Comunicación
entre el cerebro y el sistema inmunológico
No es extraño que se
haya comparado al sistema inmunológico con el cerebro. La
investigación continúa demostrando que se comunican sobre nuestra
salud y que la mente ejerce influencia sobre el cuerpo, lo que
incluye al sistema inmunológico. Los siguientes comentarios muestran
la interacción existente:
“Los inmunólogos están
descubriendo más cosas sobre la relación entre el cuerpo y la
mente, así como sobre los mecanismos de las enfermedades
psicosomáticas.” (National Geographic, junio de 1986,
página 733.)
La relación entre el
sistema inmunológico y el cerebro se conoce, pero no se
comprende bien.
La tensión, la pérdida de un ser querido, la
soledad y la depresión afectan el funcionamiento de los leucocitos,
o de los linfocitos, lo que reduce la actividad de las células
T. “La base biológica de estas interrelaciones sigue siendo
en su mayor parte un misterio.
Sin embargo, está claro que los
sistemas nervioso e inmune están interrelacionados anatómica y
químicamente.” (The Incredible Machine, páginas 217 y
219.)
“El sistema
inmunológico [...] rivaliza con el sistema nervioso central en
sensibilidad, especificidad y complejidad.” (Immunology,
página 283.)
La revista Science
comenta la relación entre el cerebro y el sistema inmunológico:
“Gran cantidad de pruebas indican que los dos sistemas están
íntimamente relacionados. [...] La conclusión a la que estamos
llegando es que los sistemas nervioso e inmune están altamente
integrados y son capaces de comunicarse entre sí para coordinar sus
actividades” (8 de marzo de 1985, páginas 1190-1192).
Todo esto refleja la
infinita sabiduría del Creador del sistema inmune y del cerebro.
A
su vez, hace que nos preguntemos si nuestro Creador, después de
implantar en nosotros maravillas como el cerebro y el sistema
inmunológico, nos programaría para morir.
En realidad, Él no lo
hizo; son los científicos los que dicen que estamos diseñados de
esa forma. Nos dicen que las células se dividen —se crean más de
doscientos millones en nuestro cuerpo cada minuto— para reemplazar
a células viejas o desgastadas.
Sin embargo, de acuerdo con los
científicos, nuestras células no se dividirán más de
cincuenta veces. Cuando perdemos más de las que podemos reemplazar,
llega la vejez y la muerte.
Pero el hombre no fue
creado para esto, sino que lo provocó él mismo.
Fue creado para
vivir, ser fructífero, multiplicarse, llenar la Tierra y cuidarla,
siempre y cuando fuese obediente a su Creador.
Por eso, se le
advirtió: si desobedeces “muriendo morirás”. El primer hombre
desobedeció, se sintió culpable y se ocultó, y desde entonces, la
humanidad ha estado muriendo. (Génesis 1:26-28; 2:15-17, Biblia
con referencias, nota al pie de página; 3:8-10.)
Por otra parte, los
sentimientos negativos persistentes con el tiempo llegan a ser
“podredumbre a los huesos” y como también dice la Biblia, “un
espíritu que está herido seca los huesos”.
Una consecuencia es la
disminución de la capacidad del sistema inmunológico, ya que se
necesita una médula ósea sana para producir la gran cantidad de
leucocitos necesarios para combatir una infección. (Proverbios
14:30; 17:22.)
Sin embargo, la muerte
será reemplazada por vida, y un sistema inmunológico que funcione
adecuadamente será un factor importante que contribuirá a ello.
El
propósito de Jehová de tener un paraíso terrestre lleno de
humanidad justa y obediente se logrará mediante el sacrificio de
rescate de Cristo Jesús.
Entonces nadie enfermará, la muerte será
eliminada y toda carne ‘se hará más fresca que en la juventud’.
(Job 33:25; Isaías 33:24; Mateo 20:28; Juan 17:3; Revelación 21:4.)
Entonces, el asombroso sistema inmunológico diseñado por Jehová
nunca perderá la batalla contra los agentes invasores.
Incluso ahora, nuestro
sistema inmunológico, con sus defectos, es un milagro de la
creación.
Cuanto más aprendemos sobre él, más nos asombra su
maravilloso creador, Jehová Dios.
Por eso, nos unimos al salmista
David en su expresión inspirada: “Te elogiaré porque de manera
que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son
maravillosas, como muy bien percibe mi alma”. (Salmo 139:14.)
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