La Guerra
de los Treinta Años
fue
una guerra librada
en la Europa
Central
en la que intervino la mayoría de las grandes
potencias europeas
de la época.
Esta guerra marcará el futuro del conjunto de Europa
en los siglos posteriores.
Aunque
inicialmente se trató de un conflicto religioso entre estados
partidarios de la reforma y
la contrarreforma dentro
del propio Sacro
Imperio Romano Germánico,
la intervención paulatina de las distintas potencias europeas
gradualmente convirtió el conflicto en una guerra general por toda
Europa, por razones no necesariamente relacionadas con la
religión: búsqueda
de una situación de equilibrio político, alcanzar la hegemonía en
el escenario europeo, enfrentamiento con una potencia rival, etc.
La
Guerra de los Treinta Años llegó a su final con la Paz
de Westfalia y
la Paz
de los Pirineos,
y supuso el punto culminante de la rivalidad entre Francia y los
territorios de los Habsburgo (el Imperio
español y
el Sacro
Imperio Romano-Germánico)
por la hegemonía en Europa, que conduciría en años posteriores a
guerras nuevas entre ambas potencias.
El
mayor impacto de esta guerra, en la que se usaron mercenarios de
forma generalizada, fue la total devastación de territorios enteros
que fueron esquilmados por los ejércitos necesitados
de suministros.
Los continuos episodios
de hambrunas y enfermedades diezmaron
la población civil de los estados alemanes, y en menor medida, los
de los Países
Bajose Italia,
además de llevar a la bancarrota a
muchas de las potencias implicadas.
Aunque
la guerra duró 30 años, los conflictos que la generaron siguieron
sin resolverse durante mucho tiempo.
Durante
el curso de la misma, la población del Sacro Imperio se vio reducida
en un 30%. En Brandeburgo se
llegó al 50%, y en otras regiones incluso a dos tercios.
La
población masculina en Alemania se redujo a la mitad. En los Países
Checos la
población cayó en un tercio a causa de la guerra, el hambre, las
enfermedades y la expulsión masiva de checos protestantes.
Solo los ejércitos suecos destruyeron
durante la guerra 2.000 castillos,
18.000 villas,
y 1.500 pueblos en
Alemania.
La
larga serie de conflictos que forman la guerra pueden dividirse en
cuatro etapas diferenciadas:
- La revuelta bohemia.
- La intervención danesa.
- La intervención sueca.
- La intervención francesa.
Índice
Orígenes
de la guerra
A
mediados del siglo
XVI,
la frágil Paz
de Augsburgo,
un acuerdo firmado por el emperador Carlos
V de Alemania (Carlos
I de España) y los príncipes luteranos en 1555,
había confirmado el resultado de la primera Dieta
de Espira (o
Spira) y en realidad había hecho acrecentar con el tiempo los odios
entre católicos y luteranos.
En dicha paz se había establecido que:
- Los príncipes alemanes (alrededor de 360 de ellos), podían elegir la religión (luteranismo o catolicismo) en sus señoríos de acuerdo con su conciencia. Era el principio de cuius regio eius religio.
- Los luteranos que viviesen en un estado eclesiástico (bajo el control de un obispo), podían continuar siendo luteranos.
- Los luteranos podían mantener el territorio que habían tomado a la Iglesia Católica desde la Paz de Passau (1552).
- Los obispos de la Iglesia Católica que se convirtiesen al luteranismo tenían que entregar su diócesis.
En
los inicios del siglo
XVII se
incrementaron las tensiones entre las naciones de Europa.
España
estaba interesada en los principados alemanes, debido a que Felipe
III (nieto
de Carlos V) era un Habsburgo y tenía territorios alrededor de la
frontera oeste de los estados alemanes (Flandes,
el Franco
Condado). Francia también
estaba interesada en los estados alemanes porque deseaba recuperar la
hegemonía a costa del poder de los Habsburgo,
como había tenido
durante la Edad Media.
Suecia y Dinamarca estaban
interesadas por razones económicas en los estados germánicos del
norte que rodeaban al Mar
Báltico.
Durante
la segunda mitad del siglo
XVI las
tensiones religiosas también se habían hecho más intensas.
La paz
de Augsburgo tuvo
sus consecuencias a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, ya
que los obispos se negaban a abandonar sus obispados.
De hecho, los
términos del tratado de Augsburgo fueron utilizados para un
resurgimiento del poder católico.
Las tensiones y resentimientos
entre católicos y protestantes no habían hecho sino crecer desde el
tratado, y en muchos lugares de Alemania se
destruían iglesias protestantes y había limitaciones y obstáculos
al culto protestante.
A disminuir estas tensiones no ayudó nada
el calvinismo que
se extendía por toda Alemania, lo que añadió otra religión a la
región; los católicos de Europa central (los Habsburgo de Austria o
los reyes de Polonia) estaban tratando de restaurar el poder del
catolicismo.
Rodolfo
II.
Los Habsburgo estaban
principalmente interesados en extender su poder, así que estaban a
veces dispuestos a transigir y permitir el protestantismo.
A la larga
esto hizo mayores aún las tensiones.
Rodolfo
II,
emperador del Sacro
Imperio Romano-Germánico y
su hermano y sucesor, Matías
I,
no practicaban una política católica agresiva, ya que estaban más
interesados en incrementar el poder y las posesiones de los
Habsburgo.
Eran también muy tolerantes (como su abuelo y su
padre,Fernando
I y Maximiliano
II),
lo que permitió que diferentes religiones se extendieran a su aire y
que chocasen entre sí libremente.
Suecia y Dinamarca (que querían
controlar los estados alemanes del Mar Báltico) eran estados de
confesión luterana.
Estas
tensiones estallaron con violencia en la ciudad alemana
de Donauwörth en 1606.
La mayoría luterana obstaculizó los intentos de los residentes
católicos de hacer una procesión y provocaron así una revuelta
violenta.
Los católicos de la ciudad solicitaron la intervención
del duque Maximiliano
I de Baviera en
su apoyo.
Fernando
II, Emperador del Sacro Imperio, cuyas acciones provocaron la3ª
defenestración de Praga al
enviar delegados a dicha ciudad.
Una
vez hubo cesado la violencia, en Alemania los calvinistas,
cuya religión estaba todavía en su infancia y constituían una
minoría, se sintieron amenazados, y se agruparon en la Liga
de la Unión Evangélica (también
conocida como Liga Protestante), creada en 1608,
bajo el liderazgo de Federico
IV,
el Príncipe
elector del Palatinado.
Este príncipe tenía en su poder el Palatinado de Renania, uno de
los estados que España deseaba para sí a fin de proteger el camino
español.
Esto provocó que los católicos también se agrupasen en la Liga
Católica,
bajo el liderazgo del duque Maximiliano I.
El
emperador del Sacro Imperio y rey de Bohemia, Matías de Habsburgo,
falleció en1619,
pero habiendo testado a favor de su primo-hermano, Fernando III de
Estiria.
Fernando, que al convertirse en rey de Bohemia y emperador
del Sacro Imperio pasó a llamarse Fernando
II,
era un católico convencido que había sido educado por los jesuitas y
quería restaurar el catolicismo.
Por ello era impopular en Bohemia,
la cual era predominantemente calvinista.
El rechazo de Bohemia a
Fernando fue el detonante de la Guerra de los 30 años.
La
revuelta de Bohemia (1618-1625)
La
ciudad de Praga en la actualidad con el castillo al fondo. Desde una
ventana de esta fortaleza fueron arrojados los dignatarios católicos,
dando comienzo a la Guerra de los 30 años.
La
elección del católico Fernando II como emperador había puesto a la
nobleza de Bohemia, de mayoría protestante, en una situación
prácticamente de rebelión.
Además,
dado que la dignidad de rey de Bohemia se confería por elección,
los bohemios eligieron como su líder a Federico
V del Palatinado (sucesor
de Federico
IV,
que había creado la Liga de laUnión
Evangélica).
Cuando Fernando
II envió
a dos consejeros católicos (Martinitz y Slavata)
y sus representantes al castillo de Hradcany en Praga en mayo
de 1618,
para preparar el camino a su llegada, los calvinistas de Bohemia los
secuestraron y los arrojaron por una ventana del palacio.
Defenestración
de Praga.
Los
dos dignatarios y el escriba que fueron arrojados cayeron sobre un
montón de estiércol y no sufrieron lesiones importantes (al
contrario que en la primera defenestración, acontecida 200 años
antes y en la que murieron siete concejales). Este evento, conocido
como la Tercera
Defenestración de Praga se
toma como punto de referencia del comienzo de la rebelión bohemia,
aunque la rebelión ya estaba gestándose mucho tiempo antes.
El
conflicto bohemio se extendió pronto a la totalidad de los Países
Checos (Bohemia, Silesia, Lusacia y Moravia),
que ya estaban divididos por enfrentamientos entre católicos y
protestantes.
Esta confrontación iba a encontrar muchos ecos en todo
el continente europeo, viéndose afectada Francia y Suecia, inter
alia.
Si
la rebelión bohemia hubiese permanecido limitada a un asunto
puramente de la Europa central, la Guerra de los Treinta años podía
haberse concluido en sólo 30 meses. Sin embargo, la debilidad tanto
de Fernando II como de los propios bohemios llevó a la extensión de
la guerra al oeste de Alemania.
Fernando se vio obligado a reclamar
la ayuda de su sobrino y yerno, el rey Felipe
III de España (hijo
y sucesor de Felipe II).
Los
bohemios, desesperados por encontrar aliados frente al emperador,
solicitaron ser admitidos en la Unión
Protestante,
liderada por elcalvinista Federico
V del Palatinado.
Los bohemios acordaron que el Elector Palatino podría convertirse en
rey de Bohemia si les permitía adherirse a la Unión y así quedar
bajo su protección.
Sin embargo, otros miembros de los estados
bohemios hicieron ofertas similares al duque Carlos
Manuel I de Saboya,
al Elector de Juan
Jorge I de Sajonia y
al húngaro Gabriel
Bethlen,
soberano del Principado
de Transilvania.
Los austríacos, que parecían haber interceptado todas las cartas
que abandonaban Praga, hicieron públicas estas duplicidades y
desentrañaron gran parte de este apoyo a los bohemios,
particularmente en la corte de Sajonia.
El
Conde húngaro Gabriel
Bethlen,
Príncipe de Transilvania.
La
rebelión fue inicialmente favorable a los bohemios.
Gran parte
de Alta
Austria,
cuya nobleza era luterana y calvinista, se les unió (sin embargo,
las simpatías religiosas de esta zona cambiarían en los siguientes
años).
La zona meridional de Austria se rebeló durante el año
1619.
El conde de Thurn llegó a llevar un ejército hasta los mismos
muros de Viena.
En el este, el Príncipe protestante de Transilvania,
Gabriel Bethlen, condujo una inspirada campaña en el interior
de Hungría con
las bendiciones del sultán turco Osman
II.
Fernando II se había convertido en 1618 en Rey
de Hungría e
intentó implementar en sus territorios húngaros las mismas medidas
que aplicó en Bohemia contra los protestantes.
Sintiéndose
agraviados, los húngaros de Transilvania declararon la guerra contra
Fernando aprovechando como excusa el asunto religioso, pues los
Príncipes transilvanos tenían como objetivo desde hacía décadas
liberar a Hungría del control de los Habsburgo y reunificar el
reino.
Así apelaron inclusive a la ayuda del sultán turco en muchas
ocasiones, quien también deseaba ver al Sacro Imperio Romano
Germánico de rodillas.
El
emperador, que estaba ocupado en la Guerra Uzkok, se apresuró a
formar un ejército para detener a los bohemios y sus aliados, que
anegaban completamente su país.
El conde de Bucquoy, el comandante
del ejército imperial, derrotó a las fuerzas de la Unión
Protestante lideradas por el conde Ernesto
de Mansfeld en
la Batalla
de Sablat,
el 10
de junio de 1619.
Esto cortó las comunicaciones del conde de Thurn con Praga,
el cual abandonó inmediatamente el sitio de Viena.
La derrota de los
protestantes bohemios en Sablat también costó a los protestantes un
importante aliado -Saboya-, que había sido durante mucho tiempo un
oponente a la expansión de los Habsburgo y
había enviado ya considerables sumas de dinero y tropas irregulares
a las guarniciones de las fortalezas de Renania.
La captura de la cancillería de campo de Mansfeld desenmascaró el
complot de los saboyanos y forzó al avergonzado duque a abandonar la
guerra.
A
pesar de la derrota de Sablat, el ejército del conde de Thurn
continuó existiendo como fuerza efectiva, y Mansfeld consiguió
reformar su ejército más al norte, en Bohemia.
Los estados de
Austria septentrional y meridional, todavía en rebelión, firmaron
una alianza con los bohemios a comienzos de agosto, y el día 22
Fernando fue depuesto oficialmente como rey de Bohemia y sustituido
por el Elector Palatino Federico V. En Hungría, incluso a pesar de
que los bohemios habían rechazado la oferta de su corona, los
transilvanos continuaron haciendo progresos sorprendentes, obligando
a los ejércitos del emperador a retirarse de ese país en 1620.
Los
españoles enviaron un ejército desde Bruselas bajo las órdenes
de Ambrosio
Spinola para
dar apoyo al emperador, y el embajador español en Viena, don
Íñigo Oñate,
convenció a la Sajonia protestante
para intervenir contra Bohemia a cambio de ofrecerles el control
sobre Lusacia.
Los sajones invadieron, y el ejército español en el oeste evitó
que las fuerzas de la Unión Protestante pudieran prestar auxilio.
Oñate conspiró para transferir el título electoral del Palatinado
al duque de Baviera a cambio de su apoyo a la Liga
Católica.
Johan
Tzerclaes, Conde de Tilly,
general de los ejércitos imperial y bávaro.
Bajo
el mando del general
Tilly,
el ejército de la Liga Católica (que incluía a René
Descartes en
sus filas) pacificó la Austria Alta, mientras que las fuerzas del
emperador pacificaban la Austria meridional.
Una vez unidos los dos
ejércitos, se desplazaron hacia el norte, dentro de Bohemia.
Fernando II derrotó decisivamente a Federico V en la batalla
de la Montaña Blanca (en
checo: Bílá
Hora)
cerca de Praga, en 1620.
Bohemia permanecería en manos de los
Habsburgo durante casi 300 años.
Esta
derrota provocó la disolución de la Liga
de la Unión Evangélica y
la confiscación de las posesiones de Federico V. El Palatinado
renano fue entregado a nobles católicos, mientras que el título de
Elector Palatino se le dio a su primo lejano, el duque Maximiliano I.
Federico V, aunque ya sin territorios, se convirtió en un exiliado
prominente en el extranjero, granjeándose simpatías y apoyo a su
causa en lasProvincias
Unidas, Dinamarca y Suecia.
Se
trató de un golpe serio a las ambiciones protestantes en la región.
La rebelión literalmente se hundió, y las amplias confiscaciones
patrimoniales y supresiones de títulos nobiliarios bohemios
preexistentes aseguraron que el país regresaría a la fe católica
después de más de dos siglos de disidencias religiosas, que habían
comenzado con la guerra husita.
Los españoles, tratando de flanquear a los holandeses, en
preparación para la inminente guerra provocada por el fin de la
tregua tras la Guerra
de los Ochenta Años,
tomaron las tierras de Federico, el Palatinado
de Renania.
La primera fase de la guerra terminó completamente cuando Gabriel
Bethlen de Transilvania firmó un tratado de paz con el emperador en
diciembre de 1621,
ganando algunos territorios en Hungría oriental.
Algunos
historiadores consideran el periodo entre 1621-1625 como una fase
separada de la Guerra de los Treinta años, denominándola la fase
del Palatinado.
La catastrófica derrota del ejército protestante en la Montaña
Blanca y
la partida de Gabriel Bethlen significaron la pacificación del este
de Alemania.
La guerra en el oeste, concentrada en la ocupación del
Palatinado, consistió en batallas mucho más pequeñas que las que
vieron las campañas bohemia y húngara y con un uso mucho mayor del
asedio.
Mannheim yHeidelberg cayeron
en 1622,
y Frankenthal en 1623.
Con ello el Palatinado cayó en manos del emperador.
El
resto del ejército protestante, guiado por Mansfeld, hizo un intento
de alcanzar la frontera holandesa.
Tilly lo flanqueó
en Stadtlohn el 6
de agosto de 1623,
y sólo un tercio del ejército de 21.000 hombres de Mansfeld
consiguió escapar de la batalla.
Sin suministros, ni recursos
humanos, ni financiación, el ejército de Mansfeld se dispersó
en 1624.
Cabe resaltar que este hecho fue prácticamente decisivo para el
transcurso de la guerra.
La
intervención danesa (1625-1629)
El
Periodo Danés comenzó cuando el rey Cristián
IV de Dinamarca (1577-1648),
un luterano convencido, temiendo que la soberanía de Dinamarca como
nación protestante fuese amenazada, ayudó a los alemanes
encabezando un ejército contra el Sacro Imperio. Cristián IV había
sacado abundante provecho de sus políticas en el norte de Alemania
(Hamburgo había
sido forzada a aceptar el protectorado danés en 1621, y en 1623 el
heredero de Dinamarca fue nombrado obispo de Bremen-Verden).
Cristián IV se había desenvuelto francamente bien como
administrador y había conseguido para su reino un nivel de
estabilidad y riqueza que no había sido igualado en ninguna parte de
Europa. Se había beneficiado también de las aportaciones económicas
de las aduanas en el Skagerrak y
de las extensas reparaciones de guerra pagadas por Suecia.
El único
país en Europa con una posición financiera comparablemente fuerte
fue, irónicamente, Baviera.
También ayudó a ello el que el regente francés, el Cardenal
Richelieu,
deseaba fomentar y financiar una incursión danesa en Alemania.
Cristián invadió al frente con un ejército de 20.000 mercenarios,
pagado casi completamente con su fortuna personal.
Albrecht
von Wallenstein, general bohemio al servicio de Fernando II.
Para
enfrentarse a esta fuerza, Fernando II empleó la ayuda militar
de Albrecht
von Wallenstein,
un noble bohemio. Wallenstein prometió a Fernando II un ejército de
entre 30.000 y 100.000 soldados a cambio del derecho a saquear los
territorios capturados.
Cristian, que desconocía la existencia de
Wallenstein cuando efectuó la invasión, fue forzado a retirarse
antes de que su ejército fuese aniquilado por el ejército de
Wallenstein y el de Tilly.
La suerte de Cristián empeoró aún más
cuando todos los aliados con los que pensaba que contaba se vieron
forzados a abandonarle.
Tanto Inglaterra como Francia pasaban por
sendas guerras civiles.
Suecia estaba en guerra conPolonia y
ni Brandemburgo ni Sajonia parecían
tener intenciones de hacer nada que alterase la tenue paz en Alemania
oriental.
Wallenstein derrotó al ejército de Mansfeld en la batalla
del Puente de Dessau (1626)
y el general Tilly derrotó a los daneses en la batalla
de Lutter (1626).
Mansfeld murió unos meses después de enfermedad, exhausto por la
batalla que le había costado la mitad de su ejército.
El
ejército de Wallenstein entonces marchó hacia el norte,
ocupando Mecklemburgo, Pomerania y
finalmente la propia Jutlandia.
Sin embargo fue incapaz de tomar la capital danesa en la isla
de Seeland sin
una flota y ni los puertos hanseáticos ni los polacos permitieron
que se construyese una flota imperial en el Báltico.
Entonces optó por sitiar Stralsund,
el único puerto beligerante del Báltico con instalaciones para
construir una flota que pudiese tomar las islas danesas. Sin embargo,
el costo del sostenimiento de las operaciones de Wallenstein era
desorbitado, particularmente si se comparaba con lo que podría
haberse ganado en la guerra con Dinamarca.
Por
esto se llegó finalmente al tratado de Lübeck (1629),
por el que Cristián IV renunció a su apoyo a los protestantes
alemanes para poder mantener su control sobre Dinamarca.
En los
siguientes dos años se subyugaron más tierras a los poderes
católicos.
La
Guerra de los Treinta Años podría haber terminado con el periodo
danés, pero la Liga Católica persuadió a Fernando II de que
intentase recuperar las posesiones luteranas que, en aplicación de
los acuerdos de la Paz de Augsburgo, pertenecían por ley a las
iglesias católicas.
Estas posesiones estaban descritas en el Edicto
de Restitución de 1629,
e incluían dos arzobispados, dieciséis obispados y cientos de
monasterios.
El
panorama para los protestantes era desolador.
Los nobles y campesinos
preferían abandonar sus tierras en Bohemia y Austria antes que
convertirse al catolicismo. Mansfeld y Gabriel Bethlen, los primeros
oficiales de la causa protestante, murieron en el mismo año.
Sólo
el puerto de Stralsund,
abandonado por todos sus aliados, se mantenía frente a Wallenstein y
el emperador.
La
intervención sueca (1630-1635)
Algunas
personas en la corte de Fernando
II creían
que Wallenstein deseaba
controlar a los príncipes alemanes y restaurar el poder del
emperador en Alemania bajo su autoridad.
Fernando II destituyó a
Wallenstein en 1630.
Más tarde lo volvería a llamar después de que los suecos, al mando
del rey Gustavo
II Adolfo,
atacasen el imperio y vencieran en unas cuantas batallas
significativas.
La entrada de esta nación a la guerra conduciría al
Imperio a una situación defensiva.
Gustavo
II Adolfo justificaba oficialmente su intervención aduciendo que
defendería a los protestantes de un emperador injusto.
Pero, como
previamente había hecho Cristián IV, acudió en ayuda de los
luteranos alemanes para prevenir una posible agresión católica a su
país y para obtener influencia económica y política de Suecia en
los Estados alemanes situados alrededor del mar
Báltico,
en detrimento de las esferas de influencia de Dinamarca, Polonia y la
Liga Hanseática.
También, como Cristián IV, Gustavo II Adolfo fue
subvencionado por Richelieu,
el primer ministro del rey Luis
XIII de Francia,
y por la Provincias
Unidas.
Desde 1630 hasta 1634 hizo
retroceder a las fuerzas católicas y recuperó una gran parte de las
tierras protestantes ocupadas, tomando Pomerania e
invadiendo Magdeburgo.
Victoria
de Gustavo Adolfo de Suecia en la Batalla
de Breitenfeld en
1631.
Fernando
II dependía de la Liga
Católica,
ya que había cesado a Albrecht
von Wallenstein.
En la Batalla
de Breitenfeld,
Gustavo II Adolfo derrotó a la Liga Católica comandada por el
general Tilly.
Un año después se encontraron de nuevo, y esta vez el general Tilly
resultó muerto en el río Lech (1632)
mientras ofrecía resistencia a la invasión sueca del Palatinado.
Esto obligó a Fernando II a volver a llamar a Wallenstein.
Muerte
del rey Gustavo Adolfo en laBatalla
de Lutzen.
Wallenstein
y Gustavo II Adolfo de Suecia chocaron en la batalla
de Lützen,
en 1632,
donde los suecos salieron victoriosos, pero con la pérdida de su rey
en Leipzig.
Las sospechas de Fernando II sobre Wallenstein volvieron a aparecer
en 1633,
cuando Wallenstein intentó arbitrar en las diferencias entre los
bandos católico y protestante.
El emperador creía que tal general
planeaba una traición contra él, en contubernio con Suecia.
Fernando II dispuso las cosas para arrestarlo tras retirarle de nuevo
el mando. Uno de los soldados de Wallenstein, el capitán Devereux,
le asesinó cuando intentaba contactar con los suecos en la casa
consistorial de Cheb (Eger
en alemán), el 25 de febrero de 1634.
Las
hostilidades continuaron, y este mismo año, los suecos y sus aliados
protestantes alemanes, al mando de Gustavo
de Horn yBernardo
de Sajonia-Weimar,
fueron derrotados en la Batalla
de Nördlingen por
el Rey de los Romanos (heredero imperial), archiduqueFernando (hijo
de Fernando II) y el general Matthias
Gallas,
al mando de los tropas católicas alemanas, y por el cardenal-infante
don Fernando de Habsburgo,
hermano del reyFelipe
IV,
al mando de tropas españolas que acudieron en ayuda de los católicos
desde la posesión española de Milán.
Después
de aquello, ambos lados se encontraron para entablar negociaciones, y
el periodo sueco terminó por medio de la Paz
de Praga (1635),
según la cual:
- Se restableció la fecha, 1555, que la Paz de Augsburgo había establecido como aquélla a partir de la cual las posesiones en tierras de los protestantes y católicos permanecerían sin cambios, lo cual anuló a todos los efectos el Edicto de Restitución.
- El ejército del emperador y los ejércitos de los Estados alemanes quedaron unidos como único ejército del Sacro Imperio Romano.
- Todos los firmantes del acuerdo se comprometieron a expulsar a los suecos de territorio del Sacro Imperio.
- Prohibió que los príncipes alemanes estableciesen alianzas entre ellos.
- Se legalizó el calvinismo.
- Resolvió las cuestiones religiosas de la Guerra de los Treinta años.
Este
tratado, sin embargo, no satisfizo a los franceses, ya que los
Habsburgos continuaban siendo muy poderosos. Los franceses entonces
desencadenaron el último periodo de la Guerra de los Treinta Años,
llamado el Periodo Francés.
La
intervención francesa (1636-1648)
Rocroi,
el último tercio,
por Augusto
Ferrer-Dalmau(2011).
Francia,
aunque era un país católico, rivalizaba con el Sacro Imperio Romano
Germánico y España, y ahora entró en la guerra en el bando
protestante. El Cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII,
pensó que los Habsburgos todavía eran demasiado poderosos, ya que
mantenían en su poder varios territorios en la frontera este de
Francia y tenían influencia en las Provincias Unidas.
Por
lo tanto, Francia se alió con los holandeses y con Suecia y entró
en la guerra.
España destruyó las provincias francesas de Champaña
y Borgoña, e incluso amenazó París durante la campaña
de Francia de 1636.
El general imperial Johan
von Werth y
el comandante español, el cardenal-infante Fernando, llevaron a cabo
campañas exitosas.
Finalmente Bernardo de Sajonia-Weimar derrotó a
los imperiales y llegó a amenazar su permanencia en suelo francés
en la batalla de Compiègne.
Siguieron muchas batallas, pero ningún bando obtuvo en ellas
ventajas claras.
En
1642, muere el Cardenal Richelieu y un año después lo sigue el rey
francés Luis
XIII.
Sube al trono Luis
XIV,
con tan sólo 5 años, mientras que su regente, el Cardenal
Mazarino comienza
a trabajar para restaurar la paz.
En
1643 las tropas españolas de Felipe
IV -que
se enfrentaba en la península a la Sublevación
de Cataluña-
eran derrotadas en la fortaleza de Rocroi y
dos años después, en 1645, el mariscal sueco Lennart
Torstensson vencía
a un ejército imperial en la Batalla
de Jankov,
cerca de Praga, mientras que Luis
II de Borbón, Príncipe de Condé,
derrotaba al ejército bávaro en la Nördlingen.
El último gran militar de los católicos, el conde Franc
von Mercy,
perdió la vida en la batalla.
En
1647 Francia y Suecia invadieron Baviera y forzaron a Maximiliano I a
firmar el 14 de marzo de 1647 la Tregua de Ulm y
renunciar a su alianza con el Sacro Imperio Romano.
Sin embargo, en
otoño de ese mismo año rompió la tregua y volvió con los
imperiales.
En 1648, suecos y franceses derrotaron al ejército
imperial en las batallas deZusmarhausen y Lens.
Únicamente los territorios de la propia Austria permanecieron
seguros en manos de los Habsburgos.
La Paz
de Westfalia
Como
consecuencia de estos tratados, Francia logró importantes ventajas
territoriales en Alsacia y
la frontera renana, Suecia se quedó con Pomerania occidental y
diversos enclaves alemanes del mar del Norte y el Báltico,
convirtiéndose en miembro del Imperio. Brandeburgo se expandió en
Pomerania oriental y obtuvo algunos territorios en Alemania
occidental, mientras el duque de Baviera retenía el alto Palatinado
y la condición de elector, que se restituiría a los herederos de
Federico V, junto al bajo Palatinado, hecho que se tradujo en el
aumento del colegio electoral imperial a ocho miembros.
Por su parte,
la independencia formal de Suiza fue acatada por el Imperio.
Esta
institución fue la más perjudicada, pues el reconocimiento de la
soberanía de los príncipes y las ciudades vaciaba de contenido el
título imperial.
La consagración de la libertad religiosa de los
príncipes, que impondrían su fe en sus estados se extendió al
calvinismo y puso fin al ciclo de guerras religiosas que habían
ensangrentado Europa desde el siglo XVI.
Los
Habsburgo vieneses, a pesar de algunas concesiones, fortalecieron el
control sobre sus posesiones patrimoniales, gobernadas desde Austria.
La gran perdedora de este prolongado conflicto fue Alemania en su
conjunto, sometida a terribles devastaciones durante tres décadas
—especialmente en regiones como Renania, que perdió dos tercios de
su población— y afectada por pérdidas materiales que tardaron
decenios en ser reparadas.
Por su parte, Inglaterra y Holanda se
afianzaron como potencias marítimas, condición que posibilitaría
un gran desarrollo comercial y colonial futuro.
Francia se confirmó
como la nueva potencia europea, aunque todavía tenía que dirimir su
conflicto con España.
El
ejército francés del Príncipe de Condé derrotó a los españoles
en la Batalla de Lens en 1648,
la cual fue seguida de negociaciones.
Los entes políticos que
tomaron parte de las mismas fueron: el Sacro Imperio Romano Germánico
bajo Fernando
III,
Francia, España, Provincias Unidas, Suiza, Suecia, Portugal, y el
Papado.
La paz de Westfalia en 1648 fue el resultado de estas
negociaciones.
Las
ideas centrales de la paz de Westfalia fueron:
- La Paz de Praga fue incorporada en la Paz de Westfalia (la cual incorporaba también la Paz de Augsburgo, aunque las fechas de las posesiones de tierra que habían sido establecidas por medio de la Paz de Praga fueron de nuevo establecidas de 1624 a 1627, lo cual favoreció a los protestantes).
- Los calvinistas fueron, de esta forma, reconocidos internacionalmente, y el Edicto de Restitución fue de nuevo rescindido.
- La primera Dieta de Speyer fue aceptada internacionalmente.
Redistribuciones territoriales.
- Francia obtuvo el arzobispado de Metz, Toul, Verdún y toda la Alsacia excepto Estrasburgo y Mulhouse.
- También adquirió voto en la Dieta Imperial Germánica.
- Baviera adquirió voto en el Consejo Imperial de Electores.
- Brandemburgo obtuvo la Pomerania oriental y el arzobispado de Magdeburgo.
- Suiza fue reconocida como nación completamente independiente.
- Provincias Unidas fue reconocida como nación independiente (antes de su rebelión, cien años antes, había sido parte de la monarquía Habsburgo).
- A los estados alemanes (alrededor de 360), se les dio el derecho de ejercer su propia política exterior, pero no podían emprender guerras contra el emperador del Sacro Imperio Romano. El imperio, como totalidad, todavía podía emprender guerras y firmar tratados.
- Se abolió la posibilidad de elección del emperador romano vivente imperatore (en vida del emperador reinante).
- Los Palatinados fueron divididos entre el restablecido Elector Palatino Carlos Luis (hijo y heredero de Federico V) y el Elector-Duque Maximiliano de Baviera (lo que significaba la división entre protestantes y católicos). Carlos Luis obtuvo el Bajo Palatinado (Palatinado renano) y Maximiliano mantuvo el Alto Palatinado.
La
historiografía ha señalado a la paz de Westfalia como la paz en la
que se creó el primer sistema internacional, se abogó por la
secularización de la política -acabando así con las guerras de
religión-, y edificando el primer paso hacia la destrucción de la
sociedad corporativa en beneficio del ideario individualista esbozado
en El Leviatán (Hobbes),
donde las personas ceden libremente su capacidad de actuar
violentamente así como su voluntad en beneficio del príncipe, quien
pasa a centralizar la violencia (absolutismo).
Consecuencias
- La devastación causada por la guerra ha sido durante mucho tiempo objeto de controversia entre los historiadores. Las estimaciones de pérdidas civiles entre la población de Alemania de hasta el treinta por ciento son tratadas ahora con cautela (los más alcistas hablan de 5 millones de alemanes muertos). Es casi completamente cierto que la guerra causó un trastorno serio a la economía de la Europa Central, pero es posible que no haya hecho más que exacerbar los cambios en términos de comercio, causados por otros factores.
- El resultado inmediato de la guerra, y que sin embargo iba a perdurar durante cerca de dos siglos, fue la consagración de una Alemania dividida entre muchos territorios, todos los cuales, a pesar de su continuidad en la pertenencia al imperio hasta la formal disolución de éste en 1806, tenían soberanía de facto. Se ha especulado que esta debilidad fue una de las causas subyacentes al posterior militarismo alemán.
- La Guerra de los Treinta Años reestructuró la distribución de poder previa. La decadencia de España se hizo claramente visible. Mientras España estuvo ocupada con Francia durante el periodo francés, Portugal declaró su independencia (había permanecido bajo dominio español desde que Felipe II tomó el control del país después de que el rey portugués muriese sin dejar herederos). La familiaBraganza se convirtió en la casa gobernante de Portugal. Francia fue vista a partir de entonces como el poder dominante en Europa.
- Durante los últimos años de la Guerra de los Treinta Años, Suecia se vio envuelta en un conflicto con Dinamarca, entre 1643 y 1645, denominado la Guerra Torstenson. El resultado favorable a Suecia de este conflicto y la conclusión de la guerra en Europa por medio de la Paz de Westfalia ayudaron a establecer a la Suecia post-bélica como un gran poder en Europa.
- Los edictos acordados durante la firma del Tratado de Westfalia fueron instrumentos para sentar los fundamentos de lo que todavía hoy son consideradas como las ideas centrales de la nación-estado soberana. Se acordó que los ciudadanos de las respectivas naciones debían atenerse primera y con más importancia a las leyes y designios de sus respectivos gobiernos en lugar de a las leyes y designios de los poderes vecinos, ya fuesen religiosos o seculares. Esta certidumbre contrastaba mucho con los tiempos precedentes, en los que el solapamiento de lealtades políticas y religiosas era un acontecimiento común.
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