martes, 1 de agosto de 2017

S.I. Las cèlulas T declaran la guerra




Las células asesinas T declaran la guerra biológica
Al llegar a esta etapa, las células auxiliares T han reclutado millones de macrófagos basureros que engullen enemigos y animan a las células B y a sus anticuerpos a que se unan a la lucha contra los invasores, pero las células auxiliares T aún llaman a más refuerzos. Ordenan unirse a la batalla a millones de los más fieros luchadores: las células asesinas T.
El propósito de los virus, bacterias y parásitos es introducirse en las células corporales, ya que una vez dentro están a salvo de los macrófagos y de las células B con sus anticuerpos. Sin embargo, no están a salvo de las células asesinas T, ya que si una de estas células infectadas tan solo roza a una célula asesina T, esta acribillará a la célula infectada con proteínas letales, destruirá su ADN y derramará su contenido hasta que muera. De esta forma, las células asesinas T pueden atacar y destruir incluso a células mutantes o que se hayan vuelto cancerosas.
Además de las células asesinas T, hay otras células asesinas en el armamento del sistema inmunológico humano, a saber, las células citotóxicas. A diferencia de las células B y T, no necesitan ser activadas por un antígeno específico. Las células cancerosas y las células invadidas por otros virus son vulnerables a sus ataques. Pero su esfera de acción no se limita a los virus, pues sus “principales objetivos son las células tumorales y quizás células que hayan sido infectadas por agentes que no sean virus”, afirma Scientific American en su número de enero de 1988.
¿Cómo se enfrentan estos luchadores a los microorganismos invasores? ¿Es pura casualidad? No. Nada se deja al azar, pues gracias al sistema linfático y a la corriente sanguínea, tanto los antígenos patógenos como las células T, B, los fagocitos y los anticuerpos circulan por todo el cuerpo. Los órganos linfoideos secundarios, como son los nódulos linfáticos, el bazo, amígdalas, glándulas adenoides, zonas de tejido especializado situadas en el intestino delgado y apéndice, son lugares de iniciación de la respuesta inmunológica. Los nódulos linfáticos desempeñan una función primordial. La linfa es el fluido que impregna las células de nuestros tejidos. Se produce en esos tejidos, se acumula en vasos sanguíneos de paredes finas y fluye hacia los nódulos linfáticos, continúa por el resto del sistema linfático y finalmente completa su circuito desembocando en las venas que llegan hasta el corazón.
A medida que los antígenos patógenos pasan a través de los nódulos linfáticos, se les filtra y atrapa. Los combatientes del sistema inmunológico tardan 24 horas en completar todo el circuito linfático, pero 6 de esas horas las pasan en los nódulos linfáticos. Allí se encuentran con los antígenos invasores que han sido atrapados y comienzan las batallas más duras. Asimismo, los antígenos enemigos que fluyen por la corriente sanguínea tampoco se escapan, pues son canalizados hacia el bazo, donde los agentes contra la enfermedad están a la espera.

Entonces termina nuestra guerra interna. Las fuerzas invasoras son derrotadas. El sistema inmunológico con más de un billón de leucocitos ha ganado. Es el momento de que actúen otro tipo de células T, a saber, las células T supresoras. Cuando ven que se ha ganado la guerra, dan por terminada la batalla y despiden a las fuerzas agresoras del sistema inmunológico.

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