martes, 1 de agosto de 2017

S.I. La inmunidad espiritual



Inmunidad espiritual frente a la crisis moral
NUESTRO organismo es atacado por millones de microbios que intentan entrar en nosotros y conquistarnos. Afortunadamente, en nuestro interior hay millones de defensores que están a la espera para vencerlos cuanto antes. Su respuesta es automática, no tenemos que preocuparnos de ella. Sin embargo, hay otro tipo de invasión que debemos tener muy en cuenta si queremos sobrevivir. También amenaza la vida y hay fuerzas tras ella que son incluso menos visibles que los microorganismos causantes de las enfermedades.
Atacan la mente y el corazón, el pensamiento y las emociones, y sus manifestaciones visibles alimentan los deseos de la carne, pero dejan al espíritu hambriento y sin gozo. A veces de forma sutil y otras de modo flagrante, las masas de la humanidad son arrojadas a la crisis moral cada vez más extensa que plaga a esta generación. De la misma forma que el sistema inmunológico protege a nuestro cuerpo de las invasiones víricas y microbianas, ¿hay alguna forma de proteger nuestra espiritualidad frente a sus atacantes? Sin duda la hay.
¿Dónde podemos conseguir anticuerpos espirituales lo bastante poderosos como para inmunizarnos frente a la crisis moral? Resulta obvio que ni la gran cantidad de libros vendidos sobre psicología popular ni los más pesados tomos de psiquiatría pueden hacerlo.
Un columnista apunta hacia una fuente superior para buscar ayuda: “Es imposible que una comunidad o nación tenga principios morales sin tener fe en Dios, porque todo se reduce rápidamente al ‘yo’, y un ‘yo’ sin nada más carece de sentido”. Cuando se pidió al disidente ruso Alexander Solzhenitsin que identificara el problema clave del siglo XX, declaró: “Los hombres se han olvidado de Dios. [...] Todo el siglo XX ha sido arrastrado por el torbellino del ateísmo y la autodestrucción”.
Uno de los pioneros de la psiquiatría moderna, el doctor C. G. Jung, indicó el ingrediente esencial para resistir la caída de los valores morales: “El individuo que no tiene puesta su esperanza en Dios no puede resistir por sus propios medios los ataques físicos y morales del mundo. Para lograrlo necesita la evidencia de la experiencia interna y trascendente, que es la única que puede protegerle de ser absorbido irremediablemente por la masa. Una mera comprensión intelectual o hasta ética [...] carece del empuje de la convicción religiosa, ya que es meramente racional”. (The Undiscovered Self, página 34.)

Tan solo la Biblia, cuando se aplica a nuestra conducta diaria, suministra los anticuerpos espirituales necesarios para proteger la mente y el corazón de los antígenos corruptos que nos rodean y que provienen de las “expresiones inspiradas inmundas” semejantes a ranas que nos conducirán a la guerra con Dios. (Revelación 16:13, 14; 1 Juan 4:1.)

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