esos
escritos de los padres apostólicos que datan de fines del primer
siglo y principios del segundo no hay apoyo para la deidad trinitaria
de la cristiandad. Ellos hablaron de Dios, Jesús y el espíritu
santo tal como lo hace la Biblia. Vea, por ejemplo, Hechos 7:55, 56:
“Él [Esteban], lleno
del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios
y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: ‘Estoy
viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la
diestra de Dios’” (Biblia de Jerusalén, católica).
Esteban recibió una
visión de Dios en el cielo y vio a Jesús de pie al lado de Él. El
Hijo estaba de pie al lado de Aquel a quien no se califica solo de
“Padre”, sino de “Dios”, alguien de identidad completamente
diferente de la de Jesús. Y no hubo ninguna tercera persona
implicada en lo que vio Esteban. No se vio al espíritu santo en el
cielo con Jesús y su Padre.
Eso se parece a lo que
describe Apocalipsis (Revelación) 1:1, que declara: “Revelación
de Jesucristo, que Dios le comunicó” (Cantera-Iglesias,
católica). De nuevo se muestra que el Cristo resucitado en el cielo
es totalmente distinto de Dios, y no se menciona al espíritu santo.
Si Jesús fuera la segunda persona de una Trinidad y lo supiera todo,
¿cómo se le podría ‘comunicar’ una revelación?
Textos bíblicos como
esos demuestran claramente que no existe ninguna Trinidad. Y en
ninguna parte de la Biblia hay un texto que diga que Dios sea una
Trinidad. Los escritos de los padres apostólicos reflejaron eso. No
cabe duda de que no enseñaron la deidad trinitaria de la
cristiandad.
El siguiente grupo
importante de escritos sobre el cristianismo vino posteriormente en
el siglo segundo. Estos escritos son las obras de eclesiásticos
conocidos como apologistas. ¿Enseñaron una Trinidad? En un número
futuro, la Parte 3 de esta serie comentará sobre sus
enseñanzas.
Referencias:
1. The
New Encyclopædia Britannica,
15.a
edición, 1985, Micropædia, tomo 1, página 488.
2. A
Dictionary of Christian Theology,
edición preparada por Alan Richardson, 1969, página 95; The
New Encyclopædia Britannica,
15.a
edición, 1985, Micropædia, tomo 4, página 79.
3. Padres
Apostólicos,
quinta edición, B.A.C., Madrid, 1985, página 84;
introducciones, notas y versión de Daniel Ruiz Bueno.
4. Ibíd.,
página 87.
5. The
Influence of Greek Ideas on Christianity,
por Edwin Hatch, 1957, página 252.
6. Padres
Apostólicos,
páginas 177, 216, 237.
7. Documentos
de la Iglesia primitiva. Los Padres Apostólicos,
ediciones Desclée, de Brouwer, Buenos Aires, 1949, páginas 156-158;
versión, introducciones y notas de Sigfrido Huber.
8. Padres
Apostólicos,
página 211.
9. The
Ante-Nicene Fathers,
Alexander Roberts y James Donaldson, editores, reimpresión
estadounidense de la edición de Edimburgo, 1885, tomo I, página
52.
10. Padres
Apostólicos, página 459.
11. Fuentes
Patrísticas, editorial Ciudad Nueva, Madrid, 1991, tomo 1,
página 133; introducción, traducción y notas de Juan José
Ayán Calvo.
12. Padres
Apostólicos, página 522.
13. Ibíd., página
526.
14. The Ante-Nicene
Fathers, página 53.
15. Padres
Apostólicos, páginas 463, 466.
16. The Ante-Nicene
Fathers, tomo I, páginas 46, 47; Cyclopedia of
Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, por John
McClintock y James Strong, reimpresa por Baker Book House Co., 1981,
tomo IV, páginas 490-493; The Catholic Encyclopedia,
1910, tomo VII, páginas 644-647.
17. Fuentes
Patrísticas, tomo 1, página 227.
18. Ibíd., página
213.
19. Documentos de la
Iglesia primitiva. Los Padres Apostólicos, páginas 428,
444, 445.
20. Ibíd., página
476.
21. Early Christian
Doctrines, por J. N. D. Kelly, segunda edición,
1960, páginas 94, 95.
¿Enseñó
la iglesia primitiva que Dios sea una Trinidad?
Parte
3—¿Enseñaron los apologistas la doctrina de la Trinidad?
La Atalaya, en los
números del 1 de noviembre de 1991 y 1 de febrero de 1992,
demostró que ni Jesús y sus discípulos ni los padres apostólicos
de fines del siglo I y principios del II E.C. enseñaron la doctrina
de la Trinidad. ¿La enseñaron más tarde eclesiásticos del siglo
segundo?
DESDE alrededor de
mediados del siglo segundo de nuestra era común aparecieron varios
eclesiásticos a quienes hoy día se llama apologistas. Ellos
escribieron para defender el cristianismo que conocían contra las
filosofías hostiles que reinaban en el mundo romano de aquel tiempo.
Su obra vino hacia fines, y después, del tiempo de los escritos de
los padres apostólicos.
Entre los apologistas que
escribieron en griego estuvieron Justino Mártir, Taciano,
Atenágoras, Teófilo y Clemente de Alejandría. Tertuliano fue un
apologista que escribió en latín. ¿Enseñaron ellos la Trinidad de
la cristiandad moderna: tres personas coiguales (Padre, Hijo y
Espíritu Santo) en una Divinidad, en la cual cada uno es verdadero
Dios pero sin que haya tres Dioses, sino un solo Dios?
“El
Hijo está subordinado”
El Dr. H. R. Boer,
en su libro A Short History of the Early Church (Breve
historia de la iglesia primitiva), comenta sobre la esencia de la
enseñanza de los apologistas:
“Justino [Mártir]
enseñó que antes de la creación del mundo Dios estaba solo y que
no había ningún Hijo. [...] Cuando Dios quiso crear el
mundo, [...] engendró a otro ser divino para crear el
mundo por él. A este ser divino se le llamó [...] Hijo porque
nació; se le llamó Logos porque se le tomó de la Razón o Mente de
Dios. [...]
”Por consiguiente,
Justino y los demás apologistas enseñaron que el Hijo es una
criatura. Él es una criatura elevada, una criatura suficientemente
poderosa como para crear el mundo, no obstante, una criatura. En
teología a esta relación entre el Hijo y el Padre se le llama
subordinacionismo. El Hijo está subordinado, o sea, es
subalterno al Padre, depende de él y existe por él. Los apologistas
fueron subordinacionistas”1.
En el libro The
Formation of Christian Dogma (La formación del dogma cristiano),
el Dr. Martin Werner dice lo siguiente sobre el entendimiento
más temprano de la relación entre el Hijo y Dios:
“Esa relación se
entendió inequívocamente como que era una de ‘subordinación’,
esto es en el sentido de la subordinación de Cristo a Dios.
Dondequiera que en el Nuevo Testamento se pasa a considerar la
relación entre Jesús y Dios, el Padre, [...] esta se concibe y
representa categóricamente como subordinación. Y el
Subordinacionista más decidido del Nuevo Testamento, según el
registro sinóptico, fue Jesús mismo [...] Esta posición
original, firme y evidente como era, pudo mantenerse por mucho
tiempo. ‘Todos los grandes teólogos prenicenos representaron la
subordinación del Logos a Dios’”2.
De acuerdo con eso,
R. P. C. Hanson, en The Search for the Christian
Doctrine of God (Búsqueda de la doctrina cristiana de Dios),
declara:
“No hay ningún teólogo
de la Iglesia oriental ni de la occidental antes del estallido de la
controversia arriana [en el siglo IV] que no considere que en
algún sentido el Hijo está subordinado al Padre”3.
El Dr. Alvan Lamson,
en The Church of the First Three Centuries (La iglesia de los
primeros tres siglos), añade el siguiente testimonio respecto a la
enseñanza de las autoridades eclesiásticas antes del Concilio de
Nicea (325 E.C.):
“Los Padres antenicenos
por lo general, si no uniformemente, sostuvieron la inferioridad del
Hijo [...] El hecho de que veían que el Hijo era distinto del
Padre se hace patente por la circunstancia de que sostienen
claramente la inferioridad de él. [...] Lo consideraban
distinto y subordinado”4.
Del mismo modo, en el
libro Gods and the One God (Dioses y el único Dios), Robert
M. Grant dice lo siguiente sobre los apologistas:
“La cristología de las
apologías, como la del Nuevo Testamento, es esencialmente
subordinacionista. El Hijo siempre está subordinado al Padre, quien
es el único Dios del Antiguo Testamento. [...] Lo que hallamos
en estos escritores primitivos, pues, no es una doctrina de la
Trinidad [...] Antes de Nicea, la teología cristiana
fue casi universalmente subordinacionista”5.
En la Trinidad que la
cristiandad enseña, el Hijo es igual al Dios Padre en eternidad,
poder, posición y sabiduría. Pero los apologistas dijeron que el
Hijo no era igual al Dios Padre. Consideraron que el Hijo estaba
subordinado. Eso no constituye la enseñanza de la Trinidad.
Reflejo
de la enseñanza del primer siglo
Los apologistas y otros
primitivos Padres de la Iglesia reflejaron en gran medida lo que
enseñaron los cristianos del primer siglo acerca de la relación
entre el Padre y el Hijo. Note cómo se expresa esto en el libro The
Formation of Christian Dogma:
“En la era cristiana
primitiva no hubo ninguna señal de algún tipo de problema o
controversia trinitario, como el que luego ocasionó conflictos
violentos en la Iglesia. La razón de esto indudablemente estriba en
el hecho de que, para el cristianismo primitivo, Cristo era [...]
un ser del elevado mundo angelical celestial, que fue creado y
escogido por Dios para la tarea de traer, al final de las
edades, [...] el Reino de Dios”6.
Además de eso respecto a
la enseñanza de los anteriores Padres de la Iglesia, The
International Standard Bible Encyclopedia admite:
“En el pensamiento más
temprano de la Iglesia, al hablar del Dios Padre se tiende a no
concebirlo primero como el Padre de Jesucristo, sino como la fuente
de todo ser. En consecuencia, el Dios Padre es, por decirlo así,
Dios por excelencia. A Él corresponden descripciones como increado,
inmortal, inmutable, inefable, invisible e ingénito. Es Él quien ha
hecho todas las cosas, entre ellas la materia misma de la creación,
de la nada. [...]
”Esto pudiera parecer
que da a entender que solo el Padre es apropiadamente Dios, y el Hijo
y el Espíritu lo son solo en segundo lugar. Muchas declaraciones
primitivas parecen apoyar esto”7.
Aunque esta enciclopedia
pasa a restar importancia a esas verdades y a alegar que la doctrina
de la Trinidad se aceptó en ese período primitivo, los hechos
desmienten tal alegación. Considere las siguientes palabras del
famoso teólogo y cardenal católico John Henry Newman:
“Reconozcamos que la
Iglesia Primitiva confesó consecuente y uniformemente todo el
círculo de doctrinas, de las cuales es objeto nuestro Señor [...]
Pero ciertamente es diferente en cuanto a la doctrina católica de la
Trinidad. No veo en qué sentido puede decirse que hay un consenso
de [las autoridades eclesiásticas] primitivas a favor de ella [...]
”Los Credos de aquel
tiempo primitivo no mencionan [...] la [Trinidad] en absoluto.
Sí mencionan a Tres; pero el que haya algún misterio en la
doctrina, que los Tres sean Uno, que sean coiguales, coeternos, todos
increados, todos omnipotentes, todos incomprensibles, no se declara,
y nunca podría deducirse de ellos”8.
Lo
que enseñó Justino Mártir
Uno de los primeros
apologistas fue Justino Mártir, quien vivió desde alrededor de 110
hasta 165 E.C. Ninguno de sus escritos existentes menciona a
tres personas coiguales en un solo Dios.
Por ejemplo, según La
Biblia (versión católica de Serafín de Ausejo), Proverbios
8:22-30 dice esto de Jesús en su existencia prehumana: “Yahvéh me
creó al comienzo de su acción, antes que sus obras más antiguas.
[...] Nací cuando no existían los abismos [...] Antes que las
colinas yo nací [...] Allí estuve a su lado [el de Dios] como
arquitecto”. Justino, al considerar esos versículos, dice en su
Diálogo con Trifón:
“Esta descendencia es
engendrada por el Padre antes de todas las criaturas —la palabra lo
ha puesto de manifiesto—; ahora bien, todo el mundo convendrá en
que lo engendrado es numéricamente distinto del que lo engendra”9.
Puesto que el Hijo nació
de Dios, Justino sí usa la expresión “Dios” tocante al Hijo.
Declara en su Apología
I: “El
Padre del universo tiene un Hijo, que, siendo Verbo y primogénito de
Dios, es también Dios”10.
La Biblia también alude al Hijo de Dios mediante el título “Dios”.
En Isaías 9:6 se le llama “Dios Poderoso”. Pero en la Biblia se
llama “dioses” también a ángeles, humanos, dioses falsos y a
Satanás. (Ángeles: Salmo 8:5; compárese con Hebreos 2:6, 7.
Humanos: Salmo 82:6. Dioses falsos: Éxodo 12:12; 1 Corintios
8:5. Satanás: 2 Corintios 4:4.) En las Escrituras Hebreas, la
palabra que se vierte “Dios”, ʼEl,
significa sencillamente “Poderoso” o “Fuerte”. Su equivalente
en las Escrituras Griegas es the·ós.
Además, el término
hebreo que se usa en Isaías 9:6 muestra una distinción clara entre
el Hijo y Dios. Ahí al Hijo se le llama “Dios Poderoso”, ʼEl
Guib·bóhr,
no “Dios Todopoderoso”. Este término en hebreo es ʼEl
Schad·dái
y aplica únicamente a Jehová Dios.
Sin embargo, note que
aunque Justino llama al Hijo “Dios”, nunca dice que el Hijo es
una de tres personas iguales, cada una de las cuales es Dios aunque
las tres forman un solo Dios. Más bien, dice en su Diálogo con
Trifón:
“Es [...] llamado
Dios y Señor [Jesús en su existencia prehumana] otro que está bajo
el Hacedor del universo [el Dios Todopoderoso], y que [el Hijo] se
llama también ángel o mensajero, por ser El [el Hijo] quien anuncia
a los hombres cuanto quiere se les anuncie el Creador de todas las
cosas, por encima del cual no hay otro Dios. [...]
”[El Hijo] es otro que
el Dios creador del universo, otro, digo, numéricamente, no en
sentir y pensamiento”11.
Aparece un pasaje
interesante en la Apología I de Justino, capítulo 6,
donde él defiende a los cristianos de la acusación pagana de que
son ateos. Escribe:
“A El [Dios] y al Hijo,
que de El vino y nos enseñó todo esto, y al ejército de los otros
ángeles buenos que le siguen y le son semejantes, y al Espíritu
profético, le damos culto y adoramos”12.
Un traductor de ese
pasaje, Bernhard Lohse, comenta: “Como si no bastara con que en
esta enumeración se menciona a ángeles como seres que reciben honra
y adoración de los cristianos, Justino no titubea en mencionar a los
ángeles antes de nombrar al Espíritu Santo”13. (Véase
también An Essay on the Development of Christian Doctrine
[Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana]14.)
Así que, aunque Justino
Mártir parece haberse apartado de la doctrina bíblica pura en
relación con quién debe ser objeto de la adoración del cristiano,
es patente que él no consideró que el Hijo fuera igual al Padre,
como tampoco se consideró que los ángeles fueran iguales a Él.
Respecto a Justino, citamos nuevamente de la obra The Church of
the First Three Centuries, del señor Lamson:
“Justino consideró que
el Hijo era distinto de Dios e inferior a él: distinto, no en el
sentido moderno de constituir una de tres hipóstasis, o
personas, [...] sino distinto en esencia y naturaleza; con una
existencia real, sustancial, individual, separada de Dios, de quien
derivó todos sus poderes y títulos; constituido bajo él, y sujeto
en todas las cosas a su voluntad. El Padre es supremo; el Hijo está
subordinado: el Padre es la fuente de poder; el Hijo, el recibidor:
el Padre origina; el Hijo, como ministro o instrumento suyo, ejecuta.
Son dos en número, pero concuerdan, o son uno, en voluntad; la
voluntad del Padre siempre convence al Hijo”15.
Además, Justino no dice
en ninguna parte que el espíritu santo sea una persona igual al
Padre y al Hijo. De modo que en ningún sentido puede decirse
honradamente que Justino enseñó la Trinidad de la cristiandad
moderna.
Lo
que enseñó Clemente
Clemente de Alejandría
(c. 150 a 215 E.C.) también llama al Hijo “Dios”.
Hasta lo llama “Creador”, término que nunca se usa en la Biblia
con referencia a Jesús. ¿Quiso decir que el Hijo era igual en todo
sentido al Creador todopoderoso? No. Al parecer Clemente se refería
a Juan 1:3, donde se dice del Hijo: “Todas las cosas vinieron a
existir por medio de él”16. Dios utilizó al Hijo como
agente en Sus obras creativas. (Colosenses 1:15-17.)
Clemente llama al Dios
Supremo “el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesús”17,
y dice que “el Señor es también Hijo del Creador”18.
Dice además: “El Dios del Universo es uno solo, bueno, justo,
creador, [y el] Hijo [está] en el Padre”19. Así que
escribió que el Hijo tiene a un Dios sobre sí.
Clemente habla de Dios
como el “primer y único administrador de vida eterna, que el Hijo,
quien la recibió de Él [Dios], nos da”20. El Dador
original de vida eterna es claramente superior a aquel que, por
decirlo así, la pasa adelante. Por eso Clemente dice que Dios “es
primero, y supremo”21. También dice que el Hijo “es
más allegado al único que es el Todopoderoso” y que el Hijo
“ordena todas las cosas de acuerdo con la voluntad del Padre”22.
Una y otra vez Clemente muestra la supremacía del Dios Todopoderoso
sobre el Hijo.
Respecto a Clemente de
Alejandría, leemos en The Church of the First Three Centuries:
“Pudiéramos citar
numerosos pasajes de Clemente en los cuales se sostiene claramente la
inferioridad del Hijo. [...]
”Nos asombra que
alguien pueda leer a Clemente con atención regular, e imaginarse por
un momento que él considerara al Hijo numéricamente idéntico al
Padre o uno con él. Su naturaleza dependiente e inferior, según nos
parece, se reconoce por todas partes. Clemente creía que Dios y el
Hijo eran numéricamente distintos; en otras palabras, dos seres: uno
supremo, el otro subordinado”23.
Además, de nuevo se
puede decir: Aunque a veces parezca que Clemente va más allá de lo
que dice la Biblia acerca de Jesús, en ninguna parte habla de una
Trinidad compuesta de tres personas iguales en un solo Dios.
Apologistas como Taciano, Teófilo y Atenágoras, que vivieron entre
el tiempo de Justino y el de Clemente, tuvieron puntos de vista
semejantes a los considerados. El señor Lamson dice que ellos “no
fueron más trinitarios que Justino mismo; es decir, no creyeron en
Tres indivisos y coiguales, sino que enseñaron una doctrina
totalmente incompatible con esa creencia”24.
La
teología de Tertuliano
Tertuliano (c. 160 a
230 E.C.) fue el primero que usó la palabra latina trinitas.
Como hace notar Henry Chadwick, Tertuliano propuso que Dios es ‘una
sustancia que consiste en tres personas’25. Con todo,
eso no significa que pensaba en tres personas coiguales y
coeternas. No obstante, sus ideas constituyeron la base sobre
la cual escritores posteriores fueron formando la doctrina de la
Trinidad.
El concepto que
Tertuliano tenía del Padre, el Hijo y el espíritu santo era muy
diferente de la Trinidad de la cristiandad, pues él era
subordinacionista. Consideraba que el Hijo estaba subordinado al
Padre. En Against Hermogenes (Contra Hermógenes) escribió:
“No debemos suponer que
haya algún otro ser aparte de Dios que no sea engendrado ni
creado. [...] ¿Cómo puede ser que algo, excepto el Padre, sea
más viejo, y a causa de esto más noble, que el Hijo de Dios, la
Palabra unigénita y primogénita? [...] Ese [Dios] que no
requirió un Hacedor para darle existencia, estará mucho más
elevado en categoría que ese [el Hijo] que tuvo un autor que lo
trajo a la existencia”26.
También, en Against
Praxeas (Contra Práxeas) muestra que el Hijo es diferente del
Dios Todopoderoso y está subordinado a él cuando dice:
“El Padre es la
sustancia completa, pero el Hijo es una derivación y porción del
entero, como Él Mismo reconoce: ‘Mi Padre es mayor que yo’. [...]
Así que el Padre es distinto del Hijo, por ser mayor que el Hijo, en
la medida en que Aquel que engendra es uno, y Aquel a quien se
engendra es otro; también, Aquel que envía es uno, y Aquel a quien
se envía es otro; y de nuevo, Aquel que hace es uno, y Aquel
mediante el cual se hace la cosa es otro”27.
Tertuliano, en Against
Hermogenes, declara además que hubo un tiempo en que el Hijo no
existía como persona, lo cual muestra que no consideraba que el Hijo
fuera un ser eterno en el mismo sentido que lo era Dios28.
El cardenal Newman dijo: “A Tertuliano se le debe considerar
heterodoxo [que creía en doctrinas no ortodoxas] en la doctrina de
la generación eterna de nuestro Señor”29. Respecto a
Tertuliano, el señor Lamson declara:
“Esta razón, o Logos,
como lo llamaban los griegos, se transformó después, como creía
Tertuliano, en la Palabra, o el Hijo, es decir, un ser real, que
había existido desde la eternidad solo como un atributo del Padre.
Sin embargo, Tertuliano le atribuyó una categoría subordinada
respecto al Padre [...]
”Juzgado según
cualquier explicación aceptada de la Trinidad en este tiempo, el
intento de salvar a Tertuliano de condenación [como hereje] sería
inútil. Él no podría aguantar la prueba ni un momento”30.
Ninguna
Trinidad
Si usted fuera a leer
todas las palabras de los apologistas, hallaría que, aunque en
algunos aspectos ellos se desviaron de las enseñanzas de la Biblia,
ninguno enseñó que el Padre, el Hijo y el espíritu santo fueran
coiguales en eternidad, poder, posición y sabiduría.
Esto también es así en
el caso de otros escritores de los siglos segundo y tercero,
como Ireneo, Hipólito, Orígenes, Cipriano y Novaciano. Aunque
algunos llegaron a equiparar al Padre con el Hijo en ciertos
detalles, en otros aspectos consideraron que el Hijo estaba
subordinado al Dios Padre. Y ninguno de ellos siquiera especuló que
el espíritu santo fuera igual al Padre y al Hijo. Por ejemplo,
Orígenes (c. 185 a 254 E.C.) declara que el Hijo de Dios
es “primogénito [...] de toda la creación” y
que las Escrituras “saben de El que es más viejo que todas las
criaturas”31.
Una lectura objetiva de
esas autoridades eclesiásticas primitivas muestra que la doctrina de
la Trinidad que la cristiandad enseña no existía en el tiempo de
ellas. Como dice The Church of the First Three Centuries:
“La doctrina popular
moderna de la Trinidad [...] no deriva apoyo alguno del lenguaje
de Justino: y esta observación puede extenderse a todos los Padres
Antenicenos; es decir, a todos los escritores cristianos por tres
siglos después del nacimiento de Cristo. Es verdad que ellos hablan
acerca del Padre, el Hijo y el Espíritu santo o profético, pero no
como si fueran coiguales, ni como si fueran una sola esencia
numérica, ni como Tres en Uno, en cualquiera de los sentidos
admitidos ahora por los trinitarios. Precisamente lo contrario es la
realidad. La doctrina de la Trinidad, como la explicaron esos Padres,
era esencialmente diferente de la doctrina moderna. Afirmamos esto
como un hecho tan demostrable como cualquier hecho en la historia de
las opiniones humanas”32.
En realidad, antes del
tiempo de Tertuliano ni siquiera se mencionó la Trinidad. Y la
Trinidad ‘heterodoxa’ de Tertuliano fue muy diferente de la
creencia actual. Entonces, ¿cómo se desarrolló la doctrina de la
Trinidad según se entiende en la actualidad? ¿Fue en el Concilio de
Nicea en 325 E.C.? Examinaremos estas cuestiones en la Parte 4
de esta serie, en un número futuro de La Atalaya.
Referencias
1. A
Short History of the Early Church,
por Harry R. Boer, 1976, página 110.
2. The
Formation of Christian Dogma,
por Martin Werner, 1957, página 125.
3. The
Search for the Christian Doctrine of God,
por R. P. C. Hanson, 1988, página 64.
4. The
Church of the First Three Centuries,
por Alvan Lamson, 1869, páginas 70, 71.
5. Gods
and the One God,
por Robert M. Grant, 1986, páginas 109, 156, 160.
6. The
Formation of Christian Dogma,
páginas 122, 125.
7. The
International Standard Bible Encyclopedia,
1982, tomo 2, página 513.
8. An
Essay on the Development of Christian Doctrine,
por el cardenal John Henry Newman, sexta edición, 1989,
páginas 14-18.
9. Padres
Apologetas Griegos,
segunda edición, B.A.C., Madrid, 1979, página 528;
introducciones, texto griego, versión española y notas de Daniel
Ruiz Bueno.
10. Ibíd., página
254.
11. Padres Apologetas
Griegos, páginas 394, 395, 397.
12. Ibíd., página
187.
13. A Short History of
Christian Doctrine, por Bernhard Lohse, traducido del alemán al
inglés por F. Ernest Stoeffler, 1963, segunda impresión en
rústica: 1980, página 43.
14. An Essay on the
Development of Christian Doctrine, página 20.
15. The Church of the
First Three Centuries, páginas 73, 74, 76.
16. Clemente de
Alejandría. El pedagogo, B.C.G., Madrid, 1988, página 130;
traducción y notas por Joan Sariol Díaz.
17. Ibíd., página
107.
18. Ibíd., página
108.
19. Ibíd.
20. The Ante-Nicene
Fathers, edición preparada por Alexander Roberts y James
Donaldson, reimpresión estadounidense de la edición de Edimburgo,
1885, tomo II, página 593.
21. Ibíd.
22. Ibíd., página
524.
23. The Church of the
First Three Centuries, páginas 124, 125.
24. Ibíd.,
página 95.
25. The Early Church,
por Henry Chadwick, impresión de 1980, página 89.
26. The Ante-Nicene
Fathers, tomo III, página 487.
27. Ibíd.,
páginas 603, 604.
28. Ibíd.,
página 478.
29. An Essay on the
Development of Christian Doctrine, páginas 19, 20.
30. The Church of the
First Three Centuries, páginas 108, 109.
31. Orígenes. Contra
Celso, B.A.C., Madrid, 1967, página 364; introducción,
versión y notas por Daniel Ruiz Bueno.
32. The Church of the
First Three Centuries, páginas 75, 76.
[Ilustración
en la página 27]
Clemente
[Reconocimiento]
Historical
Pictures Service
[Ilustración
en la página 28]
Tertuliano
[Reconocimiento]
Historical
Pictures Service
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