Las
células asesinas T declaran la guerra biológica
Al llegar a esta etapa,
las células auxiliares T han reclutado millones de macrófagos
basureros que engullen enemigos y animan a las células B y a sus
anticuerpos a que se unan a la lucha contra los invasores, pero las
células auxiliares T aún llaman a más refuerzos. Ordenan unirse a
la batalla a millones de los más fieros luchadores: las células
asesinas T.
El propósito de los
virus, bacterias y parásitos es introducirse en las células
corporales, ya que una vez dentro están a salvo de los macrófagos y
de las células B con sus anticuerpos. Sin embargo, no están a
salvo de las células asesinas T, ya que si una de estas células
infectadas tan solo roza a una célula asesina T, esta acribillará a
la célula infectada con proteínas letales, destruirá su ADN y
derramará su contenido hasta que muera. De esta forma, las células
asesinas T pueden atacar y destruir incluso a células mutantes o que
se hayan vuelto cancerosas.
Además de las células
asesinas T, hay otras células asesinas en el armamento del sistema
inmunológico humano, a saber, las células citotóxicas. A
diferencia de las células B y T, no necesitan ser activadas por
un antígeno específico. Las células cancerosas y las células
invadidas por otros virus son vulnerables a sus ataques. Pero su
esfera de acción no se limita a los virus, pues sus
“principales objetivos son las células tumorales y quizás células
que hayan sido infectadas por agentes que no sean virus”,
afirma Scientific American en su número de enero de 1988.
¿Cómo se enfrentan
estos luchadores a los microorganismos invasores? ¿Es pura
casualidad? No. Nada se deja al azar, pues gracias al sistema
linfático y a la corriente sanguínea, tanto los antígenos
patógenos como las células T, B, los fagocitos y los anticuerpos
circulan por todo el cuerpo. Los órganos linfoideos secundarios,
como son los nódulos linfáticos, el bazo, amígdalas, glándulas
adenoides, zonas de tejido especializado situadas en el intestino
delgado y apéndice, son lugares de iniciación de la respuesta
inmunológica. Los nódulos linfáticos desempeñan una función
primordial. La linfa es el fluido que impregna las células de
nuestros tejidos. Se produce en esos tejidos, se acumula en vasos
sanguíneos de paredes finas y fluye hacia los nódulos linfáticos,
continúa por el resto del sistema linfático y finalmente
completa su circuito desembocando en las venas que llegan hasta el
corazón.
A medida que los
antígenos patógenos pasan a través de los nódulos linfáticos, se
les filtra y atrapa. Los combatientes del sistema inmunológico
tardan 24 horas en completar todo el circuito linfático, pero 6 de
esas horas las pasan en los nódulos linfáticos. Allí se encuentran
con los antígenos invasores que han sido atrapados y comienzan las
batallas más duras. Asimismo, los antígenos enemigos que fluyen por
la corriente sanguínea tampoco se escapan, pues son
canalizados hacia el bazo, donde los agentes contra la
enfermedad están a la espera.
Entonces termina nuestra
guerra interna. Las fuerzas invasoras son derrotadas. El sistema
inmunológico con más de un billón de leucocitos ha ganado. Es el
momento de que actúen otro tipo de células T, a saber, las células
T supresoras. Cuando ven que se ha ganado la guerra, dan por
terminada la batalla y despiden a las fuerzas agresoras del sistema
inmunológico.
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