lunes, 17 de julio de 2017

Como nos llegò la Biblia


Cómo nos llegó la Biblia. Primera parte
EN UN pequeño taller, el impresor y sus jóvenes aprendices manejan con rítmicos movimientos su prensa de marco de madera, y cuidadosamente colocan sobre los tipos las hojas de papel en blanco. Cuando las retiran, revisan el texto impreso, y a continuación las cuelgan a secar sobre unas cuerdas tendidas de pared a pared.
De repente alguien golpea la puerta con violencia. El impresor, sobresaltado, descorre el cerrojo, y un grupo de soldados armados irrumpen en la estancia. Entonces comienzan a buscar el libro ilegal más condenado: la Biblia escrita en el idioma de la gente común.
Han llegado demasiado tarde. Advertidos del peligro, el traductor y un ayudante han ido a toda prisa al taller y han recogido brazadas de páginas; en este momento huyen remontando el río Rin. Al menos han salvado parte del trabajo.
En este caso el traductor era William Tyndale, quien en 1525 trataba de producir en Colonia (Alemania) su “Nuevo Testamento” en inglés, que había sido prohibido. Su experiencia no resultó en absoluto excepcional. A lo largo de los casi mil novecientos años transcurridos desde que se finalizó la escritura de la Biblia, muchos hombres y mujeres lo han arriesgado todo por traducir y distribuir la Palabra de Dios. Hoy todavía nos beneficiamos de su labor. ¿Qué hicieron? ¿Cómo nos llegaron las Biblias que tenemos ahora?
Primeras copias y traducciones de la Biblia
Los siervos verdaderos de Dios siempre han tenido la Biblia en la mayor estima. La New Catholic Encyclopedia reconoce: “Al igual que sus antepasados judíos, los primeros cristianos apreciaban la lectura de los Libros Sagrados. Siguiendo el ejemplo de Jesús (Mt 4.4; 5.18; Lc 24.44; Jn 5.39), los apóstoles tenían un conocimiento del V[iejo] T[estamento] que suponía una lectura y un estudio prolongados y concienzudos, e instaron a eso a sus discípulos (Rom 15.4; 2 Tm 3.15-17)”.
Con ese fin tuvieron que hacerse copias de la Biblia. En tiempos precristianos, mucho de ese trabajo lo realizaban ‘copistas hábiles’ muy profesionales, que tenían terror a los errores. (Esdras 7:6, 11, 12.) Como su objetivo era hacer copias perfectas, dejaron un nivel alto para todos los copistas de la Biblia posteriores.
No obstante, durante el siglo IV a.E.C., se presentó un problema. Alejandro Magno quería que todo el mundo se educara en la cultura griega. Sus conquistas impusieron el griego común, o koiné, como el idioma de uso generalizado por todo el Oriente Medio. Como consecuencia, muchos judíos se criaron sin aprender a leer hebreo, así que no podían leer las Escrituras. Por ello, hacia el año 280 a.E.C., un grupo de eruditos hebreos se reunieron en Alejandría (Egipto) para traducir la Biblia hebrea a la lengua popular koiné. Su traducción llegó a conocerse como la Septuaginta, del latín para “setenta”, un nombre que hacía referencia al número aproximado de traductores que se cree tomaron parte en la obra. Se finalizó hacia el año 150 a.E.C.
En los días de Jesús, en Palestina todavía se hablaba hebreo. Sin embargo, la koiné era la lengua imperante tanto en esa zona como en el resto de las remotas provincias del mundo romano. Por consiguiente, los escritores cristianos de la Biblia utilizaron esta forma común de griego a fin de llegar a tantas personas de las naciones como fuera posible. Además, citaron profusamente de la Septuaginta y emplearon muchos de sus términos.
Puesto que los primeros cristianos eran misioneros entregados, enseguida aprendieron a utilizar la Septuaginta para probar que Jesús era el Mesías esperado por tanto tiempo. Los judíos se alarmaron por ello y se sintieron impelidos a realizar algunas nuevas traducciones al griego, las cuales estaban concebidas para privar a los cristianos de sus argumentos, por lo que tenían revisados los textos que estos más usaban para sustentar sus creencias. Por ejemplo, en Isaías 7:14, la Septuaginta empleó una palabra griega que significa “virgen” para referirse proféticamente a la madre del Mesías. Las nuevas traducciones utilizaron un término griego distinto que significa “mujer joven”. El uso constante que daban los cristianos a la Septuaginta finalmente hizo que los judíos abandonaran por completo su táctica y fomentaran una vuelta al hebreo. A la larga, esta medida resultó de gran ayuda en la traducción posterior de la Biblia, pues contribuyó a conservar vivo el idioma hebreo.
Los primeros cristianos, editores de libros
Los fervorosos primeros cristianos se pusieron a producir tantas copias de la Biblia como les fue posible, todas ellas a mano. Fueron, además, los primeros en utilizar el códice, con un formato similar al de los libros actuales, y descontinuaron el uso de los rollos. El códice no solo facilitaba la rápida localización de los textos, sino que contenía en un solo volumen más información que un solo rollo; por ejemplo, todas las Escrituras Griegas o incluso toda la Biblia.
El canon de las Escrituras Griegas Cristianas se completó hacia 98 E.C. con los libros de Juan, el último apóstol superviviente. Existe un fragmento de una copia del Evangelio de Juan, llamado Papiro de Rylands número 457 (P52), que data de, como mucho, el año 125. Ya entre los años 150 y 170, Taciano, un estudiante de Justino Mártir, produjo el Diatessaron, un relato de la vida de Jesús compuesto a partir de los mismos cuatro Evangelios que tenemos en nuestras Biblias actuales. Este hecho indica que él consideraba que solo esos Evangelios eran auténticos y que estos ya estaban en circulación. Hacia el año 170 se realizó el catálogo de los libros del “Nuevo Testamento” más antiguo que se conoce, llamado Fragmento de Muratori. Incluye la mayoría de los libros de las Escrituras Griegas Cristianas.
La propagación de las creencias cristianas enseguida provocó la demanda de traducciones de las Escrituras Griegas Cristianas y de las Escrituras Hebreas. Con el tiempo se hicieron numerosas versiones en idiomas como el armenio, el copto, el georgiano y el siriaco. Muchas veces hubo que crear los alfabetos con ese propósito. Por ejemplo, se dice que Ulfilas, obispo de la Iglesia Romana del siglo IV, compuso el alfabeto gótico para traducir la Biblia. Omitió los libros de Reyes porque pensaba que alentarían las tendencias guerreras de los godos. Esta omisión, no obstante, no impidió que los godos “cristianizados” saquearan Roma en 410.
Las Biblias latinas y eslavas
Mientras tanto, aumentaba la importancia del latín, y aparecieron varias antiguas versiones latinas. Estas variaban en estilo y exactitud, por lo que en el año 382, el papa Dámaso encargó a su secretario, Jerónimo, que preparara una Biblia latina fidedigna.
Jerónimo comenzó revisando las versiones en latín de las Escrituras Griegas Cristianas. En cambio, para las Escrituras Hebreas insistió en traducirlas del original hebreo. Por ello, en 386 se trasladó a Belén para estudiar hebreo y buscar la ayuda de un rabino. Esta decisión suscitó mucha controversia en los círculos eclesiásticos. Algunas personas, entre ellas Agustín, contemporáneo de Jerónimo, creían que la Septuaginta era inspirada, y acusaron a Jerónimo de “pasarse a los judíos”. Pero Jerónimo siguió adelante y terminó su trabajo hacia el año 400. Al acercarse a la fuente de los idiomas y documentos originales y traducirlos al lenguaje vivo de aquel día, Jerónimo se anticipó a los métodos de traducción actuales en mil años. Su trabajo llegó a conocerse como la Vulgata, o versión común, y la gente se benefició de ella durante siglos.
En la cristiandad oriental, muchos aún podían leer la Septuaginta y las Escrituras Griegas Cristianas. Tiempo después, sin embargo, comenzaron a utilizarse comúnmente en la zona oriental de Europa los idiomas y dialectos de la familia eslava. En el año 863, dos hermanos que hablaban griego, Cirilo y Metodio, fueron a Moravia, actualmente parte de la República Checa, y comenzaron a traducir la Biblia al eslavo antiguo. Para ello compusieron el alfabeto glagolítico, que con el tiempo fue sustituido por el cirílico, llamado así en honor de Cirilo. Este fue el origen de los alfabetos ruso, ucraniano, serbio y búlgaro de la actualidad. La Biblia en eslavo antiguo fue de utilidad para la gente de esa zona durante generaciones. Con el tiempo, sin embargo, al cambiar los idiomas, la gente común dejó de comprenderla.
Sobrevive la Biblia hebrea
Durante este período, desde aproximadamente el siglo VI hasta el X, un grupo de judíos conocidos como masoretas elaboraron unos métodos de copiado sistemáticos a fin de conservar el texto hebreo de la Biblia. Llegaban al extremo de contar todas las líneas e incluso todas las letras, fijándose en las diferencias entre los manuscritos, todo ello con el empeño de conservar el texto auténtico. Sus esfuerzos no fueron en vano. Para citar un ejemplo, la comparación de los textos masoréticos modernos con los Rollos del mar Muerto, escritos entre 250 a.E.C. y 50 E.C., no indica ningún cambio doctrinal en más de mil años.
En Europa, Edad Media y Edad del Oscurantismo fueron en líneas generales expresiones sinónimas. El nivel de lectura y educación del pueblo era muy bajo. Con el tiempo, incluso la mayor parte del clero era incapaz de leer el latín eclesiástico y en muchos casos los clérigos no sabían ni siquiera leer su propio idioma. Fue también en esta época cuando recluyeron a los judíos en guetos como ganado. En parte gracias a ese aislamiento, se conservó la erudición hebrea de la Biblia. Sin embargo, a causa del prejuicio y la desconfianza, el conocimiento de los judíos pocas veces era asequible fuera de los guetos. En Europa occidental también estaba en decadencia el conocimiento del griego. La situación se agravó más debido a la veneración que la Iglesia occidental sentía por la Vulgata latina, de Jerónimo. Por lo general se la consideraba la única versión autorizada, aunque al final del período masorético, el latín se estaba convirtiendo en una lengua muerta. Por ello, al comenzar a germinar poco a poco el deseo de conocer la Biblia, se estaba preparando el escenario para un gran conflicto.
La traducción de la Biblia se enfrenta a oposición
En el año 1079, el papa Gregorio VII emitió el primero de muchos edictos eclesiásticos medievales que prohibían la producción y a veces hasta la posesión de versiones vernáculas. Revocó el permiso para que la misa se celebrara en eslavo antiguo aduciendo que requeriría que se tradujeran secciones de las Santas Escrituras. En completa contradicción con el espíritu de los primeros cristianos, escribió: “Al Dios Todopoderoso le [ha complacido] que la santa escritura se mantenga en secreto en algunos lugares”. Siendo esta la postura oficial de la Iglesia, cada vez era más común que a los que favorecían la lectura de la Biblia se les considerara peligrosos.
A pesar de que el ambiente era desfavorable, se continuó copiando y traduciendo la Biblia a los idiomas comunes. Por Europa circularon clandestinamente versiones en muchos idiomas. Estaban copiadas a mano, pues la imprenta de tipos móviles no se inventó en Europa hasta mediados del siglo XV. Pero como las copias eran caras y escasas, un ciudadano común podía considerarse afortunado con poseer solo parte de un libro de la Biblia o simplemente unas cuantas páginas. Algunos se aprendieron de memoria grandes secciones, incluso todas las Escrituras Griegas Cristianas.
Con el tiempo, sin embargo, hubo indicios de extensos movimientos favorables a la reforma de la Iglesia. Estos movimientos estaban motivados en parte por una nueva conciencia de la importancia de la Palabra de Dios en la vida diaria. ¿Cómo afectarían a la Biblia estos movimientos y la invención de la imprenta? ¿Y qué fue de William Tyndale y su traducción, mencionados al comienzo? En próximos números continuaremos con esta fascinante historia hasta nuestros mismos días.
[Notas]
La segunda y la tercera partes aparecerán en los números del 15 de septiembre y 15 de octubre, respectivamente.
El libro El hombre más grande de todos los tiempos, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., es un ejemplo actual de una armonización de los cuatro Evangelios.
Véase Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, página 299, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Ilustración de la página 9]
Los primeros cristianos fueron los pioneros en la utilización del códice
[Ilustración de la página 10]
Jerónimo fue a Belén para estudiar hebreo
[Tabla de las páginas 8 y 9]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
FECHAS CLAVES EN LA TRANSMISIÓN DE LA BIBLIA
ANTES DE LA ERA COMÚN (a.E.C.)
Finalización de las Escrituras Hebreas c. 443 a.E.C.
400 a.E.C.
Alejandro el Grande (fallecido en 323 a.E.C.)
300 a.E.C.
Se comienza la Septuaginta c. 280 a.E.C.
200 a.E.C.
La mayoría de los Rollos del mar Muerto c. 100 a.E.C. a 68 E.C.
100 a.E.C.
ERA COMÚN (E.C.)
Destrucción de Jerusalén 70 E.C.
Finalización de las Escrituras Griegas 98 E.C.
100 E.C.
Papiro Rylands de Juan (a. 125 E.C.)
200 E.C.
300 E.C.
Vulgata latina, de Jerónimo c. 400 E.C.
400 E.C.
500 E.C.
Preparación del texto masorético
600 E.C.
700 E.C.
800 E.C.
Cirilo en Moravia 863 E.C.
900 E.C.
1000 E.C.
Edicto contra la Biblia en lenguas vernáculas 1079 E.C.
1100 E.C.
1200 E.C.

1300 E.C.

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