“Armas
prefabricadas contra cualquier enemigo imaginable”
El
sistema inmunológico mantiene “una reserva de armas prefabricadas
contra cualquier invasor posible”. Se sabe que esta profusión de
armamento “se fabrica mediante un complejo proceso genético en el
que se mezclan y recombinan partes de genes”.
El informe sobre un
importante descubrimiento reciente aclara cómo sucede.
“Se
cree que el gen recién descubierto desempeña una función
importante en el proceso de recombinación genética. Los científicos
han denominado RAG-1 al gen activador de la recombinación.”
Este
descubrimiento se comunicó en el número del 22 de diciembre de 1989
de la revista Cell.
Pero los científicos del Instituto Whitehead de Investigación
Biomédica de Cambridge (Massachusetts, E.U.A.) que descubrieron el
RAG-1, estaban preocupados debido a que “el gen recombinado era
poco eficaz y demasiado lento para explicar el suministro constante y
asombroso de diversas proteínas inmunológicas que produce el
cuerpo.
Contando con la posibilidad de cualquier tipo de invasión,
el cuerpo debe mantener en reserva a millones de anticuerpos y
receptores de las células T, todos modelados de forma lo bastante
diferente como para que al menos unos pocos puedan reconocer incluso
a un tipo enteramente nuevo de gen infeccioso”. (The
New York Times,
26 de junio de 1990.)
Por
eso, los propios científicos comenzaron a buscar otro gen que
superase ese inconveniente. Seis meses después la revista Science
del 22 de junio de 1990 informaba que lo habían encontrado. “Los
científicos dicen que el nuevo gen, RAG-2, trabaja junto con el
primero para entretejer anticuerpos y receptores proteicos con más
rapidez.
Cuando trabajan en tándem, los dos pueden recombinar piezas
del sistema inmunológico de mil a un millón de veces más
eficazmente que el gen individual.” Al trabajar en tándem, RAG-1 y
RAG-2 producen los millones de anticuerpos y receptores necesarios
para las células T.
Se
ha calificado a esta investigación de “trabajo refinado”. Es un
descubrimiento importante que puede dar paso a una mayor comprensión
de algunas enfermedades genéticas contra las que el sistema
defensivo no funciona como es debido. (The
New York Times,
22 de diciembre de 1989.)
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