martes, 1 de agosto de 2017

S.I. Fagocitos y Linfocitos



Fagocitos y linfocitos: una verdadera artillería
Pero estas son simples escaramuzas comparadas con las batallas encarnizadas que se producen una vez que los organismos externos rompen estas barreras defensivas y penetran en la corriente sanguínea y en los fluidos o tejidos corporales. Han invadido el territorio donde se despliega la artillería del sistema inmunológico, una fuerza compuesta de dos billones de glóbulos blancos. Se producen en la médula ósea —aproximadamente un millón por segundo— salen de allí, maduran y forman tres divisiones diferentes: los fagocitos, y dos clases de linfocitos, a saber, las células T (hay tres tipos principales: auxiliares, supresoras y asesinas) y las células B.
Aunque el sistema inmunológico tenga una fuerza compuesta de billones de soldados, cada uno puede pelear contra un solo tipo de invasor. Durante una enfermedad pueden generarse millones de gérmenes, cada uno con la misma clase de antígeno, pero diferentes enfermedades —incluso variedades dentro de la misma enfermedad— tienen diferentes antígenos. Antes de que las células T y las células B puedan atacar a estos invasores, han de poseer receptores que puedan fijarse a sus antígenos correspondientes. De ahí que entre las células T y las células B haya muchos receptores diferentes, específicos para los antígenos de cada enfermedad, mientras que cada célula individual T y B presenta receptores que son específicos para un solo antígeno patógeno.
Daniel E. Koshland Jr., director de la revista Science, comenta sobre este punto: “El sistema inmunológico está diseñado para reconocer a los invasores externos. Para eso, genera aproximadamente unos 1011 (100.000.000.000) tipos diferentes de receptores inmunológicos de manera que, sin importar la forma o tamaño del invasor, haya algún receptor complementario que lo reconozca y elimine”. (Science, 15 de junio de 1990, página 1273.) Así que entre los grupos de células T y B se encuentra el receptor específico que corresponde a cada antígeno que entra en el cuerpo, tal como una llave encaja en una cerradura.
Sirva el ejemplo de dos cerrajeros que trabajan independientemente. Uno de ellos hace millones de cerraduras de todo tipo, pero no hace llaves. El otro hace millones de llaves de todas las formas, pero no hace cerraduras. Ahora, se arroja todo a un contenedor gigante y se revuelve bien, de modo que cada llave encuentra su cerradura particular. ¿Parece imposible? ¿Es un milagro? Lo parece.
Como si se tratasen de cerraduras con sus ojos correspondientes, millones de gérmenes con sus antígenos invaden nuestro cuerpo y circulan por la corriente sanguínea y el sistema linfático. Como millones de llaves, también circulan por el mismo caudal nuestras células inmunes con sus receptores y encajan con los antígenos correspondientes de los gérmenes. ¿Parece imposible? ¿Es un milagro? Lo parece, pero a pesar de todo, el sistema inmunológico lo consigue.

Cada categoría de linfocitos desempeña una función específica en la lucha contra la infección. Las células auxiliares T (uno de los tres tipos principales de células T) son decisivas, pues organizan las diversas reacciones del sistema inmunológico. Accionadas por la presencia de antígenos enemigos, avisan a las tropas del sistema inmunológico mediante señales químicas (proteínas llamadas linfocinas) y aumentan sus filas en millones. Son precisamente las células auxiliares T las escogidas por el virus del sida como blanco de sus ataques. Una vez eliminadas, el sistema inmunológico se vuelve prácticamente inútil, lo que hace que la víctima de sida sea vulnerable a casi todo tipo de enfermedades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario